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Más cerca del panfleto que de la evidencia

A fines de junio, el Colegio Médico de Chile hizo público el documento que fija su posición sobre el proyecto de Ley que «Modifica el código sanitario para incorporar y regular el uso medicinal de productos derivados del cannabis», más conocido como la «Ley de Cultivo Seguro», promovido por Fundación Daya y Mamá Cultiva, entre otras organizaciones.

Dentro de las muchas contradicciones, omisiones y abiertamente falacias que contiene el informe (ver artículo «Cuando la Evidencia no Alcanza», en la edición de julio de Revista Cáñamo), hay una que nos parece fundamental no tanto porque de más o menos luces sobre el tema medicinal en sí, sino porque da cuenta del sesgo y la clara intencionalidad de distintos actores sociales, en este caso algunos médicos, por mantener el statu quo en materia de cannabis.

El propio informe reconoce que «la actual ley chilena NO impide el uso medicinal de cannabis y sus derivados mientras tenga las autorizaciones pertinentes por lo que no queda clara la necesidad de un nuevo marco normativo». Y acto seguido sentencia que «el proyecto de Ley intenta eliminar estas medidas de control, quitando la garantía de eficacia, seguridad y calidad que necesita la población».

Sin embargo, al momento de exhibir los argumentos para sostener su postura, el informe da cuenta de un listado de riesgos potenciales y otros supuestamente reales en torno al cannabis. Consumo al alza, percepción de riesgo a la baja, oferta descontrolada, accidentes de tránsito por culpa del cannabis en aumento, los niños más volados del planeta, y así. Una verdadera pesadilla verde al parecer.

Si todo esto fuera cierto, no se entiende cuáles medidas de «control y garantías» son las que estarían operando y que el Colegio Médico teme se eliminen. O, dicho de otro modo, estaría demostrado que las medidas de «control y garantías» vigentes en el actual marco regulatorio y político en materia de drogas, son lisa y llanamente ineficaces y no dan para más.

Y ese es precisamente el espíritu del proyecto de Ley en discusión: ordenar y regular de mejor manera algo que la ley ya permite, solo que, debido a la falta de claridad de esta, termina derivando en situaciones lamentables para todos, incluso dramáticas en algunos casos, como lo son la proliferación del narcotráfico, el uso no regulado de cannabis medicinal muchas veces sin la orientación médica necesaria, la criminalización de usuarios, entre otras.

En resumen, el informe reconoce de manera implícita el fracaso del actual modelo de control de drogas pero no lo admite abiertamente ni dice nada concreto ni contundente sobre cómo salir del callejón en el que nos ha dejado el prohibicionismo. Es como si le estuvieran rindiendo honores a Hipócrates, considerado el padre de la medicina, quien postulaba «el reposo y la inmovilidad» como la base de su trabajo médico. Las políticas de drogas vigentes minimizaron el rol del estamento médico sobre materias como el tratamiento, prevención y cuidado de la salud de la población en materia de drogas. Eso depende del Senda y el Senda depende del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, es decir que los encargados de mandar las policías, de perseguir delincuentes, son además los que dictan la pauta en materia de educación sobre drogas o sobre cuál tipo de tratamiento aplicar. Y los médicos dijeron poco y nada.

La ley 20.000 de drogas que está próxima a cumplir 15 años (y cero resultados) define de manera vaga e imprecisa el rol de los doctores respecto del uso medicinal. Al parecer, como esta no los comprometía ni obligaba, los médicos dijeron poco y nada.

Pero ahora que aparece una propuesta de regulación, en cuya elaboración han participado muchos doctores y doctoras dicho sea de paso, que formaliza el rol de los médicos respecto del uso medicinal del cannabis, aparecen atrincherados en un informe que, seamos honestos, no está a la altura de los tiempos ni de los niveles de reflexión que se esperarían de uno de los sectores mejor preparados académicamente del país.

Esperamos que el informe del Colegio Médico no acalle las voces de otros miembros del estamento que saben que lo que ahí se dice es por decir lo menos impreciso, pero necesitamos que hablen. Esperamos que la presidenta del gremio quien no hace mucho se mostraba a favor del uso medicinal, también se pronuncie.

Nos guste más o nos guste menos, un dato duro es que el uso medicinal del cannabis así como el recreativo, han sido y son una realidad. No hay soluciones mágicas, fáciles ni cortas, no tenemos todas las respuestas, falta investigación y mucha, pero si sabemos algo con total certeza: este camino, el actual camino, no era, no fue. Hay que recorrer otros y la Ley de Cultivo Seguro apunta precisamente en esa dirección.