Pepe Mujica
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Pepe Mujica: “El cáñamo nos acompaña desde que descubrieron América”

Archivo Cáñamo, agosto 2013

Edición n° 76

En noviembre del 2012, Informe Especial emitió el programa “Marihuana: Se prende el debate”, constituyendo un verdadero hito en cuanto a reportajes periodísticos sobre el tema. El notable trabajo del periodista Alejandro Meneses, incluyó una entrevista ni más ni menos, a Pepe Mujica, Presidente de Uruguay. Gracias a Alejandro Meneses, a la cooperación del equipo de Informe Especial y a TVN, le entregamos la versión in extenso de la visión de este humanista, ex guerrillero, del Presidente, Pepe Mujica.

Por Alejandro Meneses para Informe Especial / Edición por equipo Cáñamo.

¿Cuál es la cosmovisión que tiene en torno a la marihuana?

Bueno, el cáñamo nos acompaña desde que descubrieron América. Venía en las velas, venía en las copas. Es una vieja compañera del hombre. Y no merece la fobia que se ha generado luego de algunas decisiones de Estado, de persecuciones. Creo que ha sido una plantita muy útil a lo largo de la humanidad, pero no podemos tener ningún fetiche con ninguna planta. Al fin y al cabo, los animales somos parásitos del mundo vegetal. Directo o indirecto. Y una cosa fuéramos, que nos diéramos cuenta si la función biológica que hay más importante de la tierra es la fotosíntesis. Sin ella, no podríamos vivir. Entonces, hay que tenerle gran respeto y profunda devoción. Yo no puedo practicar ninguna creencia de carácter religioso, pero casi le diría que soy un tanto panteísta y admiro la naturaleza.

La marihuana no tiene la culpa de lo desaguisados que somos los hombres, ni es responsable del narcotráfico. Esa es otra historia. Las drogas, además, han existido siempre. Hace milenios que existe. El Imperio Romano, con su formidable organización, utilizaba algunos derivados del opio para ayudar para ayudar a bien morir a pacientes dolorosas, incurables. También han cumplido su aporte. Y lo sigue haciendo. Desde ese punto de vista, son una bendición. Hemos hecho otras cosas, pero todavía estamos en una etapa que es distinta. A mí no me aterran tanto las drogas, pero si toda adicción es mala.

Creo que la única adicción buena es el amor, todas las demás me parece que son malas. Pero, tengo la sensación de que la declaración de guerra al mundo de las drogas, ha disparado un mecanismo de mercado clandestino, que es el verdadero problema. Problema mucho más grave que la drogadicción, es el narcotráfico. ¿Por qué? Porque envilece nuestras sociedades y corrompe la justicia, estamentos políticos, nombra candidatos, procesa el crimen en masa, domina territorios, nos hace perder la vergüenza en gran escala, y las consecuencias son mucho peores que la droga. Pero sobre todo, vuelca al mundo de la clandestinidad a un conjunto de gente que, en gran medida, hay que considerarlo poco menos que enfermos, pero al estar clandestino y en manos de un mercado negro, son juguetes de cualquier cosa. Este, y después están los hechos: cada vez gastamos más en policía, más en cárceles. En Uruguay hay nueve mil presos: nueve mil. Somos un pequeño país de 3 millones 200 mil personas. Hay nueve mil presos. Tres mil y pico por asuntos colindantes con la droga. Pero lo peor de esto, es que tiende a crecer. Han aparecido cosas en Uruguay que no existían: el ajuste de cuentas. El ajuste de cuentas es hacer matar por sicarios a gente que tiene deudas por asuntos de drogas. 

¿De ahí parte el Proyecto de Legalización de la marihuana? ¿De una consecuencia que ustedes visualizaron?

En realidad, lo nuestro no es un problema de legalización, es un problema de regulación. De un mercado que ya existe. El mercado existe. Pero, a veces, para sustituir la marihuana, porque la marihuana tiene como defecto su gran volumen, lo que hace más difícil el tráfico. Entonces, aparecen drogas como la pasta base, que no es otra cosa que un residuo de la industria de la cocaína, con una cantidad de venenos que son tóxicos y que es muy barato, y que trabajan una franja de gente para hacerse adicta, y después también se hace traficante. Traficante en pequeña escala, para obtener la dosis que necesita. Todo ese mundo ya existe. Y cuando nosotros hicimos la regulación nos referimos a esto. A la posibilidad de darle la oferta de la marihuana a quién la consume controladamente, asegurarle que sea un producto no venenoso. Darle cierta ración y si el individuo se entra a pasar, tratar de influir para que se trate. Pero que no tenga la dependencia de un mecanismo que es clandestino, con todas las consecuencias que tiene. Pero se trata de combatir ese mercado, arrebatarle el mercado, es decir, con la ventaja de la legalidad y de la regulación, vender un producto en condiciones que el otro no puede competir. Porque por el afán represivo estamos perdiendo. Le queremos quitar el mercado. Controladamente. Pero no para favorecer que la gente consuma. No, por el contrario: para tener identificado lo que consume y tratarlos como corresponde. Y no con este desorden, con este caos, que hay un montón de gente que ehhh…En Uruguay no se pena el consumo, pero somos hipócritas, porque no se pena el consumo, pero después si se pena el tráfico.

¿Por qué se produce esta incongruencia, tan de fondo? No solo en Uruguay, sino en toda la región.

Yo creo que los aparatos represivos y todo el estamento, todo lo que se ha construido para combatir el narcotráfico, tiene su modo de vida. Vive de esa represión, y genera también ideas. Y luchan por su vida. Cualquier ser social que usted construye en colectivo, después tiene que justificar la razón de su existencia. Y está peleando. Hemos inventado una maquinaria a nivel del mundo para combatir esto, y esa maquinaria quiere vivir, y está generando ideas. Y además se apoya en el sentido conservador, en el temor de la gente. El temor a lo desconocido. Y cuando uno dice “el Estado va a vender”, (ellos dicen) “eso es imposible, entonces la gente va a comprar”. Se hace la idea que va a entrar el consumidor a un café “y deme, este, dos paquetes de”….Nosotros no planteamos nada de eso, porque, a su vez, la tecnología nos da ciertos elementos que antes no existían. Podemos trazarla. Eso qué significa: que si aparece un cigarro, al otro lado de la frontera, nosotros sabemos a quién se lo vendimos, porque nosotros no queremos exportar esto. Tampoco queremos hacer un turismo con nada de eso, pero creo que, técnicamente, Uruguay es un país muy pequeño. Hemos calculado, con unas ciento y poco hectáreas cultivadas en algún lugar, que nosotros tenemos asegurado el eventual consumo. No estamos hablando de barcos cargados ni nada por el estilo. Este, cualquier unidad militar lo puede controlar eso, en algún lugar.

¿Cómo parte? ¿A quién se le ocurre esta posibilidad de regular la marihuana en Uruguay? Porque hoy día ha generado un debate regional, creo que como muy pocos temas, ha prendido y muy fuerte. Las familias lo están conversando, la información está fluyendo.

Bueno, yo creo que ha habido muchos francotiradores en el mundo. Hay unos de ellos, es un viejo economista, que no es precisamente de mi escuela (risas)…Es un recontra liberal, y hace una comparación con lo que pasó con la Ley Seca, en la década del 30. Ese es un ejemplo vivo. Ahora, para los uruguayos, claro, como nosotros somos un país muy pequeño, no resonamos en el mundo. Pero en el Uruguay, en la década del 20, el Estado nacionalizó la producción de alcohol de boca, y lo tuvo en el Uruguay, lo manejo es estatus para evitar los alcoholes de madera entreverados, que envenenan a la gente y eso. Y tomo esa decisión el Estado. Esto lo maneja el Estado. Le damos bebida buena a la gente, y le sacamos un margen para la salud pública y para campañas contra el vicio del alcoholismo. Esa es una decisión que tomó el Estado. Al mismo tiempo que reconoció la prostitución, ¿no?. Este la puso a la luz del día, y sacó un permiso público.  Revisaba a las mujeres que trabajaban en la prostitución, se les daba un carnet, etcétera, etcétera. 

Nosotros tenemos tradición. Somos herederos de una tradición, ¿verdad? Y tenemos un estado audaz, porque estamos hablando de 1910, 1915. Entonces, nosotros dándole una vuelta a este problema, llegamos a esta conclusión: Por la vía represiva nos parece, y lo entramos a discutir entre nosotros, y bueno, fermentó esta idea. No sé si la podremos llevar a la práctica, no sé.

Hay una discusión: si es buena o es mala. Algunos la ponen como inocente. Yo creo que toda adicción es mala, el asunto son los márgenes. El alcohol también es malo, pero todos tomamos algún whisky, tomamos esto o lo otro. Y no hablemos del cigarro, que debe ser la peor adicción. Pero le vuelvo a decir: mucho peor que la droga y la drogadicción, es el tráfico de ella. Es eso lo que viene prostituyendo nuestra América. Ese es el problema. Y después cuando uno se entera, que ha habido en distintas edades cultivadores de amapola, y los egipcios y los romanos. Uno dice ¿pero qué estamos haciendo nosotros? ¿Poniéndonos de inocente, de tiernas palomitas, horrorizándonos?

En gran parte de nuestros países en la región está permitido el consumo, pero, por otra parte, no se establece cantidad, y tampoco se permite el autocultivo. Entonces, finalmente, en la práctica, la gente que tiene buena situación, un buen abogado, siempre es un problema sanitario, pero la gente que no los tiene, terminan siendo criminales. ¿Qué piensa respecto de esta situación?

Bueno, como en tantas cosas de nuestra vida contemporánea, la dolorosa diferencia de clase, los distintos estatus también se reflejan en políticas efectivas distintas. Somos teóricamente iguales, pero teóricamente. Después, desde el punto de vista práctico, no somos tan iguales todavía. Luchamos por acercarnos a eso, pero estamos muy lejos. Y hay una humanidad severamente postergada, que también se refleja acá. Por lo menos en nuestro país tiende a ser la “carne de cañón”, componen el pequeño ejército de los vendedores, que con contraer servicios se transforman en vendedores por aquí por allá. La venta al menudeo, un “chiroleo” para asegurarse. en parte, la dosis que necesitan. Y a veces. compran y a veces no compran. Y tienen deuda, y después le ajustan las cuentas y etcétera, etcétera.

Todo esto es un engranaje perverso. Con una cantidad de perversiones, no es que algún cerebro maléfico se haya puesto a planificar esto. Es un mercado clandestino y perseguido, cumple con los siguientes requisitos: es un mercado que tiene una franja de clientes esclavizados, lo que detenta el vicio. Tiene una situación casi monopólica, porque tienen muy pocos competidores, son pocos los que se arriesgan. Tercero, como tiene una alta tasa de ganancia, puede correr altos riesgos, y tiene recursos en gran escala, como para poder defenderse, prosperar, y está haciendo una acumulación de carácter capitalista, como el que puede pasar en cualquier otro mercado. Pero supongamos: en el mercado de la carne existen muchos importadores de carne que compiten entre ellos; en el mercado de la droga son pocos. Y al tener una represión en frente, no tienen competidores a la vista. Entonces, gozan la formidable situación monopólica, donde imperar además con el precio. Desde ese punto de vista, es un espléndido mercado. Tiene todas las condiciones, con una altísima tasa de ganancia y este fenómeno de las altísimas tasas de ganancias es lo que explica la metodología, el poder y los medios que tienen. Frente a eso, ¿nosotros qué levantamos? Levantamos un engranaje represivo, que está expuesto a la vulneración del poder económico que tiene, porque no le podemos pagar tanto como le puede ofrecer, eventualmente, el narcotráfico, cuando le convenga. Entonces, por eso es una guerra que estamos perdiendo. 

¿Hay que legalizar, hay que regularizar, o hay que despenalizar?

Yo creo que hay que regularizar y el estado debe de cargar con esa responsabilidad, y debe de tratar de identificar y atender a la gente que está verdaderamente enferma a esto. Y debe disputarle el mercado al narcotráfico, en todo lo posible. No alcanza con la represión. La represión sin la lucha en el mercado es insuficiente.

¿Cómo ha recibido esto la comunidad internacional? ¿Ha tenido feedback, un termómetro respecto a como lo ven otros países, por ejemplo?

Es interesante, porque hemos dado el debate en varias partes. Somos medios cobardes, me parece. Mundialmente a los Estados no les gusta reconocer el fracaso. Los Estados están manejados por políticos, y los políticos le tienen terror a la palabra fracaso. Y entonces tratamos de, necesitamos, engañarnos a nosotros mismos, y nos parece que podría mejorar el espectro represivo, o nos damos explicaciones como esta: “Sí, pero si  no se hubiera combatido, cuáles serían las dimensiones de este vicio”,  y es un poco como decir “Si mi abuelita tuviera ruedas, sería una carretilla”. Yo qué sé, yo qué sé. (Risas)

Ex Presidentes, entre ellos Bill Clinton, el Presidente Cardoso; el Presidente Lagos, en Chile; el presidente Zelaya; el Presidente González, en fin…Todos dicen que se perdió la guerra contra las drogas, y que hay que cambiar el paradigma, pero lo hacen desde fuera del ámbito del poder.

Porque se fueron del gobierno (risas). Se fueron….porque esto tiene costos políticos. Esto tiene un costo político duro, porque uno se enfrenta con una opinión pública que está formada de determinada manera y que tiene determinado estereotipo. Y ello significa un costo político, porque hay que tratar de darla vuelta y de convencerla, y eso no es sencillo. El político que está en el ejercicio del poder lucha, también, por perpetuar su corriente política y todo lo demás. Y esa es la cosa curiosa: los que se fueron del gobierno, y que ya no aspiran a volver y cosas por el estilo, y que manifiestan lo que piensan, pero cuando estaban en el Gobierno no tenían la misma audacia, ¿no es verdad? Este…Yo lo entiendo que esto tiene implicaciones, porque bueno, la política tiene su orilla amarga, también…Tal vez seremos, no sé, nuestra vida ha sido así. Nosotros luchamos por que nuestra fuerza política continúe sobre el cambio y todo lo demás, pero sentimos la necesidad imperiosa de decirle a la gente con claridad lo que pensamos. Y sabemos lo siguiente: si no nos da la razón hoy, algún día se va a tener que dar cuenta. Pero ese día estará más cercano si emprendemos esta batalla. Porque esta es una batalla, en el fondo, del convencimiento, por entender, estas lógicas que hemos estado hablando. 

¿Esta batalla la gana en su Gobierno? 

No sé si la gano, no sé si la gano.

¿Y qué le dice su sexto sentido?

Que voy a tener muchos problemas. Que tengo a favor mucha gente joven que lo entiende, pero este es un país de viejos. Los viejos son mayoría…Este…se me asustan, se me asustan….

¿Cuál es la reflexión que le gustaría compartir con la gente en Chile? Al chileno también le cuesta mucho transparentar el debate, ¿cuál es el mensaje para la juventud chilena?

Bueno, cada pueblo tiene su derrotero, tiene sus caminos, nosotros somos un pequeño país sin terremotos, este, de tierra muy asentada. A veces, los terremotos son intelectuales, como en este caso. Pero lo que les pido a los chilenos es que hagan un balance, un balance de resultados efectivos que han tenido en los últimos 20, 25 años en materia de represión a la droga, y que ha pasado en la realidad. Si hacen un balance de esos, por lo menos le van colocar en tela de juicio. Por lo menos la van a mirar con un ojo crítico, y a cualquier país de América Latina nos pasa eso. De pronto, no encontramos herramientas. Pero vamos mal. Por el camino que vamos, vamos mal. Vamos mal.

Preferiría tener el doble de gente enferma con la droga, que puede ser de viejo, pero a la luz del sol. Conocerla, atenderla, no menospreciarla, y tratar de recuperarla. Mientras sigamos con este camino, clandestino, mentiroso y cínico, tenemos gente enferma que no atendemos y dejamos regalada.

En el fondo, por falta de coraje y de revisar ciertos estereotipos que tenemos. Tenemos egoísmo con nuestros compatriotas, considero. No puedo resignarme a que haya gente enferma, y que no pueda dar una batalla para tratar de ayudarlos a que salgan de eso, no puedo resignarme. Que es difícil y que tiene dificultades, sí, sí. Pero por el camino que vamos, estamos desperdiciando la plata en aparatos represivos, cárcel y la cosa siempre corriendo de atrás. Preferiría gastar en medicina, en centros de atención, etcétera, y no tener que gastar en cosas represivas. Y bueno, si estoy equivocado el tiempo lo dirá.

Esto requiere de una unidad regional. Tenemos que estar unidos…de alguna u otra forma, sintonizados. Porque si no, no tiene ni un sentido.

Yo sé que tenemos que estar sintonizados, pero alguien tiene que arrancar. Alguien tiene que arrancar. Nosotros somos un pequeño país. Con las dimensiones del experimento, ¿verdad?. No le podemos pedir esto que arranque en Brasil, que tiene favelas en pila, porque va a tener un miedo terrible de equivocarse. Nosotros tenemos las dimensiones de ensayar, y de intentar aprender las dificultades que puedan tener otros caminos. 

De ser la Suiza de América.

Siendo el Uruguay bien, de acuerdo a nuestra tradición, alcanza. Porque no tenemos vocación de banqueros (risas).

Dicen que la primera regla del prohibicionismo, para los cristianos, se dio en el Jardín del Edén y no tuvo resultados. El Estado, hoy día, tiene que decir “bueno, hay una manzana verde y una roja, si la quieren comer vean las diferencias de cada una”, ¿se trata un poco de eso?

Sí, sí. Yo creo que el Estado no debe renunciar, no puede ser neutral ante estas cosas, tiene que comprometerse. Y es un instrumento que si no se compromete a estas cosas no tiene mucho sentido. No podemos cruzarnos de brazos, y ver una parte de nuestra humanidad que está enferma, tirada ahí, como dejada de costado, como despreciada. Y no hacemos otra cosa que azuzar un látigo, y creer que lo vamos a resolver con métodos represivos. Y los hechos, durante 40, 50 años porfiados, nos demuestran que por ese lado no. Después de lo que hemos visto en México, lo que hemos visto en Colombia, ¿qué queremos? Este, ehh…no sé, de lo que vemos en EE.UU. Porque si la primera potencia mundial, con los medios que tiene, con el peso de sus inteligencias universitarias, el precio de la droga tiende a bajar en las calles de Los Ángeles, por concurrencia, por abundancia, tenemos que dar…¿cuál es el resultado de esa política represiva?

¿Ha tenido presiones?

Sí. Han dicho que iban a venir a discutir con nosotros y todo. Y discutimos hasta las “jaranas griegas” ¿qué vamos a hacer? (risas) Yo qué sé… Nos acusan con esto y con lo otro y el convenio internacional, pero los convenios internacionales están ahí, y tanta cosa y convenios internacionales en materia de DDHH, en materia de tanta cosa. Hay tanta cosa. 

Muchas veces no representa lo que hay aquí en la región ¿Es ese, finalmente, el gran problema? Que todas estas grandes políticas, estos grandes tratados están pensando en otros intereses y no los nuestros.

Por lo menos no en respuesta de nuestra realidad. No dan respuesta a nuestra realidad. Y además, mire, hay un cuento: dicen que…dicen que Dios, cuando organizó el mundo, le fastidiaba que algunos animales se comieran a los otros, ¿verdad?. Y sacó un decreto, prohibiéndole a los animales que se comieran los unos a los otros. Entonces había un lorito en una palmera, y pasó una liebre corriendo y la perseguía un tigre muy largo, y el lorito le decía “¡Mostrale el Decreto!” (Risas). Bueno, ¿por qué le cuento esto?

Los convenios internacionales, todo eso, ¡qué se los vayan a mostrar al narcotráfico! ¡A ver si al narcotráfico le vale una pelota!

Es eso. Nos encontramos con una delincuencia organizada que ha encontrado una forma de acumulación de riqueza, en un mercado cuasi monopólico y dominado, y no lo arreglamos con literatura esto. Lo quisimos arreglar a los cañonazos, y tampoco lo podemos arreglar. ¿No será hora de que empecemos a ensayar otras cosas? ¿otros caminos? Téngase presente lo siguiente: que nosotros hemos hablado y lo que estamos planteando es para marihuana. Y hasta ahí llegamos. Porque somos conscientes de que hay que aprender y experimentar, y eso nos parece de que hay una  muchachada que, de vez en cuando, fuma un porro, en todos lados, que tampoco son viciosos…o del otro mundo. Fuman un porro como una aventura cualquiera de una reunión de gente. Nosotros no queremos que esa muchachada se desvíe y se vaya del circuito. Queremos mantener relación con ella, queremos tener una actitud de sociedad que integra y no que segrega. Porque parece que fuera una cosa espantosa ¡una muchacha que se fuma algún porro!. Y no es así. Con eso, lo único que estamos ayudando es tirarlo para el otro lado. Ya demasiadas desgracias tiene esta sociedad para que le multipliquemos los problemas. Si mañana saltara una actitud igual con el cigarro, ¿qué haríamos? ¡Estaríamos puestos una sangría! Que se puede plantear perfectamente. Si sacamos la influencia del cáncer y todo lo demás ¡por favor! Podríamos prohibir el cigarro…y tendríamos, tal vez, tantos o mayores fundamentos científicos para hacerlo que los que podemos tener con la marihuana. ¡Sin ninguna duda! Porque no hay ninguna duda del punto de vista…tal vez haya alguna una sacro santa multinacional atrás de los cigarros que santifica (risas)

Hoy día, respecto de este proyecto para regular la marihuana ¿qué es lo que hay concretamente? 

Hay un Proyecto de Ley que está en el Parlamento, con una comisión especializada que lo está discutiendo y que se junta con otro par de proyectos, que tienen origen en los diputados, que se está discutiendo en su conjunto.

Pero en la práctica, ¿estamos hablando de que el Estado se va a hacer cargo en cierto lugar, con terrenos fiscales? ¿a través de concesiones? ¿el Estado va a plantar? ¿va a distribuir? ¿va a vender? Eso es lo que me interesa saber, en términos generales.

Lo que pasa es que nosotros no podemos decidir algo que depende de una ley muy discutible, que la va a sacar el Parlamento. Nosotros hemos construido investigación, y tenemos un conjunto de hipótesis. Es posible, es posible. No quiere decir que esté decidido, que el Estado a través de algún mecanismo oriente el cultivo y lo tenga controlado de alguna manera. Y es posible que utilice para la distribución alguna de las cadenas que existen en este país, y que están montadas para cuestiones financieras y que tienen control, por razones de seguridad. Hay una red de cosas que están hechas para cobrar la luz, cobrar el agua, para cobrar una cantidad de cosas, que tienen mecanismos de seguridad, y que perfectamente podrían expender a gente que se identifica. Y todo eso, ir a un información central donde se lleva cuenta de lo consume la gente, porque lo que queremos reservar es si llegamos que 25 cigarros son una ración mensual, soportable, llevadera, y alguien intenta consumir 100 o 50. Bueno, ahí le tenemos que decir: “muchacho, te tenés que tratar” ¿verdad?. Este…todo eso va a tener sus dificultades,  pero estamos en la época de la informática. 

Sobre la idea de este registro de consumidores, hay voces que plantean ¿por qué tendría que identificarse si los consumidores de whisky no tienen que identificarse para consumirlo?

Es cierto, ese reproche puede caber. Pero nosotros tenemos el problema que una cosa es atender, y otra es propiciar el tráfico, de que eso se transforme en una desviación. Si lo miramos del punto de vista individual, el reproche cabe, pero tenemos que verlo del punto de vista del lado social y tenemos que pensar en los vecinos. Somos un país frontera. Nosotros no queremos servir de elemento exportador de la droga para los vecinos, porque sería una situación, este…muy penosa. ¿Verdad? Por eso tenemos todos esos dilemas. Por eso yo le insistí en la palabra. No es legalización, es regulación. Nosotros no legalizamos, porque si alguien se pone a traficar, lo vamos a combatir. No queremos tráfico. Es una gran diferencia.

Ahora, en el ámbito político, atendiendo a eso ¿cómo han andado las encuestas? El termómetro que tiene usted con lo que dicen los uruguayos.

Por ahora somos minoría. Por ahora la gente está asustada. Pero estamos ahí. Estamos cercanos, por eso no estamos apurados. Esta es una discusión que en el mediano plazo, algunos meses, nosotros  creemos que la podemos ganar.

Este Gobierno saca el proyecto entonces

Sí, nosotros pensamos que si el Parlamento nos acompaña, lo sacamos. Ahora, no podemos dividir al país y meterlo a esto como una causa de vida o muerte. No. Porque gobernar es convencer. Gobernar en un sentido profundo es también convencer. Si yo le aplico prepotencia y nada más que eso, mucha gente no entiende, va a establecer una resistencia, va a ser negativa. Tiene que haber, particularmente, el caudal de gente joven. Más vale demorar un poco más y ganar la ‘entendedera’ de la gente. Porque si no, son medidas administrativas. Y no se cambia la Historia con medidas administrativas. 

En relación a su historia personal, tanto que le gusta la chacra, la tierra, la naturaleza. No me contestó muy bien al principio sobre la marihuana a través de su vida. ¿Conoció gente que la consumiera, que fuera cercana suya?

No, no, no, no, Para nada, nunca tuve nada que ver con este bichito, ni nada, pero no me espanta tampoco.

Ni siquiera una….

No, no, estuve muy fuera de la bohemia intelectual…Yo me metí a cambiar el mundo. Mis amistades eran revolucionarias, clandestinas, fumadores de tabaco barato, de vestimenta severa y de vida muy alejada de las displicencias intelectuales, porque manejábamos mucho peligro. Y bueno, se me fueron mis años de juventud en eso. Pero no tome esto como una visión crítica hacía otros jóvenes, no.

¿Ha consumido marihuana alguna vez en su vida?

No, no consumí… por accidente, por las cosas que le explique, por mi forma de vida. Voy a tener que consumir cualquier día de estos, porque van a pensar de que soy un careta o algo por el estilo. 

¿Le gustaría probarla?

Y sí, la probaría como tantas cosas. No tengo mayor problema con eso. 

¿Hoy tiene amigos que fuman marihuana?

Sospecho que sí, sospecho que sí. No me lo han dicho, pero sospecho que sí.

Perfecto, hemos terminado. Muchas gracias, Presidente.

Gracias a ustedes, muchachos. Y bueno, mis saludos a Chile.

Agosto 2013. Edición n° 76.