Oye, despierta, si el mundo está hecho de migrantes
Fue el encargado de cerrar el último día de Expoweed 2018. Arriba del escenario, Joe Vasconcellos parece olvidar que en septiembre sufrió un grave accidente que lo tuvo hospitalizado por varias semanas. Pero más allá del accidente, Joe sigue conectado con su público a través de un repertorio que traspasa generaciones. Para muchos, sus canciones son la banda sonora de su vida. Nosotros conversamos con Joe Vasconcellos días antes de que se subiera al escenario y le preguntamos justamente por lo que representan sus canciones, la vida migrante que le tocó llevar, su relación con la marihuana y cómo es eso de ser chileno.
Por Carlos Matínez Ramirez / Fotos Ronny Belmar
Hay ciertos temas que son transversales en tu música y que están siendo contingentes. ¿Cómo ves lo que sucede en el país desde tu posición de músico?
Yo soy un trabajador que de alguna manera se
alimenta de la realidad. Soy un juglar, por eso no levanto banderas
políticas, porque si no, no puedo seguir. Si levanto una bandera, me
dedico a esa bandera no más; no puedo ser partidista. Tengo que ser
libre de opinión, porque se necesita la crítica del músico, quien viene a
ser el loco de la corte. A parte, el llegar a Chile en la época de la
dictadura, pertenecer a un grupo que se llamaba Congreso, te llevaba a
desarrollar un nivel de metáfora a otro nivel. Al nivel de que nosotros a
veces hacíamos temas sin letra, temas instrumentales, pero era tan
claro el mensaje que era como si estuviésemos cantando una letra.
Pero has escrito canciones como Hijo del sol Luminoso o Che, que abordan directamente el tema indígena.
Sí,
pero he sido discreto con la causa mapuche, porque también soy muy
ignorante respecto a eso. Cuando hablo de eso, hablo desde el corazón,
el amor y el cariño que les tengo a mis peñis, que son entrañables, que
son mis amigos; siempre han sido derechos, siempre me han entregado
magia, me han entregado amor por esta tierra hermosa, responsabilidad
por esta tierra hermosa. Entonces por eso yo trato, cuando hablo del
tema, trato de ser discreto, cauteloso, para no meter las patas y no
parecer un gringo que se quiere adueñar de algo.
En ese sentido y siguiendo con el tema indígena, en tus canciones sobre este temática pasas de una búsqueda reivindicativa de lo que es ser indígena a una posición más rockera, más agresiva.
Más
agresiva, porque la cosa está más agresiva. Pero ojo, nunca ha dejado de
ser lo que es. La Violeta ya lo cantaba hace tiempo. En Run Run ella
nos habló de Chañaral, que se venía abajo el agua y venía con todo. Si
uno escuchaba la canción Arauco tiene una pena, es una historia de
injusticias en que uno se pregunta a quién le conviene, quién gana con
esto. Cuánto sale un G.I. Joe de esos con todas esas cuestiones, cuánto
vale. Quién vende esas cosas, esos cascos. Quién gana con eso. La otra
vez estaba leyendo sobre la guerra en Irak y cada soldado les costaba a
los gringos 250.000 dólares al día. Una locura.
Otro de los temas también transversales en tus canciones tienen que ver con la migración. ¿Qué te parece esta idea, que se disfraza como ayuda humanitaria, de este retorno de migrantes?
Primero, es
un fracaso, todo mal. Y estas actitudes de humillarlos frente a las
cámaras, ocupando espacio de televisión para mostrar que le ha ido mal a
un hermano que vino y apostó, eso me parece vergonzoso, me da vergüenza
ajena ver autoridades en esa parada. Qué manejo tan perverso de los
medios. Y lo que me parece más sórdido es la gente que dice, no, está
bien, la raja, que se vayan esos negros a su país. Como también están
los que ya entienden que son hermanos.
Pregunta recontraobvia: ¿por qué es tan importante culturalmente que un pueblo acoja a los inmigrantes?
Nosotros
somos hijos e inmigrantes de todo tipo. Por parte de mi abuela materna,
ellos vinieron de Birmingham a Tocopilla, de una ciudad industrial
deprimida de Inglaterra. Ahí conoció a mi abuelo que era chileno, me
parece que trabajaba en la compañía de teléfonos y ahí conoció a la
gringa, en Tocopilla. Hay parte de mí que viene de ahí. Nuestra historia
de inmigración fue una historia de mucho dolor. Piensa que era Primera y
Segunda Guerra Mundial y muchos venían a Sudamérica, y muchos ya no
eran aceptados en Brasil, ni en Uruguay ni en Argentina, entonces se
quedaron flotando en el Atlántico y se fueron a Chile pasando por el
Estrecho de Magallanes. Entonces piensa cuántos de esos inmigrantes
llegaron rechazados, no los quisieron. No existiríamos, no tendríamos
cueca, ni empanada, ni cazuela, y ojo que quizá no tendríamos el trompe,
porque dicen las malas lenguas que el trompe lo introdujeron los
herreros toledanos que venían con los españoles. Era un instrumento
judío. Entonces como los herreros eran sefardíes, ellos no tenían que
ver con la guerra ni con la reina, ellos venían trabajando las armaduras
de los soldados. Entonces la inmigración es fundamental en todos los
países, es ahí donde empieza la riqueza. Y hoy el mundo es un pañuelo.
Por eso, cuando abres tu puerta, tienes que aceptar todo, no es que vas a
seleccionar, «ah, no, solamente ingenieros gallegos». No, tienes que
aceptar, y ofrecer condiciones para que esas personas se vuelvan útiles a
la sociedad y junto con eso viene la arepita, viene el cajón, vienen
tantas cosas. Probablemente si no hubiésemos tenido la fiebre del axé
todavía tendríamos problemas pa mover las caderas, pero ahora todo el
mundo sabe. Entonces, la migración es fundamental, pa renovar los aires.
Cuando tú no puedes viajar, de repente el que viene de afuera te
muestra que hay otras formas de vivir, que hay otras formas de ser
feliz, que hay otras cosas que se comen.
Va enriqueciendo tu cultura.
Claro.
Me acuerdo de una vez que leí que a Winston Churchill, cuando iba a
entrar en la guerra, empezaron a mostrarle el presupuesto, y había un
ítem de cultura terrible, y él dice por qué le quitan a la cultura, y le
responden a Churchill: es que estamos en guerra… Pero si le quitamos
presupuesto a la cultura pa qué mierda vamos a la guerra; ¿qué es lo que
estamos defendiendo?: nuestra cultura. Y en Chile, ¿cuál es nuestra
cultura?, ¿Mostrar en Nueva York imágenes de Rapa Nui? ¿Te da vergüenza
mostrar a los mapuche? ¿Te da vergüenza mostrar a la gente chilena,
porque tiene el pelo chuzo, porque no es rubia? ¡Oye, despierta, si el
mundo está hecho de migrantes!
Conoces Chile de punta a punta y por lo mismo debes tener una idea más clara de los que es ser chileno.
Si
vas a tocar a Peine, que queda al interior de San Pedro de Atacama,
tenís que ir con vehículo chico porque el bus no cabe en el pueblo.
Nosotros fuimos y tocamos apunados; me acuerdo de que estaba cantando,
me fui a blanco, me agarré del timbal y volví. Estábamos todos apunados,
pero hicimos el show, y fue complejo. Después fui a la radio Bío Bío y
les comenté que habíamos estado en Peine. Ahí escribe un muchacho y dice
que su abuelito no para de hablar de lo que vio. Nunca había visto un
espectáculo en su vida. Y nosotros le armamos en su pueblo un
espectáculo con luces, imágenes; el viejito quedó loco, nunca había
visto algo así. Una vez en La Unión tocamos y estábamos saludando a la
gente. De repente llega un papá con un niñito, y el niño estaba
llorando. Y yo le digo, no lo obligues, si no le gusta, no le gusta. No,
cuéntale, cuéntale, le decía el papá a su hijo. Y el niño me dice: es
que el saxofón a mí me gustó mucho. Puta, y ahí me acordé de que a mí
cuando chico con la trompeta me pasó lo mismo. Esa fue mi llave pa
empezar el cuento de la música. Y ahí le presento el saxofón y el niñito
estaba alucinado. Y ahí el papá me dice qué hago; cómprale un saxofón,
le digo. Pero cuánto vale un saxofón, no puedo. Pero ayúdalo, cómprale
una boquilla de saxofón para que empiece. Cuando un niño siente a ese
nivel, de que le provoca llanto, es que cagamos. Hay que estimularlo. No
todos los niños sienten eso. O tocar a 6° bajo cero en Puerto Natales y
la gente está ahí, vacilando. Entonces, después de todos los viajes te
das cuenta de que Santiago es una ciudad más dentro de Chile.
La normalidad ya no es lo mismo
Han pasado varios meses desde el accidente que tuvieron ¿cómo ves ese
evento y cómo te proyectas tú viajando en una gira ahora ?
Ha
sido un año brutal en ese sentido, primero Los Ramblers, nosotros, los
chiquillos de los Marujo y los Inti. Es fuerte, porque como te decía,
todavía estoy en el jet lag del accidente, todavía estoy pasando la
parte física, de las costillas. Pero hay una cosa que da vuelta, que lo
vives y lo revives, y buscas razones… La verdad es que no las hay.
Pero sin duda remueve todas tus células.
¿Qué te dijeron los médicos?
Que
estaba bien para el accidente que tuvimos y en el que todos podrían
haber muerto. Te están dando una segunda oportunidad, pórtate bien,
tranquilízate. Pero uno quiere seguir haciendo cosas.
Claro, porque uno piensa que parte de la recuperación es volver a la normalidad.
Claro,
pero esa la normalidad no es lo mismo. Uno de los temas que más me
impactó y si no lo vives no lo puedes imaginar y tiene que ver con la
cantidad de proyectiles que vuelan dentro del vehículo. Un laptop, un
celular en tu cara, un instrumento volando a no sé qué velocidad te pega
en la cara y cagaste. Yo volé porque no estaba con cinturón, yo estaba
acostado de guata, y volé, me saqué la chucha. Lo que más impresiona es
ese momento en que todo está como en cámara lenta y ves lo que está
pasando. Y la adrenalina te permite reaccionar. De vestirme, agarrar mis
anteojos, linterna, cosas y salir del bus, con cuatro costillas
quebradas. Y salís, ayudai. Lo que es vivir eso, la familia, tus seres
queridos, que no saben de ti. Me siento agradecido de cómo en el
hospital trataban de blindarme, de protegerme de la prensa. De tratar de
canalizar la información. A mí me conmueve la labor de las personas que
están para ayudarte, y su aplauso es que tú salgas vivo. Y no importa
quién sea. Yo estaba pa la cagá, pero el kinesiólogo me sacaba a caminar
y me mostraba hueones que estaban mucho peor que yo. Me decía sabís que
hay gente rezando en Chile por voh, aquí hay gente que no tienen nadie
que les rece, compadre, mejórate, ándate de aquí. Eso es vocación, el
hueón está ahí porque tiene vocación. Y eso es admirable.
¿Cómo ha sido este proceso de rehabilitarse, pero pensándolo musicalmente?
Mira,
lo primero es saber que estás entero. De ahí, cómo vas a volver, porque
con lo de las costillas no podía tocar guitarra. Después, me
desequilibré, me rompí la mano y no podía tocar otra cosa, como flauta.
Fue bastante frustrante. Y gracias a Dios y el cariño de la gente me
regalaron quequitos, galletas, porque no podía fumar. Andaba a un nivel
de hipersensiblidad en que todo me hacía llorar, a flor de piel andai.
Entonces, lo primero, es ir al psicólogo, y me ha ayudado bastante. La
música ha sido mi compañera porque está ahí. Pero el hecho de no poder
estar al 100% en el instrumento que sea, también produce una frustración
grande. Ahora no puedo hacerlo, lo de practicar todos los días, y es
una sensación rara. Los médicos incluso me preguntaron si fumaba, y me
dijeron vas a tener que buscar una alternativa porque el pulmón está
dañado, entonces tómalo con calma. Qué vai a hacer, llamar a los amigos.
Y me trajeron galletitas, su lechecita, su mantequillita. Y eso me
ayudó. Porque tomar remedios a mí no me gusta mucho.
Has hecho comentarios en Twitter sobre la marihuana. ¿Cómo ves ese proceso de normalización acá en Chile?
El porro en Brasil, si había, todo bien. Aparte, estaba criminalizada, y no era de gran calidad. Entonces, había momentos que pa qué consumir. Pero en otros momentos sí, cuando iba al Nordeste, ahí era rico. Pero tampoco era una cosa por la cual me estresara, si tuviera o no tuviera, daba lo mismo. Pero cuando llegué a Chile se me volvió necesario, como el tecito de melissa. Por algo será que en Chile fumamos tanto. Sin embargo, Yo no conozco entre mis amigos a ningún hueón que esté en la angustia por un porro. Mira, yo no me he metido mucho en lo del cultivo. Tenía un amigo que era agricultor y era el que siempre tenía los mejores porros. Y uno iba para allá a fumarse sus porritos en el campo. Y como él cultivaba siempre me dijo algo que me llegó a asustar. Me dijo, esta bonanza me huele a Monsanto. Me asustó bastante. En Brasil dicen que cuando la limosna es mucha el santo desconfía. Yo no tengo dedos verdes. Pero nunca me ha faltado. No sé cómo se está manejando acá en Chile. Cuando fui a Montevideo la última vez, me contaron, sobre todo la gente de las farmacias, que ellos estaban sufriendo un boicot por parte de los bancos, lo que me pareció sospechosa, la hueá. Qué tiene que parecerle al Banco Santander que la señora Rosita de Paysandú esté vendiendo marihuana en su farmacia. Entonces todo eso me pareció curioso. Me parece lógico mejor evitar el tráfico y no llegar a la situación de México. Por eso hay que regular.