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La lucha libre en Chile: Golpes, ficción y marihuana.

Amado por sus seguidores y reprimido por la sociedad, Sexualizer, el lujurioso atleta enmascarado cumple la misión de encarnar la libido de los chilenos mientras combate para salvar al país de esa enfermedad colectiva que Redolés llamó «cartuchismo ilustrado».

Por Andrés Panes

Mi romance con la lucha libre empezó el año 2000, cuando vi a Mick Foley caer desde el techo de la jaula infernal hacia el centro del ring. No podía creer que fuese verdad. ¿Cómo era posible que un cuerpo humano resistiera semejante castigo? Por mucho que todo esté galleteado, los metros de altura no se pueden falsear. Presenciar el brutal porrazo de Foley me impactó y las emociones que sentí en ese momento eran totalmente contradictorias entre sí. Una parte de mí de verdad estaba preocupada por esa persona, otra estaba fascinada con el espectáculo. Empatía y sadismo, todo junto. Con morbo, adrenalina, sorpresa e intriga. Siendo sincero, pensé haber visto una muerte. Que caminara por sus propios medios pocos días después me pareció tan desconcertante como su monumental caída.

El diálogo entre realidad y ficción es uno de los puntos más atractivos de la lucha libre. Muchas veces, las fronteras entre la verdad y la fantasía simplemente se difuminan. En otros casos, hay una retroalimentación. Stone Cold, acaso el hombre más popular en la historia de la WWE, decía que los mejores luchadores eran los que en el cuadrilátero subían su propia personalidad a la máxima potencia. Se lo comento a Sexualizer, uno de los personajes más célebres de la lucha libre nacional, una encarnación hiperbólica de la calentura chilena y de todos los instintos carnales que nuestra sociedad reprime. Sexualizer se ríe y contesta: «Yo soy cochino de mente, tengo la picardía, el vacile, el doble sentido».

El ciudadano detrás de Sexualizer no quiere ser identificado. Se arrepiente de revelar su nombre en anteriores entrevistas, así que me recibe con atuendo laboral: máscara sadomasoquista de cuero, traje negro ceñido al cuerpo con un colaless morado encima, látigo en mano. Su hablar suave contrasta con su aspecto. Mide 1,75 (más que el chileno promedio) y su contextura acusa horas de gimnasio. Definitivamente no recomendaría hacerlo enojar, por afable que sea su trato. Y vaya que sabe de amabilidad: los cogollos van y vienen durante la conversación. «A los 26 años probé la marihuana y todo cambió, volado me concentro más y puedo prolongar el entrenamiento, trabajas a otro nivel», cuenta.

Las molestias crónicas son parte de la vida de un luchador. Sexualizer confiesa que sufre de dolores en la espalda, algunos problemas en las rodillas y que a veces se le duermen las puntas de los dedos. Son achaques que trata fumando. Los comenta en público porque, fiel a su filosofía de la liberación, cree que la marihuana debería ser legal y no ahorra entusiasmo al hablar de sus propiedades para calmar dolencias. Sexualizer se maneja en el tema porque, sobre el ring, juega a disfrutar el dolor para mantener la esencia del personaje. Eso implica recibir a veces el doble de castigo físico. Yo mismo vi cómo un oponente golpeó estruendosamente su pecho con las manos abiertas (lo que en lenguaje técnico se conoce como un «machetazo»). Me llegó a doler a mí, pero el público gritaba «¡le gusta!» y Sexualizer, con la piel enrojecida, asentía como si estuviese gozando, listo para recibir de nuevo. ***

En un pequeño galpón del centro, con el nombre clave de Bóveda Secreta, todos los viernes de ocho a diez de la noche se desarrollan los eventos de 5 Luchas – Clandestino, la compañía chilena de lucha libre que tiene a Sexualizer entre sus principales figuras. Empecé a ir invitado por un colega, Jorge Aspillaga, que me habló de 5 Luchas como si fuese la segunda venida de Jesucristo. Al llegar al galpón por primera vez, Jorge me detalló que se trataba de un evento para parroquianos. Que adentro todos los asistentes se conocían y que su alias era «Tomás González», por su bigote y su pinta de niño bien. Para mi deleite, apenas entramos, la gente en las gradas empezó a corearle «Tomás Gon-zá-lez, Tomás Gon-zá-lez».

Pasó lo mismo con otros habitués a lo largo de la velada. Un abuelo con su nieto, apodados «El Tatita» y «El Zafrada», también recibieron vítores. Los protagonistas de la acción, ni hablar. La Bóveda Secreta tiene capacidad para menos de cien personas, pero las gargantas presentes suenan como si fuesen muchas más. He visto espectáculos de la WWE en los que 14 mil personas no son capaces de producir semejante bulla. En 5 Luchas, el abucheo contra un villano como Mr. Keyton, un experto en irritar a la audiencia, ni siquiera deja pensar. «La energía del público es fundamental, se da algo muy de estadio, de barra, de hincha», comenta Jorge, que también compara la efervescencia de 5 Luchas con la de un concierto.

Gestionada por Alejandro «XL» Sáez, el primer chileno en luchar para la WWE, 5 Luchas – Clandestino es una compañía que lleva dos años siendo un éxito underground y estableciendo una forma de trabajo distinta en el medio local. Se trata de un intento de profesionalizar la lucha libre en nuestro país. Un formato de administración seria, con un trato digno a los profesionales del entretenimiento deportivo (para nada la norma en un país donde los trabajadores de la cultura no son valorados) y espectáculos de alto nivel que responden a los actuales códigos de la lucha en el mundo, más centrados en el atletismo y la técnica.

La lucha libre es un arte. «Es como ópera y free jazz. Es ópera porque tiene al bueno y al malo, tiene una línea narrativa. Y es jazz porque adentro del ring los luchadores están hablando, están improvisando, están tocando», dice Jorge. Concuerdo, no cualquiera puede relatar una historia con su cuerpo. La narración de la lucha libre no solamente se ciñe a los momentos de expresión oral micrófono en mano (las promos), sino a la problemática, el desarrollo y el desenlace que los luchadores plantean con sus movimientos. En ese aspecto es donde sobresale Sexualizer, seguramente el personaje más querido por el público de 5 Luchas, capaz de transmitir mensajes hasta con sus más pequeñas acciones. ***

Con su entrada al ritmo de Careless Whisper de George Michael y una propensión a correrle mano y puntear a todo lo que se mueva, Sexualizer pertenece a una extensa tradición de luchadores que han hecho su carrera apelando a los tabúes de la carne, como los estadounidenses Joey Ryan (dueño de una particular «llave de pene») o Goldust (la creación más homoerótica de la WWE). «Tú cachái que El Justiciero se llama The Equalizer y lo que hace es ajusticiar, te mata. Bueno, Sexualizer es igual. Sexualizer te va a sexualizar, te va a culiar», explica con malicia. La diferencia con los mencionados es que, si bien a veces hace reír, Sexualizer no es un personaje de comedia que la gente se tome a la ligera.

«A todo el mundo le gusta lo erótico, aunque digan que no. A los chilenos nos encanta el hueveo, entonces la gente se siente representada con lo que yo hago arriba del ring», asegura. Y la verdad es que después de ver la algarabía que generan sus movimientos, de nombres como «Pico en el ojo» o «La sexualizadora», doy fe de que hay tanta verdad como libido en sus palabras. Sexualizer resuena con la audiencia porque hace lo que a muchos les gustaría hacer y jamás se atreverían. Su popularidad incluso lo llevó a fabricar su propia línea de merchandising, consistente en varios diseños de poleras luminosas, bananos y gorros.

Como todo luchador, Sexualizer necesita un archirrival para lucirse y viceversa. En su caso, la antítesis es un enemigo del placer: Carnicero. Se trata de una bestia sádica y asesina de máscara y dreadlocks criada en el Matadero Franklin que consiguió sus músculos descargando carne y que en su look conjuga la estética de La masacre de Texas con la de Slipknot. Tal como Sexualizer, el temible Carnicero confiesa ser un personaje con asidero en la vida real: «Me gusta el tema de la carne y los cuchillos porque yo estudié cocina y me desempeñé en eso. El oficio del carnicero es representativo de Chile, es muy de pueblo».

Totalmente opuestos, Sexualizer y Carnicero estaban destinados a chocar. Las conductas lascivas de Sexualizer se hacían inaceptables para Carnicero, quien explica que «el loco siempre quería puntearme, entonces me volví en contra de esa tendencia». Los problemas fueron escalando en una historia que capturó la fascinación de los fieles a 5 Luchas. «Yo lo único que quería era sodomizar y hacer lo que sé hacer, que no me pusieran trancas y no me hueviaran», dice Sexualizer. Podrá sonar risible, pero en realidad hablamos de algo serio: de la pugna entre la libertad y la represión. Dos fuerzas que en nuestro país y en el mundo lidian una eterna batalla. ***

La guerra entre Sexualizer y Carnicero marcó un hito en la lucha libre chilena. La periodicidad de los shows de 5 Luchas les permitió contar una historia que duró desde octubre del 2018 hasta abril pasado, extensión impensable para compañías que ofrecen espectáculos de forma esporádica. «Acá en Chile se hacen presentaciones de lucha libre, de alto nivel algunas, pero es muy diferente a trabajar una rivalidad. La nuestra estuvo muy bien hecha, fue muy bonita, para mi gusto fueron unas sacadas de chucha la raja y se le entregó al público todo lo que quería ver», asegura Carnicero.

El alto al fuego llegó tras una última gran batalla en la que Carnicero apostó su máscara, palabras mayores en el mundo de la lucha libre, especialmente para un hombre de 33 años que ha cubierto su rostro desde iniciarse a los 16 en el cuadrilátero. En su encuentro final, Sexualizer resultó vencedor. «Ahora parte mi carrera sin máscara, es lo más difícil que he hecho», admite el derrotado. Tras bambalinas, eso sí, ambos ganaron, tanto en experiencia como en popularidad. En sus resguardadas vidas personales, además, son amigos desde que se conocieron como aspirantes a luchador cuando aún eran pingüinos.

Miguel Ángel Fanfani, de los recordados Titanes del Ring, fue el primer entrenador de Sexualizer. Luego recalaría en la escuela donde conoció a Carnicero y a varios de los que hoy están en 5 Luchas – Clandestino, aunque hoy recuerda el lugar y su estilo extremo con ojo crítico debido a su desdén por el bienestar de los competidores. El mayor aprendizaje que sacó de ahí: no sacrificar su salud, enganchar a los fans valiéndose de mucho más que piruetas arriesgadas y duros costalazos, cultivar su musculatura y su cardio. «Mi físico cambió a punta de porrazos. En esto, el físico lo es prácticamente todo», subraya.

La yerba es una aliada de la profesionalización de la lucha en Chile. «La weed es fantástica para la gente que quiera hacer deporte. Sirve para entrenar porque uno se queda pegado en las repeticiones, y yo recomiendo caleta que las personas se preocupen de hacer más repeticiones con menos peso en vez de pocas repeticiones con mucho peso, que es algo que deberían hacer solamente los que llevan más tiempo. Todos los luchadores que conozco de otros países fuman marihuana», afirma Carnicero. Más que músculos, el duro entrenamiento al que se someten los astros de 5 Luchas busca mejorar su capacidad atlética en pos del espectáculo.

El camino es largo hacia el día en que ser luchador en Chile no sea raro. «Este es un trabajo que es pa’l pico, todavía la gente ni lo entiende, la gran mayoría se ríe o te pregunta si es de mentira. No hay cultura, no hay conciencia, no hay nada. Pero siento que el día de mañana sí la va a haber, y los cabros van a poder decidir si estudiar algo o meterse a una escuela a ser luchadores si quieren. Que no va a ser una broma, una imbecilidad, algo mal visto. De ahí sacó las ganas, del deseo de lograr que esto pase. Quiero que las personas no tengan que ver siempre la WWE, la lucha japonesa o productos extranjeros. Que la gente se dé cuenta de que tienen algo genial en su propia casa. Esa es mi inspiración», confiesa Carnicero.

Como su colega, Sexualizer también sueña con un futuro donde realmente exista una industria chilena de la lucha libre. Por ahora, encuentra su alegría en la interacción con el público de La Bóveda Secreta: «Me gusta mucho jugar con la gente, todo lo que hago busca una respuesta de ellos. De a poco fui viendo que acciones mías lograban hacerlos reaccionar y fui acumulando trucos. Ahora estoy lleno de esos comodines, siempre los ocupo. Así fue como Sexualizer se convirtió en lo que se convirtió». Su consejo para las próximas generaciones de luchadores chilenos: «Entiendan bien cómo funciona esto. Hagan que sus carreras duren más tiempo. Cuenten una historia, no se maten sacándose la chucha».