Quillota y la receta de la felicidad
Hay un denominador común entre los 85 mil habitantes quillotanos: se sienten felices. Distintas encuestas han entregado resultados acerca de que su satisfacción con la vida supera el 90%. ¿Es posible estar tan contento en la época de las fake-news, linchamientos virtuales e injusticias varias? Revista Cáñamo viajó a la ciudad de las chirimoyas y paltas en búsqueda de la felicidad.
Texto y fotos por Jorge López Orozco
Quillota, capital provincial de la región de Valparaíso, distante a 126 kilómetros de Santiago, ha sido nacionalmente conocida por los frutos de la tierra. Paltas, marihuana y chirimoyas le han otorgado una pequeña fama, pero desde hace unos años el nombre de la ciudad viene encabezando el particular ranking de las comunas más felices de Chile.
En diversas mediciones se han encumbrado en los primeros lugares, pero ¿por qué sucede esto?, ¿qué sabemos de Quillota?, o hilando más fino, ¿qué es la felicidad? Las respuestas a estas interrogantes se resuelven tan sólo al colocar un pie en esta pequeña ciudad, tras dos horas en bus desde la capital. Le pregunto a una mujer cómo llegar al centro y se ofrece a acompañarme.
Se trata de Gina, la administradora del terminal de buses. Le cuento que vengo a conocer por qué los quillotanos se sienten tan felices. Responde que el concepto es demasiado subjetivo pero que, por ejemplo, ese mismo día había experimentado esa sensación al darle un chaleco, de una mascota recientemente fallecida, a un can callejero que vive en las cercanías del terminal: «Cuando se lo di, sentí que el perrito se puso contento y muchas personas sonreían al verlo abrigadito».
Minutos después en medio de la Plaza de
Armas, similar a tantas otras que hay en Chile, se observan singulares
letreros que dicen: «Calma», «Sonríe» o «Zona de Amabilidad». ¿Qué
diablos pasa en Quillota? Mucho. Desde 1992, el municipio encabezado por
el doctor Luis Mella, ha generado una silenciosa revolución centrada en
el ser humano, inspirada en el reino de Bután y que, como una epidemia
bendita, ha contagiado a sus habitantes.
Nadie está solo
Una decena de personas se sienta en círculo en una casa. Un hilo de lana rojo salta de una mano a otra convirtiéndose en una especie de telaraña. El cordel va uniendo a los participantes, a través de una dinámica que los hace presentarse ante los otros y contar, en pocas palabras, algunas características de su personalidad y a quién representan. La lana roja va formando, de una alguna forma, una incipiente solidaridad grupal ante un mismo dolor: cada uno de los asistentes tiene un familiar preso en el Centro de Detención Preventiva (CDP) de Quillota.
«Sé que esto es algo bueno», dice entre suspiros la madre de uno de los reclusos. El resto del grupo y una asistente social que dirige la actividad, la felicitan y le dan ánimo. En tanto, dentro de las paredes de la cárcel, una quincena de reclusos han iniciado el programa Oportunidades Para la Vida desde hace un par de meses, revolucionario sistema de reinserción social que, desde el año 2012, ha vuelto a integrar exitosamente a más del 94% de los ahora presidiarios del CDP.
A través de un pacto social -ceremonia en que firman un compromiso en conjunto con Luis Mella, el alcalde de Quillota- los reos se comprometen a generar herramientas que los reintegren al tejido social. Al mismo tiempo un familiar también se compromete para participar en talleres donde estos padres, hermanas o hijos, buscarán ser el sostén para cuando su ser querido recupere la libertad.
«El hecho que compartas el mismo dolor que otra mamá, implica un sentido de pertenencia también. El querer estar en este grupo significa querer reparar dolores de vida, errores y eso hace que también te mantengas y adhieras, viniendo aún en invierno con frío», cuenta Gisella Olivares, Coordinadora del programa Oportunidades para la Vida.
La génesis de esta iniciativa buscó responder a una dolorosa realidad vivida por un ex presidiario que pidió ayuda al alcalde por no tener dónde ir, no conseguir trabajo y no tener a nadie que lo esperara. Seis años después, la respuesta que dio el municipio ha sido extraordinaria y con índices de éxito superiores a acciones similares de la misma Gendarmería.
Gisella comenta: «Este programa les ha servido para fomentar un bienestar emocional y personal, porque ellos veían las cosas de otra manera antes de incorporarse al proyecto. ¿Qué es más importante para las personas privadas de libertad? ¿Un beneficio directo o el ser escuchados, ser comprendidos, el que se sientan en un espacio ameno, cariñoso, familiar? Y tú te das cuenta que todas las personas prefieren eso, un espacio donde te entiendan y no seas juzgado. Se sienten parte de algo a lo que contribuyen día a día».
Un pequeño equipo conformado por un
psicólogo, dos trabajadoras sociales y una cientista política, han
generado que instituciones de México, Argentina, Perú y de otras
localidades chilenas, lleguen a Quillota para conocer de cerca cómo
replicar este proceso. El trabajo de cada grupo dura dos años, siendo el
segundo -en libertad- un seguimiento para apoyar temáticas laborales y
sociales. En el fondo, para que no se sientan solos.
El hombre más feliz de Quillota
La voz de un pequeño ángel vestido de escolar entona un aria clásica. El niño-cantante vocaliza sin ninguna vergüenza en el living de la Casa de Acogida, en pleno centro de la ciudad. Su público es una decena de enfermos terminales que le retribuyen su intervención con amables sonrisas.
A un costado, dentro de un cuarto lleno de fotografías colgando, los ojos brillantes de Nelson Cañete llenan el lugar. Este hombre no puede moverse. Padece una polineuropatía degenerativa que postró su cuerpo y que sólo le permite hablar con evidentes dificultades: «Yo en estos momentos soy la persona más feliz del mundo porque he podido estar en paz conmigo mismo y cada día que amanezco me siento así. La enfermedad está en el cuerpo, pero en mi espíritu, alma y mente, Dios me acompaña».
Tal como los otros pacientes que son atendidos acá de manera gratuita, Nelson espera su cita con la muerte de una manera digna. «Antes se encontraron pacientes con cáncer terminal que tenían que dormir en la misma cama con un pariente, hacinados, sin tener la posibilidad de tener a tiempo óptimo sus tratamientos o analgésicos y eso era complejo», nos cuenta Fabricio González, kinesiólogo de la casa de acogida desde el año 2011.
La Casa de Acogida nace el año 2003, liderada por Luis Mella, médico y edil de la comuna, buscando dar respuesta al grave problema de ser pobre y morir de cáncer. El 2011 se profesionalizó la atención de la Casa, que actualmente tiene a 70 trabajadores de la salud y 21 camas que entregan una atención integral y gratuita a tres tipos de pacientes: enfermos terminales, enfermos cardiovasculares y personas que buscan rehabilitarse de drogas y/o alcohol.
Claudio Antonio Tito, Paola Barraza y Antonio Díaz, se ríen y pareciera que un resplandor iluminara sus rostros. En el patio, el trío se divierte, pero cada uno encarna una historia de dolor en que el denominador común es la pasta base. Llevan pocas semanas de desintoxicación y se sienten agradecidos, aunque saben que es un tránsito difícil. Los tres visitan a los enfermos terminales, les conversan y los acompañan.
Salen o entran,
sin restricciones, a las dependencias. Es parte de lo que la Casa de
Acogida ofrece: «Es igual para los familiares. No hay limitación de
gente que vienen a ver a los pacientes porque queremos que el recinto
sea lo más similar a un hogar. Celebramos el día del papá, la mamá, los
cumpleaños, todo. Tratamos de darle esa dinámica para que sea súper
acogedor y se sientan cómodos», reflexiona el joven kinesiólogo.
Le
pregunto secretamente a Nelson Cañete, el hombre más feliz de Quillota,
cómo fue tomarse una leche de marihuana. Me mira incrédulo y, entre
coquetas risas, responde: «Ooooooh, ¿quién te contó? Lo pasé súper bien.
Me puse a escuchar música y lo pasé bieeeen».
Lo de Cañete es
admirable. Sin poder mover un dedo, tuvo la fuerza de publicar este mes
de agosto su primer libro autobiográfico de 180 páginas llamado
«Crónica de un Superviviente», creado en conjunto con su amigo Cristián
Barco, quien redactó sus memorias. «Tengo 53 años y esta enfermedad
comenzó cuando tenía 41. Ya es parte de mí y es algo superado. ¿Cuál es
mi mensaje para los otros? La vida se presenta de muchas formas y hay
que seguir vivo. Seguir adelante con fuerza y fe».
En el centro el ser humano
Estas iniciativas que buscan poner al ser humano como centro, es el sello que detenta Quillota desde la llegada de Luis Mella al municipio a inicios de los ’90 y que se cristalizó, nueve años después, con el surgimiento de dos iniciativas: la ya mencionada Casa de Acogida y de Banamor, el banco del amor.
Banamor es la respuesta a un sistema que lo capitaliza todo. «A diferencia de una entidad bancaria tradicional acá se invierte capital humano y se obtiene rentabilidad humana a la vez; no sólo quienes reciben la ayuda recargan su corazón de amor, sino que está comprobado que al colaborar las personas se hacen más felices, cumpliendo con uno de los objetivos de la gestión municipal que es fomentar acciones que generen felicidad en las personas», reza la web de la municipalidad.
Este banco concentra a uno de los factores más determinantes que tiene la historia de Quillota: sus voluntariados. El trabajo colaborativo, sin necesidad de grandes desastres naturales o humanos como motivo de cohesión, es una impronta que tiene más de 200 años. Es acá en que el nombre de la «Beatita Benavides», afamada figura local, se agiganta.
Nacida en 1777, la mujer junto a sus cinco sobrinas y una ahijada, ayudó decididamente a la mejora de las condiciones de vida en las antiguas poblaciones y a la creación de un asilo que terminó siendo el hospital San Martín, de la ciudad. Su ejemplo en vida fue la semilla que dos siglos después representan cerca de 30 organizaciones de voluntarios, entre las que destacan damas de todos los colores posibles, la Cruz Roja, centros de acogidas, grupos para dar vacaciones a niños de escasos recursos, protectores de animales, clubes de motoqueros y hasta una sociedad protectora de libros. Todos ellos participan en Banamor.
Este factor de
querer ayudar a la mejora de la vida de un otro, es componente
fundamental de la sensación de bienestar existente en la sociedad
quillotana. «Todos los actores sociales están compenetrados en esta
búsqueda de la felicidad, entenderla como es y hacer partícipe a la
comunidad de lo que es para ellos este concepto. Y en base a eso
fusionar los departamentos y áreas de este municipio dirigido a esas
necesidades para poder alcanzar el bienestar de las personas», revela
Giselle Olivares, la coordinadora de Oportunidades para la Vida.
La revolución de la felicidad
En las dependencias de la Dirección de Desarrollo Comunitario (DIDECO) se fragua una provocadora idea. Un pequeño grupo de expertos sociales -los sociólogos Carol Tapia, Carlos Carvajal y Katherine Johnson, la cientista político Valeria Quijada y el psicólogo Pablo Calbiague- preparan la ejecución de uno de los estudios más ambiciosos de los últimos tiempos: una medición comunal con respecto a qué es la felicidad para los vecinos de la comuna.
Sonrientes y jóvenes, los profesionales se sienten emocionados ante la posibilidad de generar un documento inédito. ¿Qué es la felicidad?, debe ser una de las preguntas más filosóficas y voladas de todos los tiempos. Sin embargo, la necesidad de saber su significación, es vital para poder aterrizar las políticas públicas que se promoverán a futuro.
«Hace varios años en el barrio Manuela Figueroa, por ejemplo, conseguimos montones de recursos, de distintas áreas, en que se mejoraron las casas, el pavimento, se hicieron multi-canchas, una sede vecinal, se mejoró la iluminación y todo. Después cuando los visitamos pensando en que íbamos a llegar en gloria, todo seguía igual porque no habíamos considerado lo que ellos querían», cuenta a Cáñamo el director de DIDECO, el profesor Juan Rodríguez y mentor del estudio que durará un año.
Mediante un trabajo de campo, serán más de 40 grupos focales los que se investigarán, entre los que se incluyen también a los niños de los jardines infantiles cuyas respuestas serán mediante dibujos. El sociólogo Carlos Carvajal lo explica mejor: «Para medir la felicidad necesitábamos tener parámetros. Dentro de las pocas investigaciones que habían, descubrimos que la felicidad no es un término que sea transcultural, es decir, cada realidad tiene su propia concepción. Entonces pensamos en cómo extraer un parámetro o poder identificar las dimensiones que nos permitan en un futuro poder medirla en un término más cuantitativo y esa es la idea de nuestro primer estudio».
Preguntas como ¿cuál fue el momento más feliz de tu vida?, servirán para determinar que se sintió, cómo era el entorno social o cómo era la vida del entrevistado. «La idea es que se plantee este concepto desde lo transversal de la vida de una persona y no desde lo momentáneo y que conlleva muchas cosas como lo material o lo espiritual. Es un todo que las personas puedan llevar a respuestas y desde ahí podremos evaluar su línea vital y los sucesos», ahonda Carol Tapia.
¿Y a ustedes qué los hace felices?, pregunto al grupo de expertos.
Hay
risas. La respuesta no es fácil, pero Katherine Johnson, da una pista
fundamental: «El autoconocimiento es básico para saber cuál es mi
felicidad y qué espero yo de mi futuro, de mi satisfacción, o en qué
medida soy un agente de transformación, o cuáles son mis relaciones
sociales. Pero para eso primero me tengo que conocer». Buscar ser feliz
es una revelación y, también, una revolución.
La receta de Quillota
El director de DIDECO, colaborador histórico del edil Luis Mella, expresa: «Al principio, cuándo el alcalde hablaba de esto, le decían: ¿de dónde salió el pastor? ¿dónde es la homilía? La verdad que relacionar estos temas con la política era muy extraño, porque los políticos tenemos que hablar de otras cosas y no de estas materias de humanidad».
Luis Mella (57) es un bicho raro en el universo político, pero un hito en las urnas. En cada elección sus votantes han crecido desde el 37% de las preferencias en 1992, hasta el 73% el año 2016. Médico de profesión, sigue recibiendo a muchas personas de manera gratuita hasta la madrugada en su consulta, que es abierta luego de que acaba el horario de trabajo municipal. Esto ha sido parte de la impronta que ha querido, con éxito, replicar en su gestión: un compromiso total.
Aunque al momento de este reportaje se encontraba de vacaciones, accede a que hablemos telefónicamente. Admirador del reino de Bután -uno de los primeros lugares en integrar el concepto de la felicidad como política pública- y seguidor del biólogo Humberto Maturana, quien estuvo el 2014 durante seis meses trabajando en Quillota, sus palabras surgen precisas como el corte de un bisturí: «Nos dimos cuenta que el concepto de calidad de vida se asocia mucho con cosas materiales y no llenaba ni satisfacía lo que queríamos como gestión local. Quedábamos cortos, se resolvían problemas materiales, pero la gente igual estaba mal. Ahí surge la felicidad como objetivo final de una gestión pública política local y ahí nos cambia la vida».
El trabajo del alcalde lo llevó, junto a su equipo, a identificar los dolores humanos de la comunidad y buscar vías para solucionarlos. Tomar al caído y levantarlo, sumado a la creación de un proyecto social de largo plazo, ha hecho que Mella haya ido a lugares tan distantes como Dubai, Ciudad de México, París o Medellín, exponiendo el modelo de Quillota. Precisamente en marzo fue invitado a Nueva York, junto a otros cuatro ediles latinoamericanos, por parte de la Fundación Ford y el secretario general de la OCDE, para contar su visión durante el lanzamiento de una campaña que busca el crecimiento integral de las ciudades en el mundo.
Don Luis, ¿díganos cuál es la receta para la felicidad?: «Debemos poner en el centro al ser humano, promover la solidaridad en nuestras vidas, que nos importe el otro sea quién sea. Hay que tener una mirada espiritual de la vida, que no es lo mismo que la religión… pero por sobre todo es el amor, el ingrediente más importante», dice al teléfono.
Quillota, sin grandes aspavientos, quiere compartir esta receta fundamental con todo el mundo.