Viaje astral en el Valle del Elqui
La IV Región de Coquimbo tiene los cielos más limpios del continente, lo que ha generado una gran oferta turística y astronomía en el lugar. Precisamente, es dentro del norte chico chileno, donde destaca uno de los lugares más bellos del mundo, realzado incluso por medios internacionales como The New York Times. Se trata de el Valle del Elqui, cuenca ubicada al norte de La Serena. Una zona escogida por quienes buscan nuevas experiencias y deslizamientos internos.
Era el verano de 2017. La semana antes del viaje fue de trámites. El más importante de todos: conseguir y llevar la mota.
Tomamos el bus hasta La Serena en Estación Central. Era de noche y un bajón invadía mis pensamientos. Mi mejor amiga y acompañante de viaje preparó algo especial para esa velada: Brownie de marihuana.
Treinta minutos y el viaje cannábico comenzó.
Segunda parada. El terminal de La Serena. A las 07.30 horas tomamos otro bus. Más bien, una liebre que nos conduciría hacia nuestro destino infinito y soñado.
No era mi primera vez en el Valle del Elqui. Un año antes fui junto a mi familia en un tour recorriendo el norte de Chile. Pero esta vez era especial. Necesitaba emoción, locura, intimidad e introspección.
El Valle del Elqui es el lugar del mundo con los cielos más hermosos. El Observatorio Turístico de Mamalluca y el Observatorio Cerro Tololo se ubican en esta zona precisamente por ser un lugar propicio para el trabajo astronómico.
A comienzos de este año, el reconocido periódico internacional The New York Times, publicó su lista de lugares en el mundo a donde hay que ir. Dentro de estos, está el Valle del Elqui, siendo la única parte sudamericana con Salvador en Brasil recomendadas por el medio neoyorquino.
«El Valle de
Elqui en Chile atrae a un grupo diverso de aficionados al vino y al
pisco, observadores de estrellas y amantes de la naturaleza», describe
en su publicación el diario estadounidense. Además, precisa: «Fue
nombrado el primer Santuario Internacional del Cielo Oscuro del mundo,
así como un centro de astronomía internacional global».
Comenzamos al revés
Nuestro primer destino dentro del Valle fue el pueblo de Pisco del Elqui, y su conocido camping solo para expertos, cuyo nombre nos reservaremos por razones obvias.
Eran cerca de las 10 de la mañana cuando llegamos al lugar recomendado. Solo gente joven de espíritu, buena onda y mucha alucinación.
Ese día el sol se escondió de a poco entre los cerros colorados. Al llegar la noche, miles de cristales brillaban desde el cielo. Las estrellas y un fogón gigante en medio del camping era lo único que iluminaba aquella noche inolvidable.
«Cambio hongos por mota» gritaba un joven asistente a la velada. El viaje de muchos recién comenzaba: pupilas dilatadas, poros expuestos, sudor, placer y colores.
Me fumé dos pitos con mis vecinos de carpa al despertar. Venían con una joven brasilera y ellos eran estudiantes de la Universidad Católica de Valparaíso. Era cerca del mediodía y mi amiga aún no aparecía. «Nos vamos», le dije entre risas cuando apareció. La fiesta y bulla debían terminar para entrar en lo que buscábamos ambas, un viaje astral en el Valle del Elqui.
Boris (26) es publicista, y recuerda como si fuese ayer su estadía en este mismo camping. Su segunda experiencia con honguitos fue en el Valle del Elqui junto a sus amigos.
«Empezamos a armar las carpas y dijimos ya ¿tirémonos los honguitos? Ahí empezó la experiencia. Se sentía todo muy cuático al tocarlo. Con la vista se veía todo HD, como si todo estuviese dividido en capas», explica el joven.
Cuando dieron las doce de las noche se apagaron todas las luces en el sector de las carpas. Solo el fuego de una gran fogata alumbra. Era la primera vez de Boris y su amigo Seba era primera vez en el Valle. No conocían la dinámica, solo que era un camping muy bueno, y motivado.
A ver el fuego quedaron impactados, lo observaron durante mucho rato. Era todo muy visual y se sentía con una buena energía.
«En ese momento, mi amigo dijo, ‘oye weón, acuérdate que estamos en el Valle, y miramos para arriba y las estrellas estaban al lado de nosotros. Fue genial. Estaban muy cerca. Nos alejamos de la fogata para ver todo bien oscuro, las luces de las estrellas. Se veían muchas y muy grandes», recuerda emocionado Boris.
Cuando empezaron a disminuir los efectos visuales después de muchas horas, decidieron volver a la fogata para conocer gente. En ese momento se veía tan hermoso, que solo se reían. Lloraban de la risa.
«Fue la raja la experiencia. Lo volvería a hacer en el Valle. Allá vas a ver el cielo como no se ve en ningún otro lado. Te conectas realmente con la naturaleza, con la gente y las estrellas son cuáticas», asegura el publicista.
Ese verano de 2017 decidimos emigrar de dicho camping junto a mi amiga. Llegamos a un campamento rodeado de sauces y a las orillas del río de la provincia del Elqui. Después de tanta distorsión queríamos un relajo.
Dos días estuvimos allí. Conocimos al Alan y Pilar, un profesor y psicóloga con quienes vimos dos o tres estrellas fugaces una noche de blunts sentados en un cerro.
Optamos
por irnos de Pisco del Elqui. Queríamos conocer otros sectores dentro
del Valle. Ser mujeres ayudó a transportarnos fácil a dedo. Aún recuerdo
el olor de la destilería Pisco Mistral. Uva fuerte y degustaciones
inolvidables.
La estampilla de Yellow Submarine
El pueblo de Paihuano es bello y distinto. Una luz verdosa y hasta tenebrosa es la imagen que recuerdo de su plaza central. Una batucada de fondo y mucha marimba. Fue una noche distinta. Al otro día, decidimos emigrar.
Uno de las recomendaciones del medio The New York Times es visitar y recorrer las calles de Vicuña, «la ciudad más grande», donde nació la Premio Nobel de Literatura en 1945, Gabriela Mistral. Esa fue nuestra última parada dentro del Valle del Elqui, en una tierra de estrellas.
Un año antes -2016- Helen recuerda su experiencia en el Valle del Elqui. «Yo me tripié en el Valle con unos Yellow Submarine, la estampilla de The Beatles, traídos de un amigo de Argentina. Lejos lo más hermoso. Estaba vuelta loca alucinando», afirma.
La joven es de la IV Región y aquella experiencia la vivió en el sector de Rivadavia. «Nos llevó una amiga, una compañera de curso mega hippie que vive en Vicuña. Fuimos con harta weed en pleno verano», asevera.
Su dosis fue un cuarto, cantidad que le sobró del carrete post año nuevo. No quería disfrutarlo en un carrete o sitio cerrado. «Necesitaba experimentarlo con la naturaleza, y más en el Valle que es muy bueno y recomendable. Es otra energía. Algo hay allí».
Al colocar el cuarto de trip debajo de su lengua, a las ocho de la mañana, su viaje astral comenzó. «Vi las estrellas con un destello cuático y mi cuerpo lo sentí extraño. Imagínate millones de estrellas y todas con destellos que se expandían. Se veía muy real», explica.
La felicidad que sentía en ese momento, dice, era inexplicable. Amaba a sus amigas y personas de las otras carpas. «Todo era totalmente alucinógeno. No ingerí nada de alcohol, solo unos cañitos y nada más. Mi mente no dependía de mí. Era algo más profundo. Nunca había sentido tanta felicidad y tranquilidad», sentencia la joven de la IV Región, cuya mota, aseguró, es muy buena por el clima que no es tan extremo como el norte grande.
No recuerda la fecha exacta, pero sí que era invierno: «Hacía frío». Eduardo tuvo un viaje profundo en Pisco del Elqui.
Fue en junio de 2018, en un tributo a la banda Pink Floyd. Estaba junto a su ex polola y arrendaron una cabaña. «Andaba con mi cosecha de GTH y nos fuimos con un vinito a ver el show al aire libre en la noche. Fumamos harto y con un vaso de vino en la mano, bailamos juntos en sintonía con el sonido de Pink Floyd», asevera el joven.
Eduardo hasta hoy no ha podido olvidar esa noche. Sigue siendo un tema de conversación con su entonces compañera de viaje:
«Fue sanador. Es mágico ver cómo por las montañas se asomaba poco a poco la luna llena hasta iluminarlo todo», explica el asistente al tributo de Pink Floyd, quien llegó a vivir su viaje astral al Valle del Elqui desde Concepción.