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Matías Cano: «No quiero decir cosas que ya están cansados de escuchar, vacías, sin corazón»

Es arquero y capitán de Coquimbo Unido. Cruzó la cordillera en 2016 y su paso por San Luis de Quillota no sólo dejó huella por su profesionalismo, sino que además destacó por su compromiso social en un ambiente donde definirse políticamente es sinónimo de quemarse. Matías en ese sentido es diferente y se sale del cánon que los futbolistas han construido a punta de reaggetón y lujos desbordados: fue cercano al Partido Obrero en Argentina y en Chile apoya el movimiento feminista, se muestra a favor de la causa mapuche y los fines de semana cuando se viste de arquero, se da maña -incluso- de tapar un tiro al arco con el pecho o salvar un gol de chilena. Lo contactamos para conocer su posición -como deportista profesional- frente al doping y la marihuana. Pero sus respuestas, terminaron siendo una muestra de su mirada sobre la sociedad actual.

Matías Cano nos recibe a la entrada del edificio donde vive y que queda ubicado en plena playa de La Herradura de Coquimbo. Saluda a los conserjes y mientras camina nos habla como si nos hubiese conocido desde hace tiempo. Subimos a su departamento y después de preparar el mate en la cocina, nos invita a conversar en el balcón.

Nos dice que la terraza es su lugar preferido, «su espacio» donde se ceba unos mates y descansa después de cada entrenamiento. Nosotros nos acomodamos para conversar, y antes que prendamos la grabadora, Matías ya lanza sus primeras reflexiones. Nos entusiasmamos con la conversación y después de un rato nos damos cuenta que han pasado un par de horas y casi no hemos avanzado en la entrevista.

Matías se ríe y nos propone continuar (o más bien empezar) la entrevista después del asado que hará en el quincho del edificio. Aceptamos la invitación con Jorge, el fotógrafo, quien se inscribe como el maestro parrillero en esta ocasión.

Una vez ya instalados en el quincho y a la espera que baje su familia, nos concentramos en la entrevista mientras el asado se cocina lentamente en la parrilla.

La política dentro del camarín

Si algo es disruptivo en el mundo del fútbol, es que los jugadores se manifiesten políticamente. Esto se debe a que como sociedad nos hemos acostumbrado a concebir a los futbolistas como seres humanos desprovistos de pensamiento crítico, que viven en una especie de burbuja donde lo más importante es su rendimiento deportivo.

Para Matías, en cambio, esta visión que tiene la sociedad sobre el futbolista pasa mucho por el propio temor que siente el deportista de hacer pública una posición política.

«Hay mucho temor de que les pueda (a los futbolistas) jugar en contra a la hora de contratarlos un club. Como si tener posición política fuera lo preponderante. Yo creo que a mí me contratan para ser el arquero de Coquimbo y para atajar, ganarme el puesto y entrenar, ser profesional, no faltar al entrenamiento, ser responsable y tener una conducta profesional de acorde a las circunstancias por las cuales me trajeron.», destaca el arquero de los piratas.

Esa misma mirada le ha permitido a Matías construir una trayectoria como jugador profesional y -al mismo tiempo- no sólo tener opinión sobre determinados temas como la vez que vistió una camiseta con rostros de destacadas mujeres latinoamericanas, en el marco de las movilizaciones feministas del 8 de marzo.

«He pasado por varias etapas al ver el asombro de la gente cuando uno da a conocer su postura. Primero pensaba que estaba bien que se sorprendan porque es raro que un jugador de fútbol opine, pero después me di cuenta que me causaba mucha risa y que no entendía por qué despertaba tanto interés la opinión que uno pueda tener. Es como sino pudieran separar al jugador de la persona. A nosotros, como jugadores, lo que nos hace distinto es la llegada que tenemos a todos los sectores de la sociedad ya que los que tienen plata y el que no la tiene sienten la misma pasión. Ahora, que el que tiene plata tenga la posibilidad de verlo en HD y el que no tenga quizá lo escuche por radio, es fruto de la desigualdad en la que vivimos y a las personas les sorprende que yo pueda hacer este análisis y que tenga la valentía de poder hablar de temas que son muy ajenos, no al fútbol, pero sí ajeno a los jugadores de fútbol que te muestran otra cosa.»

Esa «otra cosa» a la que hace referencia Matías, tiene que ver con la idea que se ha construido sobre los deportistas profesionales, donde sus existencias -al parecer- deberían estar enfocadas 24 horas al día a la disciplina que practican.

«Hoy ves que es normal que los jugadores terminen el entrenamiento y posteen en sus redes sociales una foto entrenando. O en la mañana cuando se levantan publiquen: «buen día, hay que madrugar. Esto no para. No hay descanso». Qué querés decir al poner eso, querés que comenten en tus redes: «qué bien, no pares, desvívase por el equipo». Por eso estamos tan condenados los jugadores, porque nosotros mismos ayudamos a tener ese perfil. Entonces si vos te sacás fotos en el vestuario, si vos estás diciendo que tenés que esforzarte para que al equipo le vaya bien y si todo el día estás «vamos equipo», al final parece que querés venerar el sacrificio que vos hacés y levantar la bandera del esfuerzo como si fuéramos los únicos que nos esforzamos para conseguir cosas en la vida. Yo me siento agradecido de dedicarme al fútbol y un privilegiado, pero por lo mismo sé que el esfuerzo que hago no se compara al que hace a diario cualquier trabajador.»

Si bien a Matías el fútbol le ha permitido, como a muchos otros jugadores, mejorar su condición de vida y la de su familia, su entrada al mundo profesional casi lo hace desistir.

«Cuando salí de inferiores y me metí en el fútbol profesional, me di cuenta de que era una verga, que eso no era para mí. Ese nivel de locura, de exitismo, que solo importa ganar, me dio un miedo bárbaro. A mi me metieron en un vestuario profesional con 16 años la primera vez y me dio mucho miedo porque vi cosas que después fui entendiendo que no eran normales. Hoy me toca ser referente de un plantel y ni cagando voy a mandar a un pibe a buscar un bidón de agua, porque sea pibe. Eso no te hace un referente, te hace un tarado.»

Mal de altura

Casi de la mano del fútbol profesional viene el ascenso social y el reconocimiento. Eso lo tiene claro Matías, quien tiene especial interés por mantener fresco el recuerdo de su barrio, sus amigos y las pocas cosas materiales que recibió cuando niño, pero que, como él comenta, no se comparan con esos consejos que le dieron sus padres y que perduran hasta hoy.

«A mi me llena mucho más el corazón ir a una plaza con mis niños que ir a un mall. Me desespera ver cómo la gente compra y gasta en cosas que no necesita. Veo que el sueldo mínimo en Chile es de 300 lucas, ponele que trabajen la madre y el padre y el hijo tiene un Iphone de 800 lucas. Explicamelo. Cuál es la necesidad: que en la escuela a esos pibes que no tienen Iphone los miran con cara de cómo no vas a tener uno. Y así con todo. Mis hijos son los únicos que, no quiere decir que está bien o mal, que no van a la misma escuela a la que van los hijos de mis compañeros, que van a una más VIP. Y es porque no me sirve que mis hijos estén creciendo en una realidad que es una burbuja. No quiero que estén comentandome en la cena la última película en 4K o que si están al tanto de tal youtuber.»

Esa mirada aterrizada respecto al dinero y el consumo también se ve expresada en el análisis que Matías hace sobre el rol del Estado para asegurar cierto nivel mínimo de bienestar.

«Hay que replantearse eso de que se puede conseguir cualquier cosa con esfuerzo. Si se te enferma un hijo y tenés la plata en el banco para atenderlo, no te modifica nada de la vida. Ahora si vos no tenés la plata, tenés que cambiar de un día para otro la forma de vivir porque tenés que empezar a hacer completadas, tenés que hacer rifas, tenés que hacer beneficios. ¿Sabes las veces que me piden camisetas a mí para rifas? Ahora que soy capitán me piden en nombre del plantel y nosotros organizamos pero no nos corresponde. Está bien ayudar y lo hacemos cada vez que podemos, pero al que le corresponde es al Estado entregar salud de calidad y pública para todos. Un amigo tuvo que pedir un préstamo bancario para atender al hijo y cuando fue a pedir otro le dijeron que no porque el hijo iba a necesitar de nuevo más cosas. Se meten en todo. Están en todo, lucran en todo, son unos putos. Y ¿dónde están esas noticias en la tele? No dicen nada. Te muestran el nacimiento de un canguro en Australia durante 50 minutos. Mostrame lo que está pasando. Mostrame lo de las AFP que se están robando todo. Y si yo puedo representar a esa gente que no tiene la posibilidad de decirlo, cuando me ponen un micrófono, no voy a andar diciendo lo que quieren escuchar. Porque los mismos de los diarios, son los mismos de la tele y los mismos de la radio, son todos los mismos dueños que llevan un mensaje que está guionado, que no defienden los intereses del pueblo, que defienden los intereses de Estados Unidos, y es así, y pasa en todos lados y pasa en todas las regiones y lamentablemente es algo que veo tan claro que es imposible no introducirse en ese mundo para combatirlo».

La mirada cavernícola del doping

El doping para los deportistas es un tema que siempre les anda rondando como un fantasma y se transforma en un temor constante la sola posibilidad de dar positivo por doping y arriesgar una sanción. Sin embargo y con el cannabis como sustancia de dopaje, la postura de Matías apunta a que esta se produce más bien por una cuestión social.

«Yo conozco pilotos que manejan a 180-250 kilómetros por hora y se fuman un porro antes de subir al auto. Conozco gente que se fuma un porro antes de desempeñarse como ingeniero. Entonces la marihuana no afecta ni negativa ni positivamente. No creo que lo que haga -en este contexto- un deportista de alto rendimiento cinco días antes de un partido influya en su rendimiento. Obviamente que si entrás a la cancha bajo los efectos de no solamente marihuana sino cualquier otro estimulante psicoactivo, tu rendimiento no será el que venís mostrando partido tras partido. Pero sinceramente si vos me preguntás si puede influir el consumo anterior a la fecha de competencia, me parece una estupidez totalmente, un concepto totalmente cavernícola y que más bien es no querer ver lo que en realidad está pasando y querer meter a todas las drogas en un mismo saco.»

Matías, se apasiona con el tema y nos comenta que ha visto a compañeros de profesión dar positivo en doping sin que ellos tengan claridad de cómo transgredieron la norma.

«Sí, nosotros como deportistas tenemos que estar muy al tanto con el tema del doping, todos los torneos salen tres o cuatro jugadores que dan doping positivo y muy pocos son por consumo de sustancias como marihuana o cocaína. La mayoría son anabólicos o esas vitaminas que se toman y que están penadas en el mismo sistema en que está penado el THC. Hay muchos doping positivo que es producto de la desinformación. Tuve compañeros a los que les tocó doping positivo y no tenían la más mínima idea de lo que estaban haciendo y se tuvieron que comer una suspensión de seis meses. Y lo que les dio positivo, que en este caso no era THC, no los hizo ni mejor ni peor jugadores. No les daba un superpoder. Entonces tenés que pagar un precio muy caro por algo que la verdad hay que revisar, hay que replantearse y hay que ver si en realidad estás sacando ventajas, porque también influye que sea una conducta antideportiva. Ahí entran estas drogas sociales de las que estamos hablando, que hay un porcentaje de jugadores que caen en eso y ahí es donde tenés que hacer más que una crítica, una pregunta y pensar si estamos castigando bien o nos estamos negado y estamos siendo necios ante un problema de toda la sociedad. Porque me parece que estamos perdiendo el tiempo, estamos retrasados, no estamos siendo consecuentes con lo que está pasando al lado nuestro. Nos estamos quedando los futbolistas o los deportistas en una burbuja y lo que pasa cotidianamente a dos cuadras de donde vivimos excede a esa burbuja. Claro, una cosa es la conducta antideportiva, faltar a entrenar o manejar ebrio. Pero después si yo por salir en esta revista me van a decir falopero o que me digan maricón porque apoyo el matrimonio igualitario, es una locura. Espero que la gente lea esta nota y analice la postura que estoy dando, el barrio que tengo encima y la cantidad de personas a las que veo que consumen la planta día tras día. Sé que la gente siempre habla, pero sabés, me chupa un huevo, lo único que me importa es lo que digan mis compañeros con quienes compartí el vestuario una vez, que digan cómo entreno, cómo soy, cómo vivo, qué doy por ellos, con quién me peleo para que todos mis compañeros estén bien. Si hoy me toca salir y representar a mucha gente que tiene el mismo pensamiento que yo y no tiene un micrófono adelante, qué voy a hacer, la única bala que tenía la gasté diciendo lo que dicen todos, prefiero las críticas que caigan como lluvia a pasar desapercibido.»

La conversa se ha extendido durante todo el día y seguimos entusiasmados escuchando a Matías. El mate ha ayudado en ese sentido. Pero el atardecer desde el balcón nos avisa que es momento de retirarse. Nos despedimos de su familia y le agradecemos la hospitalidad y que nos soportaran tantas horas invadiendo su casa.

«No pasa nada». Nos dice Matías cada vez que le agradecemos. «Lo único que quiero es no quedar como un boludo por decir cosas que ya están cansados de escuchar, vacías, sin corazón. Si te tomaste la molestia de venir a Santiago en bus hasta acá, por lo menos llévate algo sincero», finaliza.