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Las drogas son parte de la fiesta y la cueca también

Archivo, septiembre 2017

Edición n° 125

Queríamos contar por qué algunas drogas como la cocaína están presentes en varias cuecas. Pero, a la larga, nos encontramos con algo mucho más fascinante: la cueca urbana es un hilo oral que lleva décadas pasando de rueda en rueda, moviéndose por las ciudades y sus carretes, viviendo a resguardo con el pueblo que la sigue escuchando y bailando, y, lo que es mejor, la sigue cantando como un conocimiento que no se detiene.

Por Carlos Martínez.

Son las 11 de la noche y detrás de la Estación Mapocho a la altura de la carretera norte-sur, en una explanada del Parque Los Reyes, los panderos y guitarras de los lotes le ponen resistencia al ruido de la cuidad que lo enmudece todo.

Para el oído poco entrenado parece un guitarreo más. Pero para aquellos que vienen todos los martes, es el sonido de la rueda de cueca, la misma que hace un par de años se congregaba afuera del Galpón Víctor Jara. Y quién sabe, tal vez la heredera directa de esas ruedas espontáneas de matarifes, vendedores ambulantes y choros antiguos.

Fue en la época del Galpón Víctor Jara cuando el Chinga, el Panda y el Cuchara se conocieron. Han pasado varios años de eso y hoy siguen participando del movimiento que hace que la cueca goce de buena salud.

Del Panda, el Chinga y el Cuchara hablaremos más adelante. Ahora y en medio de la urbe, la cueca retumba y la gente la baila, mientras se vende vino navegao, huevos duros y  cigarros sueltos.

“La cueca sin ambiente de fiesta no prende”, me comenta alguien con un vaso en la mano mientras los que son parte de la rueda participan de una especie de trance y, coincidencia o no, se ubican como si estuvieran mirando hacia la Vega, uno de los puntos donde todo esto nació.

Cuequeros
Fotografía por Carlos Martínez

Una cueca desde la ciudad

“La cueca surge en el matadero, Estación central y La Vega como expresión espontánea. Es donde cantan los descendientes de la cultura mora, los que defendieron a Carrera y lucharon en la batalla de Yungay”. Nos relata Mario Rojas, músico fundador de De Kiruza y un investigador de la cueca urbana.

“La cueca brava es la representación de la ciudad y es un error asociarla al imaginario del campo que tenemos. Ese del huaso con poncho y a caballo. La cueca es del ciudad y si hay caballo, tira de una carreta”, sentencia Mario.

Gracias a su relato y al libro que publicó en 2012, El que sae, sae. Crónica personal de la Cueca Brava, podemos vislumbrar cuál ha sido recorrido de la cueca y cómo se han mantenido a lo largo de las décadas. También resulta fácil reconocer algunos personajes que brillan con luces propias dentro de este mundo.

Personajes como Fernando González Marabolí, Nano Núñez y el Baucha, por solo nombrar algunos.

De Nano Núñez y el Baucha se ha hablado bastante. Ambos cuequeros que aprendieron la destreza del canto en las ruedas de choros, donde cantar o saber utilizar el cuchillo era igual de importante. Ellos fueron la voz y la letra de un canto que corría solo, paralelo a la idea de folklor establecido.

“Nano Núñez vio a los primeros cantores de Pila de Ganso en el conventillo El Diablo y en la inmediaciones de la Vega y el Matadero. Entre guapezas y requiebros amorosos, entre duelo a cuchillos y con pañuelos, aprendió que la cueca podía tener valor en la vida”, destaca Mario Rojas en su libro El que sae, sae…

Pero la figura de Fernando González Marabolí quien fue matarife y un destacado investigador de la cueca centrina, resalta por sobre el resto.

Rojas en su libro dice que  conoció a “González Marabolí a fines de los 90. Su padre, sus tíos, su abuelo habían sido matarifes y cantores, por lo que estudiar los orígenes de la cueca era una forma de entender la vida misma”.

Es más, agrega Rojas, para González Marabolí la cueca “desciende directamente de la cultura árabe, más exactamente del Imperio de los Omeyas, y llegó a América durante la Conquista en las voces andaluces que habían pasado por grandes escuelas de canto”.

Es el mismo González Marabolí que en su cosmovisión de la cueca, ve a la rueda como un espacio de representación estelar: el centro representa el Sol y los cantores representan los planetas.

“La belleza del canto a la rueda o canto a la daira, es el equilibrio de la verdad interior. Tiene la medida y el peso justo… debido a que el hombre sacó de la naturaleza los componentes de su arte. La cueca es una de las formas más difíciles y complejas del compás árabe del 6 por 8”, describe González Marabolí.

Fotografía por Carlos Martínez

Cueca y drogas

La cueca brava durante mucho tiempo se refugió en el mundo de “las casas de niñas” y fue cantada por choros y gente habilosa. En ese contexto de marginalidad no es ilógico pensar que las drogas estuvieran presentes y que fueran un tema que valía la pena cantar.

Hoy la cueca brava no necesariamente se encuentra confinada a ese mundo y, por lo mismo, sus temáticas han cambiado: la educación, la despenalización de la marihuana, el problema de la pasta base son tópicos que irrumpen y hablan de lo que es importante para los cuequeros ahora.

Es que la cueca está siendo conversada y entendida más que una expresión puntual de lo popular, sino más bien como pieza importante en la construcción de un relato paralelo al establecido. Una historia que se vale de las canciones y las melodías para perdurar.

Así lo entienden en el programa “A Chile a Chile” de Radionauta. En ese espacio radial, el Chinga, el Panda y el Cuchara llevan más de 100 programas al aire dedicados al tema. Por eso, no es raro que el capítulo 94  lo dedicaran completo a mostrar algunas joyitas relacionadas con este tema de las drogas.

“Las drogas son parte de la fiesta y la cueca también. Lo que llama la atención es que hace más de 40 años fuera un tema que se hablara tan abiertamente. El consumo de cocaína, por ejemplo, en las canciones se ve normalizado y no es presentado como algo a que temerle.”, comenta el Chinga.

“En el disco Cueca con escándalo hay varias referencias a la cocaína y la marihuana. Incluso un tema está dedicado a la coca. Ese disco da la sensación de que hubiesen juntado a los lotes de diferentes lugares a carretear y hubiesen aprovechado de colocar micrófono y grabarlos”, agrega el Cuchara.

La canción a la que hace alusión el Cuchara es “La Pichicata”, creada por Raúl Lizama e interpretada en el disco por Los Centrinos del Matadero.

Esta es su letra:

La Pichicata

En Boli, En Bolivia hay una hojita
muy rica, muy rica y apetecida
refina, refinada y muy blanquita
buena pa’, buena pa’endulzar la vida.
Cuando estoy falopeado
caramba, no soy el de antes
veo volar los chanchos
los chanchos, los elefantes.
Los elefantes, sí
caramba muy re bonito
a caballo de un burro
pegándose el toquecito
Y esto a mí me ha pasado
por andar pichicateado.

La carátula del disco Cuecas con escándalo luce un gran texto que dice CENSURADO. Sin embargo, la carátula que llama la atención es la Lolos marihuaneros y otras cuecas choras de Nano Parra, donde aparece un grupo de jóvenes fumando. Este disco de 1970 está compuesto por 17 canciones donde se puede escuchar la siguiente cueca:

Los lolos marihuaneros

Para volar a la Luna
dicen las lolas y lolos
no es necesario un cohete
de ésos que llaman Apolo.
Hay que tomar pisquito
y tener ganas
de pegarse unos toques
de marihuana.
De marihuana, sí
fumen chiquillos
a sacarse la ropa
pa’que haya brillo.
Volemos en patota
como gaviotas.

El grupo porteño La Isla de la fantasía también tiene una cueca sobre la cocaína. Esta es su letra:

Sapo Pichicatero

Un sapo pichicatero
y una rana falopera
se pegaban los fierrazos
de una coca de primera
Tírate otra rayita
no siento nada
le miraron por longi
está falopeada
Está falopeada, sí
rana insolente
sácate algo pulento
para la mente
Y la rana bacana
sacó de la colombiana.

La cueca de los Tricolores “Como hojita vino al mundo” es una canción que no hace referencia directa a la cocaína, pero en sus versos es imposible no pensar en ella.

Como hojita vino al mundo

Allá va como hojí, como hojita vino al mundo
allá va, criticada entre alabanza, pasa la llave
allá va, criticada entre alabanza, pasa la llave
allá va y por eso, y por esos pillos pillos
allá va, convertida en diosa blanca, pasa la llave
allá va, como hojita vino al mundo, pasa la llave.
La reina de la fiesta
allá va, si es puro brillo
si hablan tate callaó
con los chiquillos, pasa la llave
la reina de la fiesta
si es puro brillo, pasa la llave.
Con los chiquillos, sí
allá va, si es de quiruza
y si vive en caleta
es por la yuta, pasa la llave.
Y un suspiro profundo
allá va, arreglo el mundo.

“Por un poco de sustancia” de la Gallera, es una cueca que habla de la pasta base. A diferencias de las anteriores referencias, esta se instala como una crítica social y es presentada como un relato en primera persona de alguien que hace de todo para movilizarse por otra dosis más.

Por un poco de sustancia

Caramba por un po, por un poco de sustancia, ayayay
caramba para re, para rellenar el codo
caramba para re, para rellenar el codo
caramba camino, camino toda la noche, ayayay
caramba por un vi, por un vicio lo hizo todo
caramba por un po, por un poco de sustancia.
Saca pecho en la calle
caramba, moviliza’o
rejuntando ceniza
caramba, por la’o y la’o
saca pecho en la calle
caramba, moviliza’o.
Por la’o y la’o, sí
caramba, y es peligroso
transformarse en la noche
caramba, ponerse odioso.
Va de arriba pa’ bajo
caramba, esquivando tajo.

No podemos dejar de señalar que la mayoría de estas cuecas junto a muchas otras, son resguardadas en el sitio cancionerodecuecas.cl, a quienes les agradecemos por el trabajo que desarrollan para preservar nuestro patrimonio cultural.

El piano, el pandero, la guitarra y el pito (grito) más alto

El día de la rueda en el Parque los Reyes, con el Chinga conversamos un navegao. Me habló sobre cómo la oralidad y la itinerancia siempre han estado presentes en la cueca. Y cómo el carrete es parte de ese todo.

“Es imposible separar el carrete de la cueca. Nosotros estamos en este lugar y después tenemos que movernos porque llegan demasiadas personas. La cueca es como un imán de la fiesta”, cuenta el Chinga.

El Chinga toma un sorbo más y se despide. Me dice que va a seguir cantando pero me invita al programa número 100 que conduce con el Panda y el Cuchara. Será en el barrio Yungay en el Bar Popular.

Llego al Popular en el día y hora acordados. Me ofrecen empanadas de prietas y cerveza. Prefiero la chela. Después de un rato, me pasan un vaso para que siga tomando borgoña.

El programa número 100  termina pero la cueca sigue. Chinga, Panda y Cuchara, son Alex Guerrero, Cristián Infanta, y Fernando Squicciarini respectivamente. Siguen cantando, afinando melodías y trayendo a la memoria más y más letras de cueca.

Al verlos cantar las melodías uno puede entender cómo se va aprendiendo y ensañando dentro de este ejercicio de oralidad que es la cueca: Fernando les sopla la letra a dos chiquillas que se animan con una cueca que recién están aprendiendo. Alex espera su turno y pide que lo acompañen con la guitarra mientras lucha, consigo mismo, por alcanzar el pito más alto que su garganta pueda dar.

Trato de hacer palmas. Es imposible no sentir la energía que transmite la cueca. Es que el canto agritado no pasa desapercibido y hasta por la ventana del local la gente que pasa mira curiosa. El jarro de borgoña baja rápidamente, lo inclino sobre mi vaso y las frutillas aconchadas caen de golpe y manchan la mesa, pero a nadie le importa.

La guitarra pasa de mano en mano y el dedo gordo se arrastra por el cuero del pandero, mientras se sigue transmitiendo de boca en boca una letra y una forma de cantar que ha estado siempre entre nosotros, a veces oculta y marginada o como hoy, distendida, dispuesta a ser maestra y aprendiz al mismo tiempo.

La cueca está vivita y coleando.

Cueca y Drogas
Fotografía por Carlos Martínez