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Microplásticos en Isla de Pascua La lucha de Daniela Cisternas y los herederos del mar

Llegó a Rapa Nui desde Coquimbo a enseñar biología. Se dio cuenta que poco y nada se estaba haciendo en la isla por salvar el especial y único ecosistema marino que ahí habita. Desde 2014 y junto a sus alumnos inició el grupo «Hinarere o te Vaikava» que desde la ciencia y la acción social busca mostrar el impacto letal del microplástico en los océanos.

«Terminaremos comiéndonos el microplástico». La sentencia es tan firme y correcta que aterra. Daniela Cisternas Perines (31), profesora de biología y magíster en Educación Ambiental, sabe con certeza lo que dice. Lleva seis años haciendo clases en un colegio en el centro del océano Pacífico, en la isla de Rapa Nui.

Como si fuera un superhéroe con doble vida, los viernes y sábados después de su horario laboral, se transforma en la líder de un grupo de jóvenes isleños, «Hinarere o te Vaikava» – en español «Los Herederos del Mar»-, que ha motivado todo un cambio de paradigma en la visión del ecosistema pascuense. La naturaleza, históricamente, ha sido eclipsada por la magnificencia de los moais que habitan su geografía. El patrimonio cultural ha tenido mayor preponderancia que su valiosísimo acervo ecológica.

Es 2019 y la polución de los océanos, el exceso de basura en las corrientes y el desconocimiento del ecosistema marino, son factores decisivos que han inclinado negativamente la balanza en el momento que vive el planeta.

La aparición de microplásticos, vale decir, la fragmentación de plásticos de mayor tamaño, por factores como la luz solar o la acción del agua, hasta convertirlos en miniaturas, ha prendido las alarmas a nivel de organismos internacionales y gobiernos.

Los microplásticos, como su nombre lo indica, son minúsculos y muchos de ellos son imposibles de ver para el ojo humano. Su medición ha llegado, incluso, al uso de las «micras» -equivalente a una milésima parte de un milímetro-. En las corrientes marinas estos contaminantes son confundidos como alimento por peces y ballenas o son filtrados por bivalvos. Todo lo que los seres humanos podemos comer en una dieta promedio. Como se puede dimensionar, la situación ya es catastrófica. Hay estudios que revelan la presencia de microplásticos en intestinos humanos.

La Capitán Planeta

La realidad mundial ante el uso del plástico parece no haber recibido este mensaje. El año 2015 un estudio de la ONU contaba una producción de 322 millones de toneladas de plásticos a nivel global. Muchos de los cuales terminaron flotando en el mar.

La isla de Pascua, en el centro del Pacífico, no está para nada ajena a la situación. Aunque sus parajes son visualmente perfectos, con aguas turquesa que hacen creer más en paraísos y no en cercanos apocalipsis, la situación está en un punto crítico. Basta acercarse a la orilla de las arenas de Anakena u Ovahe, en la parte norte de Rapa Nui, para darse cuenta que lo que hay en la línea costera marcada por los plásticos fragmentados.

Un estudio del año 2018, efectuado por la Universidad Católica del Norte, indicó una gran afectación de la fauna local por el efecto del microplástico: 20 especies de peces, 53 de aves marinas, 19 mamíferos marinos y cinco tipos de tortugas.

Daniela Cisternas, conoce la realidad de estas cifras. Cada sábado se mete al mar junto a sus alumnos para hacer distintos tipos de mediciones. Bucean o rastrillan la arena generando un conocimiento científico que va en beneficio del conocimiento local acerca de la realidad de su propia biodiversidad.

La profesora de biología, criada entre las montañas del valle del Río Hurtado, en la región de Coquimbo, desde hace seis años tomó el desafío de ser maestra en isla de Pascua. A más de 3700 kilómetros de distancia del continente, sin saber nadar y con escasa onda con el mar, ha terminado convirtiéndose en un referente de educación marina para los más jóvenes de este punto insular. No sólo eso, su labor la llevó a ser consignada como finalista del «Global Teacher Prize Chile», conocido como el Nobel de los profesores.

«Me gustaría ser la Capitán Planeta», confiesa y ríe. Daniela cuenta que el 2013, al llegar a Rapa Nui, no había nada de educación ambiental: «a nadie le importaba el entorno y yo veía que era súper vulnerable y de verdad que no estaban ni ahí. Cero ciencias. Se potenciaba mucho la cultura concentrada en el baile, canto, tradiciones y lo arqueológico y el resto, que es su Patrimonio Natural que da la base para el resto del patrimonio, estaba muy descuidado».

Hinarere, una forma de ser

El 2014 un proyecto de Educación Marina de la Universidad Católica de Chile, llevó a una quincena de personas de Rapa Nui ligadas al mar, para recibir capacitación. Daniela fue invitada y al volver el grupo tenía el compromiso de hacer un taller para enseñar lo aprendido. Daniela fue la única que tuvo la motivación para efectuarlo. Invitó a los alumnos que creyó más interesados, entre séptimo y cuarto medio, para participar y esos fueron los orígenes de Hinarere o te Vaikava.

Durante este lustro han pasado casi 60 niños que sienten una identidad profunda con el espíritu grupal y el resto de sus compañeros. De los egresados casi un 20% ha elegido el estudio de carreras científicas ligadas a la biología.

Para llegar a estos resultados han debido trabajar en terreno, estudiar información científica, ser políticamente neutros y comprometidos con una sola causa: el conocimiento y resguardo de la biodiversidad local. «Nos dimos cuenta que, ecosistémicamente, nadie sabía nada. En el fondo los que sabían eran los que tenían relación con el mar y hasta ahí llegaba el conocimiento. Lo otro que vi y que no me gustó, es que iba mucha universidad a hacer investigación y te devolvían un poster. Encontraba que esa era una burla. De los 144 peces que hay en la isla, ten pasaban un poster con 10», recuerda Daniela.

La respuesta de Hinarere, no tardó en llegar. Los niños y jóvenes crearon un libro con fotografías, ilustraciones y textos propios para explicarle a la gente, a sus familiares y vecinos, cuáles eran los tesoros con los que convivían. Esto cohesionó más al grupo y les dio reconocimiento en la sociedad isleña. Daniela dice que en el grupo Whatsapp de Hinarere, nadie se ha salido, ni los más grandes que egresaron.

El tiempo es ahora

¿Cómo llegaron al microplástico? Una fallida invitación de otro grupo científico del continente, los alertó respecto al tema. Fueron a la playa, armaron cuadrantes de un metro cuadrado y con coladores comenzaron a filtrar las arenas. «Los niños no podían creer la cantidad de plásticos que sacaban con los coladores. Llegamos a la casa con kilos y kilos de microplásticos. No sabíamos qué hacer con esto». Una vez más la respuesta fue veloz. Separaron los plásticos por colores y crearon carcasas de celular. Luego llaveros con formas marinas. Y todos los vendieron en el IMPAC 4, la cuarta cita del Congreso Internacional de Áreas Marinas Protegidas, al que pudieron asistir el 2017.

Fue el único grupo de niños y jóvenes presentes, ante una audiencia académica principalmente. Fueron la sensación y, también, una especie de graduación para los conocimientos adquiridos en los años de actividad del Hinarere. Durante el IMPAC 4, Sylvia Earle, la mítica buzo internacional, recibió el libro de educación ambiental marítima creado por parte de Hinarere. Daniela, junto con este acto, se acercó y le contó cuánto admiraba la trayectoria de esta mujer que tiene un maravilloso documental de su vida en Netflix. La bióloga y exploradora norteamericana miró a Daniela y le contestó: «No, yo te admiro a ti, porque tú educas a los niños».

El grupo se auto-sustenta y no le pide auspicios a nadie. Ha podido solventar salidas, desde esta distante isla, a esta clase de eventos. También han podido viajar a Patagonia o generar recursos para las inmersiones marinas gracias a la solidaridad desinteresada de muchas personas que han comprendido la importancia del programa educativo.

El apoyo de padres, el alcalde, el centro de buceo de Michel García o la plata del bolsillo de la profesora, han fomentado una corriente de pensamiento crítica frente al estado actual de la naturaleza en Rapa Nui. Interés que se ha transmitido hacia las familias por parte de los estudiantes y que, hoy, encuentra a isla de Pascua mucho más informada y comprometida.

Líderes del Presente

Aunque la lucha contra el microplástico pareciera una guerra perdida, ya que se han encontrado estos elementos no sólo en peces de consumo masivo, sino que también en el agua embotellada, los jóvenes de Hinarere buscan aportar con algo.

«Podemos barrer una playa completa y vendrá otra marejada y nos llenará completamente la playa de nuevos microplásticos. Es algo sin fin. Lo que hacemos en el fondo es aportar nuestro grano de arena y que los niños vean el problema directamente y apliquen soluciones», dice sin anestesia Daniela.

La profesora no busca educar a las «generaciones futuras», piensa que no hay tiempo para eso ya. Las soluciones deben ser ahora. Para quienes aún dudan en la importancia de la conservación de los mares, los ecosistemas terrestres dependen de la buena salud de los océanos. Chile tiene un porcentaje mínimo de territorios marítimos protegidos por lo que la responsabilidad de la mantención y limpieza del Pacífico, corresponde directamente a la sociedad civil.

La posibilidad de replicar organizaciones como Hinarere, según Daniela, sería posible como una simple estrategia: «hay que hacer educación ambiental asociada al afecto. Si yo hago educación, lo tengo que hacer con algo que ellos quieran. La magia de la educación ambiental es trabajar con el entorno inmediato».

Doce jóvenes del Hinarere estudiando ciencias, retrata el éxito de esta planificación del programa educacional creado entre Daniela Cisternas y sus alumnos. «Encontramos entre todos, uno rumbo. Cuando chica me hubiera encantado estar en un grupo así, en donde se desarrollarán las cosas que me gustaban. Para mí que los niños que han entrado a la universidad están amando lo que hacen y que sienten que tienen una base, ellos serán los nuevos líderes de Rapa Nui».

El microplástico posee esta realidad casi invisible y que casi nadie ve. La profesora cree que la isla está en el momento exacto de tomar soluciones concretas ante la debacle: «Yo creo que está en un estado que es súper conservable. Y que sí se deja estar pasará a ser muy vulnerable, por eso creo que es el momento para educar gente para que no suceda. Es el momento de preocuparse del microplástico antes que no tengamos vuelta atrás en las costas chilenas».