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Mapa del poder

La publicación del informe del Colmed contra el uso medicinal y el proyecto de ley Cultivo Seguro, aunque suene paradójico, nos pilló volando bajo y no alto como se supondría. Eso fue a fines de junio. Quedamos en shock y nos costó procesar el documento, no porque fuera intelectual o técnicamente muy denso, al contrario, sino porque no dábamos crédito de lo que ahí se decía, que fuese redactado por profesionales de la salud y más encima que contara con el apoyo del Colegio Médico.

Luego de aquello, de los lados más distintos y variopintos comenzaron a aparecer declaraciones, columnas de opinión y entrevistas en contra del uso medicinal del cannabis y sus principales promotores: Mamá Cultiva y con particular saña, contra Fundación Daya. Sus detractores por contraparte se mostraban impolutos, casi virginales. Declaraban a los cuatro vientos «no tener conflictos de interés» de ningún tipo, con nadie, con nada. Aparecían movidos única y exclusivamente por un amor incondicional «basado en la evidencia». Es así como mientras uno proporcionaba los datos duros e irrefutables, otro los recogía, los pasaba al papel y les ponía el timbre, y más allá, un tercero publicaba columnas en los medios felicitando a los dos primeros y luego un juvenil cuarto actor agitaba las aguas internas de una parte del progresismo (¿?) criollo apuntalando desde la vereda de enfrente (supuestamente «de enfrente»), lo que todos los anteriores vociferaban. Se palmoteaban la espalda, se felicitaban mutuamente, se mostraban respeto y todo, como si nunca antes se hubiesen visto.

Mientras, en paralelo, esos mismos celestiales actores, y otros monos más que salieron al ruedo buscando llevarse su tajada -porque el maní salto lejos- le daban como bombo en fiesta a la Fundación Daya, inclusive en términos personales, a Ana María Gazmuri y a Nicolás Dormal.

No escatimaron esfuerzos para enlodarlos: por un rato se puso de moda hablar de la «multimillonaria industria farmacéutica cannábica transnacional» como el cerebro y sponsor de cualquier cosa que oliera a cannabis en Chile. Si hasta Expoweed salió al baile como parte de la «estrategia», siendo expuesta por parte de la organización «Médicos Sin Marca», como supuesta beneficiaria de los cannabi-dólares que fluyen desde el extranjero, y aunque nos encantaría que así fuera, lamentablemente no es cierto porque en los 7 años que lleva realizándose Expoweed, incluida esta próxima octava versión que se viene con todo, jamás hemos recibido auspicio alguno de la «industria farmacéutica cannábica» (pero insistimos: nos encantaría). Lo que sí es cierto, es que desde el día uno el evento ha estado al servicio de abrir el debate y ha sido puesto a disposición de organizaciones de la sociedad civil vinculadas al cannabis medicinal, al activismo y a otras causas sociales. Pero, en fin, no le pidamos cogollos al macho. El objetivo claramente nunca fue la verdad, solo emporcar, levantar la sospecha, total, es gratis y funcional a su objetivo último: que no haya una nueva regulación para el cannabis, ni medicinal ni ningún otro (aunque para la galería «digan el recreacional si, el medicinal no»).

A esas alturas ya habíamos descifrado que lo que en un principio se vio como una natural y espontánea ola de solidaridad «basada en la evidencia» de parte de distintos actores, no era tal. Eran demasiadas coincidencias, demasiadas acciones seguidas, y, sobre todo, una misma lógica argumental.

Entonces nos dijimos ¿y quién chucha es toda esta gente? ¿de dónde salieron? ¿dónde han estado? ¿cómo tan sintonizados? Entonces nos prendimos un caño, y nos pusimos a navegar suavemente por las aguas de las redes sociales, de la web, sin ninguna pretensión ni mala onda -cosas que hace uno de volao- y entonces ¡oh sorpresa!, entre mucha bata blanca sin pecado concebida, empezaron a aparecer las fotos juntos, los directorios compartidos, los lazos familiares, los financiamientos e intereses cruzados, un verdadero contubernio, una casa de remolienda, un burdel, pero a la chilena: «sin que se sepa».

Quizás languidecidos por los efectos del «flagelo» en vez de salir a despotricar y a inventar historias, hicimos lo que cualquier medio de comunicación volao pero serio haría: tratamos incesantemente de contactar a la fuentes ¡teníamos tantas preguntas para hacerles! A Epistemonikos de hecho los estábamos tratando de entrevistar desde mayo, antes de toda esta locura. Escribimos, llamamos, guasapeamos al Colegio Médico, a Médicos Sin Marca, pero nadie nos quiso hablar.

Incluso RD, de quienes esperábamos una actitud distinta, ni siquiera fueron capaces de mandarnos la lista de los miembros de su Comisión de Salud (al parecer es uno de los secretos mejor guardados desde el Plan Z). Su presidenta tampoco nos atendió y nos derivó con el Senador Juan Latorre quien si dio la cara y nos dio una excelente entrevista. Pero daba igual, porque con lo que teníamos de información, la trama y el mapa detrás de esta historia, se fue armando solo y se nos reveló cuál epifanía.

En esta primera gráfica, se muestran a todos los actores y organismos involucrados y en las siguientes páginas les aplicamos un «zoom» a cada una de las aristas ¿Qué si están concertados? ¿Qué si tienen intereses creados y cruzados de todo tipo? ¿Qué son juez y parte de su propio informe? Quien sabe, tal vez, al parecer sí, juzguen ustedes. Solo deben seguir las flechas.