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Relato subjetivo: El trip de mi vida

 

Llegaron unos «secantes» Superman según recuerdo, directos del Milky Way holandés. Nos movilizamos en un MG Mack II cuatro amigos y yo, compramos 4 cuadritos secantes y partimos a Algarrobo donde unas minas medio cuicas, que estaban junto a otro de los autodenominados «tonis». Como eran cuatro cuadritos, a cada uno le sacamos una puntita e hicimos el quinto elemento. Esperamos la subida jugando ping pong con paletas de playa y por la noche, cuando la cagadera de risa era mucha, partí a despertar a uno que estaba pasado a copete durmiendo, y al cual le había dado su dosis en pleno sueño. Al despertarlo, pegó un salto de un metro y partimos todos al bosque del Canelo o el Canelillo.

Al bosque llevamos sólo agua en botellas y un mandolín. Nos sentamos frente a un peñón en el mar, sobre la playa, mitad blanco (guano) y mitad rojo (roca), justo al alba. Lo que cada uno veía lo iba compartiendo: el ying y el yang; mitad calavera, mitad hueso, y ya no recuerdo qué más. Nos separamos sin hablar y yo me sentí súper atraído por la tierra, que me tiraba destellos en cada grano de maicillo. Fue tanta la atracción tipo imán, que me acosté para sentir su energía. En eso estaba cuando siento que me desdoblo… como que me levanté pero dejando el cuerpo en el suelo, caminé entre conejos y pájaros recién despertando, que ni se inmutaban con mi presencia. Era todo hermoso, el paraíso alcanzado por mí.

En pleno viaje comienza el ruido de los veraneantes llegando y asustado, me busco, me veo, y me acuesto sobre mi cuerpo. De un sobresalto volví en busca de los tonis y me guió el tañir del mandolín. Nos reunimos nuevamente, todos con cara de niños inocentes y sonrientes… Es el mejor trip que me he tirado en mi vida.

*Este relato subjetivo fue publicado en la versión impresa de la Revista Cáñamo.