Grandes fortunas del mundo están empezando a interesarse por las inversiones en los hongos alucinógenos y es lo que algunos medios están calificando de “renacimiento psicodélico” al ver el potencial que puede tener una industria siempre asociada al consumo hippie y de festivales.
Peter Thiel, el cofundador de PayPal y uno de los hombres más ricos de Norte América, decidió a finales del año pasado invertir en la industria de los hongos psicodélicos para tratar la depresión. Thiel sería así el principal inversor de una compañía que ya está haciendo pruebas para poder lanzar esta droga psicodélica al mercado.
Universidades en Estados Unidos, han generado prometedores informes sobre el potencial terapéutico de las sustancias psicodélicas, lo que está borrando esa imagen de hongos asociada a los hippies de la era Woodstock. Para muchos investigadores y psicoterapeutas que fueron pioneros en los tratamientos con sustancias psicodélicas esto significa algo: los hongos, como el cannabis, podrían pronto convertirse en el blanco de las fuerzas capitalistas que buscan el beneficio económico y no la curación.
Pero después de que Thiel se haya convertido en el mecenas de la compañía británica Compass Pathways, muchos investigadores expertos en psicodelia han empezado a hablar sobre el tema. Muchos explican lo que se debería hacer para que estas sustancias aplicadas a la medicina moderna, sean accesibles para toda la población y no se conviertan en un auténtico monopolio al dejar que una sola empresa controle todo el mercado.
Después de meses de debate, la página Chacruna publicó una declaración en la que está la firma de todos los investigadores, vivos a día de hoy, responsable del movimiento a favor de la investigación de drogas psicodélicas. Ellos han luchado durante décadas para que se cambie la percepción social de estas drogas y por tanto, del bienestar y de la salud.
“Esta declaración está inspirada por generaciones de investigadores y médicos que han compartido sus maravillosos descubrimientos” contaba Robert Jesse, un experimentado investigador de sustancias psicodélicas. “Ahora nuevos gigantes están entrando en el rubro y es aquí donde encontramos un dilema: ¿crecerá la industria con la ética de compartir abiertamente? ¿O será absorbida por los propietarios, con restrictivas licencias y contratos exclusivos?
Cuando grandes fortunas se encuentran detrás de estas nuevas empresas de investigación psicodélica, a menudo buscan el mayor beneficio posible en respuesta a su inversión. Esto hace que si una de las empresas descubre el mejor medicamento para la salud, no lo va a compartir con el resto de compañías ya que son sus competidoras. Y también que pueden poner el precio que quieran a sus medicamentos.
Existen muchas críticas contra la compañía británica Compass que hemos mencionado en este texto. Algunos investigadores dicen, que si han llegado hasta donde están, es gracias al trabajo de otros muchos científicos que a lo largo de años de estudio han compartido sus conocimientos y descubrimientos con la sociedad. Una organización sin ánimo de lucro estadounidense, Usona, también está trabajando para ser la primera en comercializar un medicamento con psilocibina (el componente psicodélico de los hongos) para combatir la depresión.
Compass niega las acusaciones de que se han aprovechado de la investigación que ya existía sobre la psilocibina y que compartirán sus conocimientos con la comunidad científica “una vez el estudio haya sido completado”. Otros investigadores de la escena, se han unido a Compass, lo que los científicos a favor de Usona no acaban de comprender, ya que piensan que si no son proactivos hoy, perderán el control sobre la sustancia por la que llevan luchando toda su carrera. El investigador Robert Jesse, no se opone al capitalismo porque sabe que puede impulsar la innovación. Se opone al capitalismo cuando se trata de psicodélicos. Es lo mismo que les ha pasado a activistas del cannabis, que siguen defendiendo que los beneficios de esta planta tienen que ser para toda la comunidad y no para el lucro propio. Y al igual que con el cannabis, a medida que los psicodélicos crecen como industria, los inversores con gran capital podrían acabar desplazando a los científicos que les dieron legitimidad.