Alejandro Olivares, fotógrafo:
“Cada persona tiene un infierno propio”
Como editor fotográfico, está detrás de la cámara de las fotos del semanario The Clinic. En 2013 recibió el premio Rodrigo Rojas de Negri al fotógrafo del año con la imagen de una pequeña sosteniendo un juguete bajo un puente del Mapocho. En 2010 comenzó a trabajar sobre “Living Periferia”, un ensayo que le costó años lograr “transformarse en un mueble” dentro del quehacer diario de jóvenes consumidores de pasta base.
¿Cómo fue ese proceso de hacer Living Periferia?
Partió porque crecí en Puente Alto. Sería barsa decir que crecí en la pobla, pero sí la tenía a un lado y tenía relación con ella, tenía amigos de ahí. Y trabajé de pendejo con cabros chicos desde el deporte, entonces me relacioné de manera cotidiana con este tema y lo vi partir, cuando la pasta empezó a tocar más o menos Puente Alto. Después me convertí en fotógrafo y me parecía una buena idea. Tuve que buscar los puentes para conectar estos relatos, sacar esta historia de la pobla y mostrarla a gente que no está informada y cree que ellos son solamente drogos. Pero hay varios temas sociales y humanos cruzados. Tenís mucha exclusión, falta de oportunidades y soledad. Todo junto.
¿Crees, entonces, que nos quedamos siempre con la caricatura del pastero?
Claro y se acabó. No vai más allá. Pero hay que ponerse en los zapatos del otro hueón y que hay que entender que cada persona tiene un infierno propio. Sobre todo tratar de entender a estos pendejos. Si voh veís, el 80-90% de la gente de una pobla es gente de trabajo, y de esa gente de trabajo son los pendejos los que caen, es como uno por familia. Y son gente muy sola. Entonces mi idea de entrar ahí, era buscar los puntos de inflexión de esos cabros chicos.
¿Cómo fue ese trabajo de construir puentes con las personas que retrataste?
En general, la historia en fotos, cuando querís contar historias largas y difíciles de entrar, le dedicai tiempo de producción, por decirle de una manera. Entonces empezai primero a buscar contactos, no vai ahí a preguntar a lo hueón… porque por hueón te van a cogotiar. Yo buscaba los contactos que me iba dejando mi trabajo en The Clinic, y después hablar con las dirigentes sociales, porque son las mujeres quienes la llevan en las poblaciones y desde ahí acercarse a ellas, contarles lo que quería hacer, siendo supersincero, superhonesto: yo quiero mostrar esta hueá. Puede ser amarillista, puede ser efectista, pero necesito que llame la atención.
Te preguntaba por la caricatura del pastero. ¿Cómo evitas no caer en eso con la fotografía?
No es fácil, porque visualmente no tenís mucho tiro de cámara, por decirlo de una manera coloquial. No tenís mucho espectro pa fotografíar. Pero cuando ya lograste entrar, lograste intimidad, o como digo yo, lograste hacerte más invisible. Eso quiere decir que no están posando, no están haciendo hueás, no están preocupados de que no le tomís la foto. La cámara está ahí mismo, estai voh, traspirando. Entonces primero tenís que hacerte parte para que cuando entrís, los hueones transiten en su vida normal. Eres un mueble más, y estai ahí. Si lograste todo eso ya tenís la pega de cómo cuento esto visualmente esta escena que es tan potente, en que una mina está embarazada y se está fumando los pipazos. Lograste entrar a eso, fue horrible, estai cansado de la cabeza. Ahora, visualmente cómo cuento esta hueá que es apoteósica, pero tú piensai cómo chucha en una imagen lo contai. Ahí tenís que tener ojo rápido, y tiene que tener algo estético, visualmente tiene que ser agradable. Suena frío, pero si yo no logro eso, voh no lo vai a mirar. Como espectador vas a pensar ah, una foto más con una luz de mierda que fuiste y la tomaste. Entonces ahí lo que tenís que hacer es tomar una buena imagen. Muchas veces lograi entrar, pero no hay foto, no hay cómo relatarlo.
Luis Barrales, dramaturgo:
“Hay que entenderlos como miembros de tu clase, no como parias.”
Guionista de Mary & Mike, dramaturgo de Shakespeare Falsificado y Niñas Arañas. Ganador del Altazor en 2010, son apenas algunos de los hitos de su extenso trabajo en la que la marginalidad es un tópico que se repite. En 2007 escribió HP, obra que revisaba la vida de Hans Pozo, joven que transitaba en la periferia de la capital ejerciendo de vez en cuando la prostitución para solventar su adicción a la pasta base y que terminó siendo descuartizado, en un crimen que copó los medios de comunicación en 2006.
¿Por qué te decidiste a recoger la historia de Hans Pozo y en general por qué te interesan esos espacios de marginalidad?
Hans Pozo es una iniciativa de Isidora Stevenson, la directora. Ella es la gestora del proyecto y me invitó a participar. En el caso particular de Hans Pozo, había hartas cuestiones que resultaban muy interesantes de releer y que se vinculaban a los distintos círculos de marginalidad que tenía el muchacho. Era una sumatoria de marginalidades. Por un lado era pobre, por otro lado era huachito, su familia lo había abandonado. O sea, había una desprotección absoluta. Era adicto a las drogas, era padre soltero y además era rubio. De hecho esa creo que fue la causa de que lo abandonasen: la sospecha del padre de que no fuese su hijo y que fuera resultado de una infidelidad. Su vida era una especie de tragedia atomizada, toda convertida en un puro cuerpo; no había forma alguna de que él escapase del sino marginal. Si era capaz de vencer una de estas capas de marginalidad se iba a encontrar con la otra, y luego con la otra. Entonces esa fue la cuestión que nos fascinó fundamentalmente, el hecho de que fuera una especie de contenedor de todas las marginalidades existentes y el hecho de su muerte en términos estéticos, el tratamiento mediático que tuvo, hacía que fuera una referencia simbólica ineludible.
¿Cómo fue el proceso de investigación de obras como HP, Las Niñas Arañas? Antes me contabas que habías probado la pasta, no sé si fue en ese contexto.
No, fue antes. Probé una vez y entendí perfectamente por qué se puede producir la adicción. La sensación física es bien difícil de describir con palabras. Pero es una sensación de elevación física, una especie de despersonalizarse, separar el cuerpo. Ese lugar debe ser una cuestión que se disfruta mucho. Una lógica de evasión bien sencilla. Cuando investigábamos para Las Niñas Araña por ejemplo se hizo mucho trabajo de medios, se discutió un montón de cuestiones, y nos dimos cuenta que había una pulsión religiosa en el consumo de droga. En el texto intenté ser lo más explícito posible en eso sin revelar el truco. Pero ese rollo de proceso civilizatorio, digamos, de que dios o los dioses estaban en contacto directo con nosotros y lo único que necesitábamos para comunicarnos con ellos era esta sustancia extática. Pero esa relación directa del sujeto con dios está mediada por el cura. Entonces el consumo de drogas lo entendemos como la pulsión religiosa rebelándose a la desconexión espiritual que hay. Las cabras se fuman el mono de pasta base, observan la ciudad, reflexionan a patir de la luz, la luz es dios, y ahí están harto rato dándole vueltas.
¿Crees que en las sustancias “urbanas”, por ponerle un nombre, como la pasta base y la cocaína, ayudan en ese acercamiento con “lo divino”?
Podríamos en el peor de los casos entenderlo como la vulgarización de ese proceso. Como se han vulgarizado todos los procesos. Ahora la gente para tener contacto con la naturaleza va al cerro, aquí, que está rodeado de urbanidad, en el peor de los casos va al parque. Es la misma lógica y es muy probable que el que encienda un pito o un mono de pasta base no esté pensando en un ritual para comunicarse con algo, pero de algún modo lo sigue siendo.
¿Cómo te interesa mostrar a ti en tus obras a estos sujetos marginales? ¿Cómo te interesa que sean vistos?
Primero y como tengo formación marxista, entenderlos como miembros de tu clase, no como parias. La primera vez que leí a (Juan) Radrigán vi que alguien hablaba de mi clase con cariño, esto no quiere decir condescendencia, era cariño pero a la vez algo muy crítico de la condición del embrutecimiento que puede producir el estar permanentemente oprimido, pero a la vez con una dignidad. Esa es la forma en que los trato de mostrar.
Tata Barahona, luthier:
“La mejicana habla justamente de eso, de un hueón que vende pasta base pero fuma marihuana”
En su taller ubicado en el barrio Matta nos recibe Pedro “Tata” Barahona. Ahí nos cuenta su interés sobre ese sujeto marginal al que le dedica una buena parte de sus canciones. Queremos saber qué piensa este cantautor sobre la pasta base y durante la conversación nos revela que “La Mejicana”, canción con la que se hizo ampliamente conocido, en realidad no versa sobre la marihuana si no que trata sobre la pasta base.
¿Cómo construyes ese sujeto marginal que está en tus canciones, incluso esa sonoridad?
Curioso, alguna vez me hablaron de eso, del “efecto sonido”, en el sentido de que reproduzco el “sonido social”. Una vez que estuve en la UFRO con un sociólogo, el aludió a mi obra como una “música descripcional”. Me hizo mucho sentido su reflexión, porque en el fondo la búsqueda de esos sonidos, el del mundo popular, tiene que ver con una descripción del entorno sonoro y social. Encuentro que es desde el mundo popular desde donde en general se va nutriendo la cultura de los países, de los pueblos. Entonces por eso me gusta ese rescate.
¿Cómo ves tú ese lenguaje popular cuando habla sobre la droga?
Mira, hace poco estuve con una amiga que es de aquí de Lo Hermida y es dirigente mapuche. Ella está súper afectada con el tema de la pasta base y encara mucho a los tipos que trafican, porque son gente del mismo barrio, que se criaron juntos. En tragedia caen por consumir esta weá, después ven un negocio en eso. Mi canción La mejicana habla justamente de eso, de un hueón que vende pasta base pero fuma marihuana. Sabe su negocio; un pastabasero no puede ser traficante, él solo es un consumidor, está cagao. Nuestro manejo o hablar de las drogas pa nosotros es muy liviano, pero entiendo que en el entorno de ellos hasta fumarse un caño debe ser no, porque ya estai en algo.
¿Cómo te interesa mostrar a este sujeto marginal desde el arte?
Yo creo que en el arte uno tiene que reflejar su volá personal, su visión personal, o bien un reflejo de lo real no más. Yo pienso por ejemplo en las canciones que tengo que aluden a la droga. Estoy pensando en el Terrible de loco y La Mejicana, que son canciones que recurren al habla popular en ese sentido. No le pongo un juicio, al menos en mi parte de la obra. No estoy haciendo un juicio de valor: estoy mostrando lo que hay. Estoy haciendo una descripción, una representación teatral. La mejicana es un hueón que te está contando qué le pasó. No hay juicio, hay descripción. En el fondo, yo siento que las expresiones artísticas tienen que ir dejando testimonio de época. Mucho de lo que sabemos de otra época lo sabemos por lo que vemos en las pinturas, lo que está escrito en las crónicas, en los cuentos.
Me gustaría que me comentaras un poco más de esta canción La Mejicana. Te lo consulto porque la mayoría de las personas lo ven, más bien, como un himno a la marihuana.
Claro, la lectura más liviana es que primero es una canción para reírse, una canción de humor. La segunda, es decir que esta es una canción es en serio. Yo la compuse, como te decía, sin pensar en nada. Simplemente recuerdo que había fumado marihuana prensada en la mañana, era la primera vez que me separaba. Fui al baño, me miré al espejo y dije esa hueá: “la marihuana me deja los ojos rojos”, y el ritmo me llevó a repetirlo. En la canción el loco efectivamente cuenta algo que le pasa, que le quitan droga, hace un ajusticiamiento y siempre tuve la sensación interna de que lo que al hueón le estaban robando no era marihuana, era otra cosa, no lo que el hueón consume. Y en algún minuto, conversando con un amigo que es anarquista, hablamos de un sujeto que estacionaba autos y que vendía pasta pero fumaba pito. Podría pegarse su pasta pensé, no po, me dijo mi amigo, el hueón ahí caga, porque se hace adicto muy rápido, y pierde el negocio.
Francisco Papas Fritas, artista visual:
“La pasta base te saca del estado neoliberal de la angustia y del deseo”
Se tatuó un testimonio del Informe Valech en su espalda, acribilló a Pinochet en una sus obras y al parecer quemó cientos de pagarés de alumnos de la Universidad del Mar. Pero Francisco Papas Fritas no es sólo un artista provocador, su trabajo social es activo y se centra en los márgenes del sistema. Ayudó a formar y trabajó de cerca con la ONG 81 Razones. Nosotros lo fuimos a ver a su casa para que nos contara sobre su obra “La Máquina del Deseo” donde acuñó en pasta base una moneda de 500 pesos.
¿Cómo surge esta idea de acuñar una moneda de pasta base? ¿Cuéntanos un poco en qué consistía esta pieza de arte?
Esto está dentro del contexto que se llama “Diálogos de emancipación” (2012), que es una exposición sobre el tema carcelario, que muestra distintos puntos de vista sobre la cárcel. Dentro de eso hay dos piezas que se llaman “La máquina del deseo”. Una es con marihuana prensada y la otra con pasta base. Básicamente “La máquina del deseo” es la máquina capitalista, que te va generando una multiplicidad de deseos de consumo y dentro de la frustración del deseo de consumo, están estas drogas que te permiten escaparte de esa realidad en la que tú estás y puedes acceder a un bienestar en simulacro. En el caso de la pasta base es un simulacro de bienestar por unos momentos y te saca de la realidad en la que estás, donde no puedes acceder a ciertas mercancías o cierta estabilidad económica o cierto confort que se publicita constantemente de cómo tiene que ser la vida y como no podís acceder a eso, te pegai un pipazo pa olvidarte de que no tenís una casa, de que vivís en la calle. Entonces esta pieza nace de esa reflexión y cómo la pasta finalmente te lleva a estados de angustia que te conducen a cometer delitos.
¿Podríamos hablar, en el caso del pastero, de una angustia neoliberal?
Es que la angustia del pasatabasero no es la misma angustia del sistema. Si bien el sistema te genera la angustia por lo que no tenís y te hace fumar pasta base, la pasta base te genera otra angustia. Fumai pasta base por una angustia neoliberal, pero la angustia ya del consumo de la droga es otro rollo, psíquico.
¿Crees que exista alguna búsqueda más profunda o “espiritual” en el consumo de pasta?
No creo que exista una búsqueda espiritual, sino una búsqueda de salir del deseo. En términos budistas, podría ser, porque el monje medita para desapegarse del deseo, entonces hay una intención constante en la meditación del desapego como primera fuerza, y en el desapego no encontrar nunca el deseo. Y la pasta base sería similar a eso, de alguna manera. Sería similar a un estado de meditación interna en donde no necesitas nada más que tú ser contigo mismo ahí, en el presente. Entonces, la pasta base te lleva a ese estado: a estar contigo mismo, en un lugar en donde no necesitas nada más que sentirte bien, que sentirte pleno. Te saca del estado neoliberal de la angustia y del deseo. Sin embargo, a diferencia de la meditación, la pasta base te produce angustia después, y la meditación no: te produce tranquilidad. Yo vi pasteros que, al verlos en el momento en que estaban fumando la pasta, su sensación física y energética era como de una profundidad tremenda. Eran como 10 segundos de un estado equivalente al de ver respirar a un monje budista. Como que se abren. Pero claro, tú veís después de esos 10 segundos cómo empieza a aparecer la persona ansiosa, y luego llega la angustia. Y hay otros casos en que no, la persona lo domina, y pueden pasar horas sin fumar.
Por el lado de la técnica artística, ¿cómo fue el trabajo de acuñar esa moneda?
Compré papelillos de pasta base y los mezclé con resina. Eran como cuatro papelillos por cada moneda que hice. Las primeras dos que hice fueron pintadas con ceniza, para que se notara el dibujo de la moneda. Porque para fumar pasta base se usa ceniza. Veís un objeto tan chiquitito, tan cagón, pero la historia de dolor que puede transmitir esa moneda es tremenda. Si esa moneda pudiese relatar la violencia del segregado pero la historia de cada segregado sería una cosa que no te la sacai nunca más de tu vida. Entonces, de alguna manera la obra es super higiénica y eso pa mí es una mierda. Higiénica en el sentido de que no te logra mostrar esa violencia del segregado.