Jordi Castell: La marihuana es una forma de vida
Jordi nos confesó que estaba preocupado por quién lo iba a retratar para la portada de Cáñamo. Pero se relajó una vez que vio a nuestro fotógrafo. De ahí en adelante llegaron las sonrisas y todo fue más fácil. En la conversación, pudimos conocer su postura frente a las drogas: «Son para consumirlas con criterio, eso está claro». Pero nos advierte que el tema no es lo que se está consumiendo sino el poco autocuidado que existe en «héteros y maricas» chilenos. «Hay una plaga de sífilis que te encargo, hay una plaga de gonorrea que sale hasta en los diarios. Los índices de VIH aumentaron en más de un 80%. No me quiero poner viejo de mierda con el tema, pero es así».
Por Carlos Martínez / Fotos: Ronny Belmar
Antes de que la entrevista comience, Jordi se saluda amistosamente con Ronny (el fotógrafo de Cáñamo) y lo reta por no tener una cuenta de Instagram donde dar a conocer su trabajo. «Ya quisiera algún fotógrafo el portafolio de Ronny. No sé por qué no tienes una cuenta en Instagram», le recrimina a nuestro fotógrafo vieja escuela.
La conversación acerca de las redes sociales y la fotografía continúa, y es un buen pie forzado a la hora de iniciar la charla con Jordi, pero los frutos secos que hay en la mesa se vuelven una tentación irresistible para el rostro de televisión.
Me cagaron con las cajú, qué horror. Hueón, tengo la mala costumbre de comérmelas todas. ¡No quedan! No, me las comí todas, qué desastre. Comencemos mejor.
Adicto a Instagram
Jordi Castell Abusleme lleva varios lustros en la televisión chilena. De sus inicios en 2003 como comentarista de espectáculos en TVN, saltó al programa SQP y de ahí en más la farándula ha sido el terreno donde ha concentrado sus esfuerzos profesionales, ya sea como panelista o animando sus propios programas. Es, además, por lo que la gente más lo reconoce.
Pero Jordi antes de ser animador y rostro televisivo, había desarrollado una larga carrera como fotógrafo que lo llevó a realizar varias exposiciones, desempeñarse como curador y trabajar durante años en medios como El Mercurio, donde participó en varios suplementos desde Zona de Contacto hasta Vivienda y Decoración.
Hoy, y con más de 268 mil seguidores en Instagram, ve su trabajo como fotógrafo mucho más cercano a esa idea que alguna vez imaginó cuando estudiaba en la UNIACC.
Soy súper -y lo asumo con orgullo- adicto a Instagram. No solamente porque Instagram se transformó en mi plataforma de trabajo: porque ahí subo todas mis fotos y las ven al tiro de un paraguazo 260 mil personas. Pero no solo eso, además sigo a mucho fotógrafo y fotógrafo joven a través de esta red. Estoy todo el día viendo fotos. Ni cuando estaba en la escuela ni cuando publicaba en El Mercurio o Revista Caras, jamás me imaginé que llegara tan pronto todo lo que siempre soñé, que era estar todo el día viendo imágenes. Más encima y a esta altura de mi vida tengo esta herramienta en mi teléfono. No puedo ser más afortunado.
Jordi es consciente de ese cambio que ha vivido la fotografía y cómo lo digital, internet y la irrupción de las redes sociales han transformado la idea de ser fotógrafo.
Hay que ser lo suficientemente humilde como para dar un paso al costado y entender que hay nuevos formatos. Hoy lo análogo es casi romántico porque todo es digital. Pero además hay nuevas generaciones y nuevos discursos. Todo es inmediato e instantáneo y hay varias generaciones nuevas que por suerte son más libres, más felices y más livianos de lo que era mi generación. Cuando uno va envejeciendo hay que hacerlo con alegría y siempre con una dosis de humildad y apertura para entender que hay gente joven que quiere decir otras cosas y que sin duda las cosas que quieren decir los jóvenes de ahora son diez veces más entretenidas que las que quería decir yo cuando era joven. En esa época teníamos todo un peso político que se llevaba la atención de mi trabajo y de todo mi entorno. Hoy hay cosas que son mucho más importantes y más livianas, más gravitantes para el desarrollo social y la cultura cívica de lo que era en mi época.
Le comentamos a Jordi sobre esa sensación de que hoy en día se sacan muchas más fotos de lo que uno siquiera alcanza a mirar y asiente con la cabeza. Seguido de esto le preguntamos cómo, según su criterio, podemos reconocer una buena foto en un mundo que está saturado de imágenes.
Lo que te puedo decir, muy en lo personal, es que para mí las mejores fotos son las que más me desplazan y las que me hacen viajar mientras estoy sentado mirándolas. Mientras más tiempo me quede pegado viéndola es porque me llamó la atención, porque me pareció atractiva. Esa es una buena foto para mí. O si con una foto te quedaste pegado viendo una revista o en Instagram y esa foto te trasladó, es claramente una foto significativa para ti.
El arte de enseñar
Un periodo profesional muy interesante de Jordi fue la oportunidad de liderar un proyecto académico a nivel universitario en la UNIACC.
Nunca fui más feliz que siendo director de escuela y profesor en la UNIACC. Por eso agradezco la confianza del rector de la época. No solo por dejarme crear esa especialidad en la carrera de diseño. Sino que me dio la libertad absoluta de traer a muchos profesionales del diseño y poderme codear con diseñadores que hoy son muy reconocidos. Básicamente el nivel académico que se le dio a mis chiquillos fue de excelencia. Fue tan fuerte el vínculo que tengo con esos estudiantes que uno de ellos es mi mejor amigo y con otros me sigo viendo.
Durante ese periodo, Jordi se dio cuenta de que enseñar era más que transmitir conocimiento.
Hay una retroalimentación que a uno lo obliga a estar más preparado, mucho más respaldado, no solo con el contenido de las clases. El UNIACC era como una burbuja, era una universidad pagada. Eran niños que estudiaban diseño y muchas veces trabajar y estudiar disciplinas de expresión, ya sea la fotografía o la pintura -por dar un ejemplo-, quizás te aísla de realidades.
Ese aislamiento de los estudiantes de arte, al que alude Jordi, lo ve como la capacidad de ser selectivo y saber qué batallas dar.
Es mejor no mirar cosas que son tan evidentemente nocivas, es mejor hacerse el leso. Si uno pierde el tiempo en hacer voz de lucha o pelear cosas que son prácticamente imposibles, es mejor dedicarse a lo que se quiere hacer para que no se te vayan tus mejores años peleando. Esto que te digo es fuerte, pero es lo que más admiro de los jóvenes de hoy, que a pesar de estar con unos gobiernos patéticos, decadentes y ridículos, los jóvenes y los artistas están pendientes de otras cosas, de superarse a sí mismos, otros códigos que de seguro les van a dar mejores frutos que estar peleando por derechos humanos básicos que deberíamos tener y no tenemos.
Tratamos de entender lo que nos quiere decir Jordi, por eso le preguntamos: ¿Se pierde tiempo reclamando?
Estamos perdiendo el tiempo permitiendo que los mediocres que están en los gobiernos sigan creyendo que nos gobiernan. Así como los pingüinos en un minuto dejaron la cola, me encantaría que existiera un movimiento social donde se dignifique no solo los derechos humanos básicos sino que para que empiecen a cambiar las prioridades. Acá hay un error grave, todos nos hacemos los locos de que somos parte de una sociedad muy decadente producto de quienes nos gobiernan y siento que la hipocresía, la conveniencia, la estrategia y la falsedad son actitudes y prácticas que nos identifican como sociedad. Yo lo he visto probablemente mientras entrevisto gente en mi programa, pero también en la calle, en mi panadería. La gente es hipócrita, habla por conveniencia y te enfrentas a diario con personas que sabes que te están ocultando y que están hablando contigo solo por interés.
Juventud, divino tesoro
Se iniciaba la década del 90 y el retorno a la democracia también brindó un abanico de posibilidades para los jóvenes y artistas de esa época. El carrete comenzaba a ser más que un momento de divertimento, era la posibilidad de explorar libertades que estaban vetadas. Jordi fue parte de esa movida y las fiestas Spandex -donde participó activamente- fueron un ícono de esa transformación como sociedad que se vivió en nuestro país en la última década del siglo pasado.
En esa época las drogas creo que eran casi las mismas, probablemente hay un par de variantes más ahora. Pero son para consumirlas con criterio, eso está claro. Las pastillas, los M, los micropuntos, la cochichi, los ácidos, la ketamina, son 20 mil cuestiones que andan dando vueltas a lo largo de la vida.
Sin embargo, a Jordi el consumo de drogas es lo que menos le preocupa. Su llamado de alerta está puesto en la forma en que los chilenos y, en especial los más jóvenes, abordan el autocuidado con temas tan complejos como el SIDA.
Siento que las drogas no tienen ninguna relevancia en el minuto de salir de fiesta, porque su efecto es pasajero. En cambio una enfermedad venérea te puede durar toda la vida y puedes contagiar a muchas más personas. Eso me parece más decadente y mucho más peligroso que meterse una droga, la que sea. Creo que ahora hay un nivel de promiscuidad y de irresponsabilidad no solo con las enfermedades venéreas sino con el autocuidado. En mi época estaba el SIDA y muchos de mis amigos murieron como moscas y más que pánico lo que había era un criterio, una responsabilidad: tener sexo con condón si ibas a tener una vida de soltero. O tener una pareja estable y serle fiel. Pero los tiempos cambiaron y el SIDA dejó de ser una enfermedad grave para ser una enfermedad crónica como la diabetes. Pero lo que veo ahora, estoy hablando de héteros y maricas, es que hay un desconocimiento por culpa de ciertos gobiernos de no educar a los niños. Hay una plaga de sífilis que te encargo, hay una plaga de gonorrea que sale hasta en los diarios. Los índices de VIH aumentaron en más de un 80%. No me quiero poner viejo de mierda con el tema, pero es así.
Para Jordi el asunto del autocuidado es un tema central a discutir que es muy poco abordado, así como también la forma en que nos relacionamos como sociedad y los niveles de respeto que tenemos frente al otro.
El día en que empecemos a respetarnos en nuestras diferencias, estas cosas no debieran ser tema. Me da un poquito de pena, de vergüenza ajena que se tenga que tomar banderas de lucha por lo que pueda o no pueda fumar. Cada persona debería poder decidir hacer lo que quiera con su vida si es mayor de edad. Si una mujer quiere hacerse un aborto, no debería estar pidiendo permiso. O que una religión te venga a decir lo que puedes hacer, cuando -curiosamente- en esa religión los hombres se visten de sotana para manosear a los niños. Entonces de qué sociedad estamos hablando. Yo quiero libertad y que cada persona pueda hacer lo que desee y que pueda hacerlo con el criterio suficiente.
Han pasado ya un par de horas desde que comenzó la sesión de fotos y estamos cerrando la entrevista de esta edición. Jordi nos ha dejado en claro que consumir marihuana o no hacerlo ya no debería ser tema; por lo mismo, cuando le volvemos a preguntar sobre esta planta, Castell se toma un tiempo y remata.
La marihuana es una forma de vida. No estoy de acuerdo en que se le coloque el apellido droga, como algo malo. No en vano se está usando como paliativo en el tratamiento de la fibromialgia, gente con jaqueca, gente con trastornos del sueño y esto que te digo no es porque lo haya leído. Personas cercanas a mí, familiares que son mucho mayores que yo y que nunca han fumado marihuana la han utilizado y les ha funcionado dentro de su terapia para su fibromialgia.