«Los psicodélicos me salvaron la vida»
Es uno de los grandes estudiosos en todo el mundo de una ciencia que, dice, aún no se estudia en las universidades. Giorgio Samorini (Bolonia, 1957) ha consagrado su vida a estudiar cómo, por qué y con qué los seres vivos han buscado estados alterados de conciencia y embriaguez desde la noche de los tiempos. Investigador, autor, erudito, ratón de biblioteca y psiconauta de frontera «y poltrona», el principal empeño de este etnobotánico ilustrado es introducir ciencia y rigor en el estudio de los usos de drogas embriagantes y visionarias a lo largo de la historia y prehistoria de la humanidad.
Giorgio
Samorini es un hombre de cuidados modales, amigo de los más grandes
psiconautas contemporáneos y amante de la arqueología. Samorini es uno
de los grandes referentes en los estudios comparados de etnobotánica y
etnomicología. Entre sus investigaciones destaca el descubrimiento del
culto más antiguo de hongos psicoactivos en el desierto del Sahara,
fechado en el VII milenio a.C. -las famosas pinturas rupestres de los
hombres-hongo en el desierto de Tassili (Argelia)-, y el estudio del
moderno culto religioso del buiti entre los fangs del Gabón, que
utilizan la planta visionaria de la iboga. Algunos de sus libros han
sido traducidos al castellano -Los alucinógenos en el mito y Animales
que se drogan-, otros solo pueden leerse en su idioma: Funghi
allucinogeni; Studi etnomicologici; Droghe tribali; Jurema, la pianta
della visione; Archeologia delle piante inebriante. Samorini habla
perfectamente español tras haber vivido en Sevilla «algunos de los
mejores años de mi vida». Una vida que, confiesa, le salvaron los
psicodélicos.
Mucha gente que busca colocarse se llama a sí mismo psiconauta. Usted distingue.
Muchos
chicos se autodenominan «psiconautas» para justificar que toman drogas.
Pero esa psiconáutica ruinosa no me interesa nada. Yo soy un psiconauta
científico. Abordo el estudio de las drogas, sus usos y sus efectos
investigando: en mí mismo y en las fuentes. Y hace falta mucho rigor.
Fue uno de los selectos probadores a los que acudía Shulgin cada vez que descubría una nueva sustancia. Aprendería de él todo ese protocolo.
Así
es. A mí, al igual que a él, me gusta ser «psiconauta de frontera». Ser
el primero en tomar alguna combinación que ningún hombre ha probado
antes. Pero para hacer todo esto hacen falta reglas que deben cumplirse
de forma muy estricta.
¿Y cuáles son?
Es
un decálogo. Un manual de psiconáutica científica. Aún no me he
decidido a publicarlo porque tengo dudas con la finalidad que le den
otros desde el punto de vista social. Pero sé que es mi responsabilidad y
lo haré algún día. Íbamos a hacerlo Sasha y yo, pero él ya cansado del
abuso de la palabra psiconáutica me dijo: «Sigue tú». Algunas reglas ya
las he difundido…
Decálogo de un psiconauta. Por ejemplo…
«Ningún
conejillo de indias y ningún hombre aparte de ti mismo». Es decir,
prueba en ti lo que desees investigar y bajo tu responsabilidad. Ese es
el primer principio de la psiconáutica basado en las experiencias de los
Shulgin. Los principios siguientes tienen que ver con dosis, reglas de
combinaciones, etcétera. Por ejemplo, el sexto principio es: «Si
combinas varias sustancias psicoactivas es obligatorio que la dosis de
cada una de ellas esté por debajo de la cantidad que tomes cuando las
uses por separado». Un principio farmacológico general. Y el segundo:
«Si durante tu experiencia psicoactiva observas algún problema
psicológico llamativo, detenla y no vuelvas a intentarlo hasta que estés
en buenas condiciones psicoemocionales».
Dice que tras cuarenta años de experiencia y haber estudiado más de mil doscientas plantas psicoactivas ya empieza a saber quién es…
Decir
a los demás qué hago para ganarme la vida me pareció siempre
complicado. ¿Qué haces? «Me ocupo de drogas». ¿Eres drogadicto o médico?
«No, ni una cosa ni otra, tomo drogas para estudiarlas, enseño a los
médicos sobre sus efectos y usos, estudio e investigo drogas». Era raro
para mí. Me iluminó la obra de Paolo Mantegazza (1831-1910, fue el
primero en aislar la cocaína de la coca, que le suministraba a Freud, y
fue considerado el fundador de la ciencia antropológica y pionero de la
sexología en Italia), uno de los padres de la ciencia de las drogas.
Decía que era necesaria esta ciencia, que debía estudiarse fuera del
ámbito exclusivo de la medicina, y la llamaba «la ciencia de los
alimentos nerviosos». Así, leyendo a ese fundador de una ciencia que aún
no existía, empecé a entender lo que yo era y lo que hacía. Al
contrario de otras disciplinas entonces adscritas a la medicina, como la
alimentación y nutrición, la psicología o la sexología, que también
surgieron en la segunda mitad del siglo XIX, la ciencia de las drogas no
se desarrolló. Hay un aspecto fenomenológico en las drogas. Así que se
necesita una ciencia así, hoy más que nunca. Entendí que era un
estudioso de una ciencia que no existe y aún no se estudia en las
universidades. Y mi función es convencer con mis libros y charlas de la
necesidad de esa ciencia que estudie la fenomenología de las drogas. Y
luego que la medicina se preocupe del problema del abuso. Nadie se ocupa
de la gran masa que consume drogas de forma no problemática. Empecé a
considerar esto en mis viajes -México, Asia, luego en la Amazonía y
África-, para estudiar los usos de drogas antiguas en etnias tribales
donde no existía apenas ese aspecto problemático que hoy existe en
nuestras sociedades. Somos poco menos de doscientas personas en todo el
mundo que nos ocupamos de esto.
Hay un problema de tabúes en este aspecto.
Los
etólogos ya se dieron cuenta en el siglo XIX de que los animales
consumían drogas para embriagarse. Empezaron con los insectos. Y
descubrieron que era una práctica muy común en todo el reino animal. Hoy
ya saben que los animales tienen formas de pensamiento, sienten dolor,
que tienen relaciones homosexuales y actividades sexuales sin fin
reproductivo, tienen emociones, conciencia, que se drogan
voluntariamente… Yo no sé exactamente por qué. Yo solo hablo de los
usos. Pero está ese principio de que para que un nuevo paradigma se
acepte en el mundo científico tiene que morir toda una generación…
¿Cuáles son sus reglas para sentarse en su sofá y experimentar con drogas? Porque prefiere soledad a ceremonias chamánicas…
Sí,
yo soy mi propio chamán en mi poltrona. Solo. Pocas reglas y muy
básicas. Lo primero, no estar cansado, ni física ni psicológicamente.
Estar en una situación psicológica serena. No tener problemas con mi
novia. En general, evito tener actividad sexual previa, para concentrar
la energía. Controlo comida y bebida. Salvo los bencénicos, que son
gastroagresivos, que es mejor comer antes algo; con otros como
ayahuasca, iboga, hongos, es mejor tener el estómago vacío. Y prefiero
la noche. No suelo usar la música, aunque lo hice hasta los treinta
años, y conozco y destaco el uso de la música a lo largo de la
experiencia extática de la humanidad.
Detalle ‘killer’: el psiconauta con tres madres
Samorini
llama en sus estudios «detalle killer» a aquel dato definitivo que
ilumina una investigación. El detalle -killer, sin duda- biográfico
escondido que logra explicar el curso de la biografía de Samorini es
singular. Giorgio no tenía ningún recuerdo anterior a los seis años,
cuando fue adoptado de un orfanato por sus padres, un juez y una pintora
de clase alta que no podían tener hijos. Fue siempre buen estudiante,
pero de carácter problemático. Con su madre, pintora y de carácter
dominante, tenía enormes conflictos, y pesadillas sobre calles y lugares
desconocidos que le inquietaban. A los veinte años, un amigo le invitó a
tomar LSD y de pronto descubrió en su visión que esas calles eran del
orfanato donde fue llevado al nacer. Así descubrió que era adoptado. Se
marchó de casa. Tuvo una epifanía. Empezó a comprender. Y decidió que
quería consagrar su vida al estudio de los estados alterados de
conciencia. A esas plantas y sustancias que podían dar luz en la
oscuridad. Pero ahí no quedó la cosa. Años después tomó iboga que se
había traído de uno de sus viajes y estudios en el Gabón. Y allí se
reveló del todo el detalle killer. Su sorprendente rosebud.
Cuénteme sobre sus experiencias con la iboga.
La
iboga es la droga de los orígenes. Si la tomas y antes de que te haga
efecto te concentras en el problema que tengas, en el momento en el que
suba te lleva directamente a ese lugar donde todo comenzó. Y fue en ese
viaje donde descubrí, y luego lo comprobé, que yo había sido adoptado
dos años antes de que mis padres lo hicieran. Otra mujer me adoptó a los
tres años y luego, sin saber por qué, me devolvió al orfanato. Ahí
comenzaron mis problemas de carácter. Eso se me reveló en una visión, y
yo pude entenderme y tratar ese miedo al rechazo materno.
Así que tuvo tres madres. Tres parcas o tres gracias. ¡O Las tres mitades de Ino Moxo! (Novela sobre chamanismo amazónico escrita por César Calvo en los años setenta). Menuda historia…
Yo le llamo
«La Historia», y la deberé escribir alguna vez. Las plantas psicodélicas
me salvaron la vida, sí. Desde luego impidieron que me convirtiese en
un alcohólico agresivo.
Escucha, porros y nictalopía
Hoy en día se habla de plantas maestras refiriéndose a aquellas plantas psicoactivas que durante el período de mareación te permiten acceder a información.
Si sabes que la planta puede enseñarte,
debes prestar atención. Distingo siempre entre las plantas embriagantes
dos conceptos diferentes: uso y escucha. En Occidente solo atendemos al
uso. Tomamos café para despertarnos, cerveza para socializar y
relajarnos. De esta manera no alcanzamos a ver toda la tipología de
efectos posibles que pudiera tener en nosotros.
La escucha es uno de los principios de la empatía en la psicología moderna…
Si
usamos cáñamo para tener sexo o reírnos, buscando un aspecto de los
efectos de la planta, obviamos otras posibles utilidades. Otra cosa es
escuchar. Cuando yo uso por primera vez una nueva fuente, directamente
de la elaboración de la planta o sintetizada en laboratorio, no la estoy
utilizando sino escuchando qué nuevas posibilidades me ofrece. En el
uso del cáñamo hay un elemento que nunca he escuchado en los
consumidores occidentales y que señalan muchos pescadores en Jamaica y
Marruecos: es capaz de aumentar considerablemente la visión en la
oscuridad. Hay estudios que han demostrado científicamente que los
pescadores que fumaban cannabis para tener mejor visión durante la pesca
nocturna mejoraban entre un veinte y un treinta por ciento su capacidad
visual en la oscuridad. Y eso solo lo descubres si escuchas.
Lo que exige un gran nivel de atención y de humildad…
Si
aprendes a escuchar los efectos de la ayahuasca, aprendes de verdad lo
que «te está diciendo». Los chamanes y personas que en la Amazonía usan
la ayahuasca emplean ese método. Cocinan, prueban, añaden plantas, y
durante la subida la planta les revela cómo combina, para qué sirve y
qué puede ofrecerles. Con los hongos pasa igual. Y probablemente esa
fuese la manera, escuchando durante sus efectos a una planta, por la que
se llegó a la combinación maestra de la ayahuasca tal y como la
conocemos hoy. En la vía chamánica tradicional conocen perfectamente
este método. En mi libro Jurema, la pianta della visione intento definir
el concepto de la escucha. Psiconauta no es tanto una persona que toma
drogas, sino alguien que tiene una forma de acercarse a la planta
escuchando lo que tiene que decirle.
Los neófitos objetan cómo se puede «intentar controlar» durante un estado donde todo es alteración y desmadre psicoemocional. Yo suelo usar la metáfora del surf: si un ser humano es capaz de mantener el equilibrio en una tabla sobre olas de treinta o cuarenta metros después de mucho entrenamiento y de ser revolcado muchas veces para lograr ese prodigio de volar sobre una fuerza de la naturaleza semejante, de la misma manera puede lograrse el equilibrio en estos estados alterados de conciencia con disciplina y entreno…
Cierto. Y ahora que hablas del surf, sabrás
que muchos surferos en California usan microdosis de LSD para tener un
equilibrio especial mientras practican. Muchos practicantes de deportes
extremos hablan de un estado especial de conciencia que alcanzan
espontáneamente, una dimensión que ellos llaman being in, «estar dentro
del ser». Se trata de un estado donde todo parece detenerse, el tiempo
va muy lento y los movimientos son lo más perfectos que se podría
imaginar. Y a ese estado no llegan tomando drogas exógenas. Yo enseño
estas cosas a los médicos de los drogadictos (ríe).
Hijos del cáñamo napoleónico
En Los alucinógenos en el mito ya aportaba una de las ideas principales de su pensamiento: en el origen de numerosos saltos culturales de las civilizaciones humanas influía el uso de sustancias embriagantes. El lenguaje, la trascendencia, la agricultura, el arte pueden tener su origen en las relaciones con estas plantas…
Es muy
probable que las primeras fuentes que provocaran estos estados alterados
fuesen plantas con cualidades embriagantes o psicoactivas. Pero es muy
posible también que desde el principio el hombre incorporara técnicas
descubiertas en sí mismo, como el aislamiento sensorial o la
hiperventilación. Por eso no conviene fijarse solo en las plantas, que
sí, probablemente son el origen. En todo caso, lo que sabemos que
ciertas sustancias embriagantes y psicoactivas provocan es una
desestructuración de funciones moleculares previas con la posibilidad de
alcanzar nuevas funciones. Pero no se ha estudiado todavía.
¿Cuáles fueron sus primeros libros en italiano?
El
primero fue L’erba di Carlo Erba, en 1998. Fue mi primer descubrimiento
de documentos históricos de médicos que se encontraban perdidos en
bibliotecas sobre el impacto de la llegada del cannabis en Italia en la
edad moderna. ¿Conoces lo de Francia y los clubes de los haschischins?
Pues algo parecido. Si nos remontamos a orígenes, los documentos de la
presencia del cannabis en Europa más antiguos, son italianos
precisamente. Hace unos doce mil años. Pero lo cierto es que
culturalmente llegó muchas veces. Se prohibió, se olvidó, volvió a
llegar… La última llegada fue cuando Napoleón hizo la conquista de
Egipto y envió una nave llena de científicos a aquel lugar. Uno de
ellos, el famoso Champollion, el traductor de los jeroglíficos. Otro
libro importante en italiano fue Funghi allucinogeni, un estudio
etnográfico y arqueológico, donde publiqué el significado de las
pinturas del desierto de Tassili con los hombres-hongo, que se hicieron
tan famosas.
¿El listado de plantas embriagantes que Schultes, Evans y Hofmann publicaron en Plantas de los dioses ha sufrido muchas variantes en los últimos tiempos?
El
listado ha sido revisado por Christian Reich en varias ocasiones y hay
varias que ya se sabe que no lo son, como los coleos o las borrajas.
También hay plantas que tuvieron usos y se olvidan. El cilantro, el
Crocus, el alcanfor…, son plantas embriagantes que ahora estoy
estudiando y que dejaron de usarse como tales.
El misterio del loto azul
Hablemos de su último libro: Archeologia delle piante inebriante («Arqueología de las plantas embriagantes»).
Es
fruto de años y años de investigación de las plantas embriagantes desde
el punto de vista de la arqueología. Desde que era niño me interesé por
la arqueología, de joven participé en numerosas excavaciones. Mi
primera intención fue unificar ambos campos: el estudio de las plantas
embriagantes y sus usos en la antigüedad a través de la documentación
arqueológica. No solo he contactado con muchos arqueólogos para afinar
mis estudios, sino que muchos arqueólogos me contratan a mí cuando
excavan en África, en las Américas… Hoy en día soy la mayor fuente de
estudios en ese campo. Porque es lógico que ellos no conozcan bien el
uso embriagante de las plantas y sus efectos.
¿Cuál es la mayor novedad que cree que aporta este estudio?
Uno
de los documentos más interesantes que he aportado es un cuadro donde
se añaden las fechas de usos más antiguos probados de las diferentes
drogas según las fuentes arqueológicas de las que hoy en día disponemos.
Un cuadro que revela lo que sabemos. Lo tengo que revisar
constantemente. En mi libro digo que tenemos constancia de que el cacao
se usaba desde el 2200 aC. Pues bien, unas excavaciones en Guatemala nos
lo han envejecido mil años más. Seguro que muchas plantas se conocen de
antes, pero lo demostrado por medio de evidencias directas, indirectas y
arqueológicas es lo que publico en el libro. Actualmente, gracias a la
química y las nuevas tecnologías, podemos datar y estudiar cosas que
hace cincuenta o cuarenta años, o mucho menos, no podían hacerse. Por
ejemplo, estudiando el pelo de las momias es fácil hoy saber qué drogas
tomaban y lo que cocían en sus vasijas.
Efectos estimulantes, narcóticos, embriagantes, visionarios… ¿Cuáles han sido los más buscados por el hombre a lo largo de la historia?
Primero,
la embriaguez con las bebidas fermentadas alcohólicas. Luego, la nuez
de betel, cuyos efectos son euforizantes al principio y luego parecidos a
los del tabaco. Luego los nicotínicos, todos los que tienen que ver con
el tabaco. A poca distancia los cafeínicos. Y a mucha distancia, las
fuentes visionarias.
Egipto fue una de las civilizaciones antiguas donde todo estaba más especializado y sabemos que usaban las plantas para muchas aplicaciones. ¿No es probable que ahí existieran muchos tratados sobre cómo usarlas?
Claro.
Pero tenemos un enorme problema de identificación botánica. De los
cientos de jeroglíficos donde tenemos constancia que hablaban de plantas
y sus usos, a la mayoría no las hemos identificado. Es una información a
la que aún no podemos acceder.
El caso del nenúfar azul usado como afrodisíaco embriagante por las mujeres. Muchas de esas plantas han evolucionado no solo en las especies cultivares, sino que se han olvidado sus usos.
Ahora ya hace
muchísimos siglos que esa especie no se cultiva allí, porque no era
autóctona del Nilo, venía del Medio Oriente. Utilizaban grandes lagunas
para cultivarlas de manera industrial. Tenemos constancia de que a Amón
se le entregan tres mil y pico nenúfares azules. Pero al perderse el
uso, dejó de crecer, porque no era su hábitat natural. Los egipcios
tenían su enteofarmacognosia, pero es una de las partes menos
estudiadas. Se sabe que el nenúfar azul es la planta más representada en
los jeroglíficos egipcios, pero como la mayor parte de los egiptólogos
desconocen sus cualidades embriagantes, la lectura que dan de su
importancia es equivocada. Hay un problema de tabúes a la hora de
aplicar tu mirada contemporánea sobre hechos del pasado.
Lo que parece claro es que el hombre siempre ha buscado estados alterados de conciencia.
Yo
siempre utilizo este axioma: «donde hay conciencia hay estados
alterados de conciencia». En las sociedades siempre han existido
personas que, por medio de vías exógenas o técnicas, han estado
conectadas con las experiencias visionarias. Chamanes, locos de aldea,
los visionarios. Aún no tengo respuesta para entender cómo la especie
amortiza esa búsqueda. Porque además partimos de una idea ficticia, que
existe un estado de normalidad, que atribuimos a la vigilia. Yo me
encuentro siempre con una duda. ¿Cómo sabemos qué estado es un estado
alterado de conciencia per se? Tal vez la función de conciencia sea
alterarse constantemente a sí misma.
¿Cómo fueron aceptadas en un principio las diferentes sustancias que vinieron de otras culturas en Occidente?
Estudiando
la recepción primera de estas plantas -tabaco, cacao, cannabis, té,
café…- me di cuenta de que todas han pasado por fases similares desde
su introducción: panacea, rechazo, persecución, gueto, regulación y
normalización. Y también que, en los primeros reportes de su uso, había
mucha gente que afirmaba tener experiencias visionarias con ellas. Hoy
nos parece inverosímil tener visiones con el cacao o el café o fumando
un cigarro. Yo a este fenómeno lo llamo «domesticación de la molécula
salvaje». Es un proceso físico, pero también social. Mi idea es que esos
efectos siguen produciéndose, sin embargo, nos hemos adaptado a ellos.
Es un tema simplemente perceptivo. Ya no percibimos esos efectos. Lo que
no quiere decir que nuestra cabeza no esté llena de los efectos
psicoactivos del café de la mañana.
Y como ser humano, ¿qué ha aprendido de las drogas?
Las drogas me han dado muchísimo. No solo tomándolas sino estudiándolas. Lo primero, me han salvado la vida, que no es poco. Y por eso les dedico la vida. Intento entender estos instrumentos para comprender la razón de la relación del hombre con estas sustancias.