Hace cinco años, Juan Pablo Rojas formó Deuda Educativa, un espacio para reunir a personas que tuvieron que pedir un crédito para poder estudiar. El camino no ha sido fácil, pero la experiencia lo ha convertido en un dirigente social cuya principal lucha es liberar de la deuda educativa a casi dos millones de personas y, de paso, ayudar a que en Chile se formen lideres capaces de ganar sus propias batallas.
Por Fernando Santibáñez. Fotos: Rudy Muñoz.
25 de abril de 1988. En los estudios de Canal 13 ocurre un hecho icónico para la época. Quien sería presidente de Chile en un par de lustros, Ricardo Lagos Escobar, miraba fijamente la cámara y emplazaba al dictador Augusto Pinochet a dejar el poder mientras lo apuntaba con el dedo, meses antes del plebiscito del Si y el No que acabaría, al menos de manera nominal, con la dictadura.
5 de octubre de 2018. «Con el mismo dedo que usted apuntó a Pinochet, yo lo apunto a usted hoy día y le exijo que le pida perdón a un millón de chilenos que usted endeudó con el CAE…» espetó Juan Pablo Rojas al mismo Ricardo Lagos, en medio de una actividad conmemorativa por los 30 años del triunfo del NO organizada por la Universidad de Chile.
Rojas era un niño cuando Lagos encaró a Pinochet. Su familia, cuenta, fue perseguida por la dictadura. Leonel Rojas, su padre, militó en el MIR. Hoy, a sus 38 años, Juan Pablo Rojas, abraza una lucha que busca que el Estado condone la deuda educativa provocada por el antiguo crédito fiscal, el crédito fondo solidario, créditos Corfo, créditos bancarios y el crédito con aval del Estado a cerca de dos millones de personas.
Poco más de un mes antes de que se vieran las caras con el expresidente, mientras participaba en la comisión investigadora del CAE en la cámara de diputados, Rojas hizo lo propio con Sergio Bitar y Nicolás Eyzaguirre. Ambos exministros durante el gobierno de Lagos, en las carteras de Educación y Hacienda respectivamente, exponían sobre la implementación del crédito. Rojas les llevó algunos dólares que iba a cambiar ese día y les pidió que se disculparan por «endeudar a más de un millón de estudiantes con el CAE».
«Llevábamos años tratando de hablar con
Lagos, años tratando de hablar con Bitar y con Eyzaguirre, ellos son
los principales responsables de la deuda que tienen miles de personas en
Chile», explica Rojas. Y es que desde el año 2007 Rojas se ha
convertido, poco a poco, en un dirigente social.
Vocación sin futuro
Con dos carreras inconclusas en el cuerpo, en el difícil ejercicio de encontrar la que llenara sus expectativas, Juan Pablo, puentealtino desde los 5 años, ingresó a estudiar ingeniería en gestión turística a los 22. A fines de su primer año, en su tercer intento por obtener un título profesional, volvieron los fantasmas de las dudas vocacionales hasta la cabeza de Rojas.
En el creciente mercado universitario chileno de 2003, una nueva carrera era promocionada en las plataformas de la época. Criminalística en la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM) se alzaba, según la publicidad, como una carrera de altas expectativas económicas y laborales para el futuro.
Eso lo sedujo.
Pero había un grave problema para Juan Pablo. La dictadura había marcado a fuego a sus padres por lo que todo lo que tenga que ver con actividades policiacas, detectivescas y de investigación, eran rechazadas por su familia.
Si quería ser perito criminalístico debía hacerlo en secreto.
Fue así como siguió sus estudios de turismo, de manera diurna, mientras que en las tardes asistía a la UTEM para comenzar la carrera de técnico en perito forense. Con un crédito de fondo solidario a cuestas, tenía que financiar sus estudios paralelos trabajando los fines de semana.
Cortaba pasto y vendía kutchenes. Las masas eran su especialidad. Desde los 12 años cocinaba todo tipo de bocadillos como empanadas, pan y productos de repostería. Todo para ayudar a solventar los gastos de un hogar en que vivía con su madre, luego de la separación del matrimonio Rojas Soto.
Las ganas que tenía Rojas de terminar su carrera en la UTEM le dieron el valor para hablar con su padre y contarle lo que estaba haciendo. «Me dijo que era una locura, yo también pensaba eso», cuenta Rojas, como muestra del alivio que le dio, al menos, liberarse de aquel secreto. Era su vocación y estaba dispuesto a dejarlo todo por eso.
Dedicándose exclusivamente a su carrera vespertina como técnico criminalístico, de día comenzó a trabajar en una fábrica de caucho, lo que le provocó una tendinitis que aún se cuida. Sacrificó buena parte de sus años de juventud por una carrera que no puede ejercer y de la que nunca se tituló, a pesar de cumplir con todos los requisitos para hacerlo.
«Yo no tuve apoyo de la UTEM para realizar mi tesis, pero sí de la Universidad de Chile, por lo que trabajé en ella en el campus Antumapu. Mi proyecto era sobre la llegada de algunos insectos a cadáveres de cerdos, con los que podía llegar a datas de muerte», explica Juan Pablo.
Para trabajar en este estudio tuvo que gastar dinero de sus ahorros. Debía comprar los cerdos que utilizaba en las muestras y, además, sacrificarlos. Dice que su trabajo fue elogiado, incluso, por la brigada de homicidios de la Policía de Investigaciones.
Pero desde la misma PDI le avisaron que algo andaba mal. «Me dijeron que mi tesis era muy buena, pero que yo era víctima de una estafa», recuerda Rojas. En Chile, solo la policía puede ejercer labores forenses profesionales, por lo que todas las promesas de trabajo y buenos sueldos eran una falsa esperanza en la que una universidad del Estado estuvo involucrada.
«Todo
esto me generó una gran depresión, el tiempo que dediqué a mi carrera, a
trabajar», afirma Rojas. Su piel se despigmenta en algunos lugares.
Padece de vitíligo desde que comenzó todo este problema que lo tiene en
la primera línea de organización de quienes se sienten estafados por el
sistema educativo chileno.
La deuda los une
Fueron casi diez los años en que, Juan Pablo como vocero, miles de jóvenes de la carrera de criminalística pelearon en tribunales para ser indemnizados por la Universidad que le quitó sus sueños. La reparación era lo mínimo esperable para una situación, a todas luces, injusta.
«Se suicidaron compañeros, otros sufrieron enfermedades, esperando por una solución que nunca llegó», señala. Y es que en 2016, perdieron la demanda por publicidad engañosa en contra de la Universidad Tecnológica Metropolitana, por lo que decidieron recurrir hasta la Corte Internacional de Derechos Humanos para que se les otorgue una solución que en Chile nadie se ha dignado a entregar, instancia en la que están actualmente.
A medida que pasó el tiempo en que Juan Pablo ejercía como dirigente, el despertar del movimiento estudiantil lo unió con otras organizaciones de lucha por los derechos en la educación. Así, entendió que el punto en común que tenían todas las organizaciones era la deuda que mantenían con alguna entidad, ya sea universidad, banca o créditos CORFO.
Fue así como nació en 2013, Deuda Educativa, un movimiento que Rojas define como «de carácter noble y, además político», debido a las implicancias que tiene como organización social. «Michelle Bachelet en su campaña de 2013 prometió gratuidad y fin al lucro, por lo que esperábamos que se hablara de condonar la deuda de los créditos, ya que eso es directamente lucro», aclara.
Pero no se habló de la deuda. «Sebastián Piñera tiene una gran oportunidad que Bachelet ya se farreó que es condonar la deuda educativa», vaticina. El Crédito con Aval del Estado ha sido otorgado, desde su creación, a cerca de un millón de estudiantes.
Actualmente, Rojas y sus compañeros de deuda educativa trabajan activamente en seis demandas colectivas interpuestas a seis bancos por la ilegalidad del Crédito con Aval del Estado. Esto lo sostienen con argumentos jurídicos y técnicos gracias a la ayuda de múltiples profesionales.
Rojas destaca al profesor de derecho Belisario Prats, quien trabajó en la banca por más de 10 años y fue quien analizó las cláusulas del contrato que firman todos los beneficiarios del CAE al momento de utilizarlo para estudiar.
«Es
un crédito bancario que te lo venden como derecho social. Se genera un
contrato de adhesión en el cual tú no puedes estudiar si no lo firmas»,
detalla Rojas. La ilegalidad del crédito es el caballito de batalla para
defender a toda costa el derecho a que la deuda bancaria sea condonada.
«Si a Johnson le perdonaron la deuda, ¿por qué a nosotros no, si ese
dinero es de nuestros propios impuestos? «, se cuestiona el dirigente.
Tarda, pero llega
Cualquiera creería que después de pasar por cuatro carreras universitarias, con una que, incluso, terminó, pero que jamás pudo ejercer, Rojas estaría desanimado. Sus ojos brillan cuando relata los casos que llegan hasta la oficina que están armando en el centro de Santiago junto a otros dirigentes y que será para darle un espacio físico a Defiéndete. Un proyecto que busca reunir causas sociales y ser un actor determinante en la formación de dirigentes sociales que tengan estrategias para llevar sus luchas hasta el final, sin claudicar.
«Tengo que usar dos celulares porque me afecta en la vida personal cada llamado que me llega, la deuda es un problema social, un problema que afecta a la familia chilena», dice, emocionado. En la actualidad, Juan Pablo está estudiando derecho de manera vespertina. Lo hace en la Universidad de Las Américas para, dice, conocer a Pilar Armanet. La abogada, militante del PPD y que defendió el lucro en la educación ante el tribunal constitucional es docente de su carrera.
Juan Pablo Rojas advierte que les darán los próximos tres años a los diputados para que trabajen en esta demanda que atañe a millones de estudiantes. «Si no lo hacen, nosotros vamos a poner candidatos muy fuertes en sus distrito y los vamos a sacar del congreso», adelanta.
Y es que Rojas es, actualmente, un dirigente social con más de una década de luchas y en los que no ha sido escuchado como ha esperado tanto tiempo. «Hay gente del Frente Amplio, que fueron los únicos que acogieron nuestras demandas como parte del programa de gobierno, que nos ha hecho la cama», acusa. «Miguel Crispi, cuando trabajó asesorando al Mineduc no quiso ayudarnos, a esos diputados vamos a enfrentar. Nosotros esperábamos más de Boric y de Jackson, pero el apoyo fue tibio», afirma.
A pesar de todos los obstáculos derribados y los que están por venir, Rojas parece sacar fuerzas de flaquezas. Está seguro de que ganarán las demandas. Da un plazo de cinco años para que se condone la deuda. «En el futuro me quiero ir al sur. Santiago representa al Chile enfermo, pero aún hay que luchar por estas causas nobles», relata, mientras recibe llamados en sus dos teléfonos. Porque a pesar de lo que dice, parece difícil desligarse completamente de esta causa, su verdadera vocación.