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La historia del cáñamo en Japón que se pierde por el prohibicionismo

Un país que está saturado de gente, comercio, luces, comidas, máquinas expendedoras de café, de agua, de vitaminas, de más comida, más comercio, más gente, más luces, de metros y trenes traducidos en laberintos. Todo eso fue para mi Japón, una cultura que parece lejana y lo es, pero que si te concentras los entiendes, igual que su idioma.

Por Claudia Latorre

En Japón parece que nunca fuera de noche. Acá el neón es el protagonista del paseo oriental. Sí, es un país con infinitas tradiciones, respetuosos, formales y de reverencias incontables. Siempre sonrientes, pero solos. Confusamente solos.

Tal vez es esa misma soledad que hace que todo se cubra por el silencio: en restaurantes mientras consumes la tradicional sopa ramen, silencios en la calle donde el peatón espera paciente que cambie de luz roja a verde para cruzar, aunque no pasen vehículos. Incluso puedes oír los pasos al caminar si ignoras la saturada publicidad y también puedes oír las puertas y los frenos en el metro.

Puedes visualizar el reflejo de edificios en los vidrios del tren e invocar a Akira mientras avanzas por Tokio. Puedes perderte en Nagoya, en Osaka entre otros lugares y pensar que saldrá Totoro entre la lluvia, oír el reventar del agua en los tejados y recordar películas de ninja en el Castillo de Himeiji.

Puedes ver bellas geishas en Kyoto, y observar los bosques en las faldas del monte Fuji, esperar que venga el Castillo Ambulante flotando por la isla, o quizás quedarte quieto esperando que se desate una catástrofe zombie creada por Sion Sono, algo bien encajado en lo gore rajado. Puedes observar la reinvención japonesa constante e insistente, del aburrimiento a seguir creando, a seguir disfrutando de lo «nuevo» porque lo inventado ayer es primitivo.

Es un país para volar, ir y venir las veces que quieras, es el país del comercio vertical y también horizontal, del manga, de la animación, de la naturaleza y lo urbano, del trabajo, de la conexión constante, a veces de la soledad y el origami.

Cuando voy a ciertos destinos pienso en el país anterior, en la vida que siguen de los que ya vi. Países del pasado que siguen en su presente. Sí, me faltará vida para seguir conociendo nuestro mundo.

En Tokio hay diversidad de barrios en los que puedes indagar y perderte por esas pequeñas calles limitadas por enormes edificios vidriales. Entre los monumentales edificios hay templos con reducidos espacios, pero bondadosos para orar o meditar, incluso sirven para apartarse de las innumerables personas que circulan sin detenerse.

Y si intentas seguir esa oleada humana te mareas, o si le das demasiada atención a las gigantes pantallas que te bombardean con esa publicidad sin pausas, repetitivas, que parecen nunca acabar, terminarás aprendiendo sus discursos comerciales sin saber su traducción.

El barrio Shibuya es uno de los más famosos de Nipón, en el que las máquinas de cigarros para todos los gustos abundan, sabores, esencia y consistencia. En el año 2012 se publicaba en los medios de comunicación internacional sobre estas máquinas que ofrecían un mercado legal de drogas sintéticas que eludían las leyes sobre la prohibición del consumo de sustancias alucinógenas o «relajantes».

Uno de los más conocido fue el Dappo Habu (efecto mucho más fuerte que la marihuana según señaló para un medio de comunicaicón, Masahiko Funada, jefe del departamento de investigación de drogas adictivas del Instituto Japonés de Neurología y Psiquiatría). Esta droga también se vendía entre los estrechos pasillos donde hay tiendas de masajes, del mismo modo ofrecían incluso las temidas «sales de baño».

Japón es un país que tiene ley de tolerancia cero, con penas que alcanzan a los seis años de cárcel por la tenencia, venta o consumo de drogas según indica Funada.

A modo de ejemplo, el ex Beatle Paul McCartney en enero de 1980 pasó 9 días en una cárcel de Tokio después que le confiscaran en la aduana del aeropuerto una bolsa con cerca de 200 gramos de marihuana. El Dj estadounidense David Morales fue detenido en 2018 en la aduana del aeropuerto de Fukuoka, al sur de Japón, por supuesto tráfico de drogas después de descubrir una cantidad ínfima de éxtasis en su equipaje, según declaró un agente de aduana «fue detenido por presunta violación a la ley sobre el control de estupefacientes y psicotrópicos».

En Japón encuentras de todo, pero siempre nos advierten sobre las leyes, el comportamiento y respeto que se debe tener en la sociedad oriental.

Cannabis japonés

Uno de los activistas más reconocidos en Japón y que falleció por un cáncer al hígado, fue Masamitsu Yamamoto. Su muerte fue una noticia que dio la vuelta al mundo ya que Yamamoto realizó su tratamiento con quimioterapia, pero su estado no mejoró y las molestias eran cada vez más dolorosas. Buscó opciones para empezar su tratamiento con cannabis, pero legalmente no lo consiguió.

La ley sobre la prohibición del Cannabis en Japón fue promulgada en 1948. Antes de esa ley, el cáñamo se cultivaba ampliamente en este país con el objetivo de hacer telas y usarlo en ceremonias imperiales. El cannabis se cultivaba especialmente en Tohoku, y Hokkaido, donde más referencias hay en literatura, no solo en cuentos infantiles, también en el «Mayoshu» una de las colecciones más antiguas de poemas del país.

Pero no todo es prohibición, en este país existe un partido que apela por la legalización del cannabis, el partido del Nuevo Renacimiento (Shinto Kaikaku). Además, en Japón existen movimientos sociales que piden la legalización para el consumo de pacientes de edad avanzada para aliviar los dolores mediante el cannabis.

Sin embargo, y al sostener conversaciones con residentes en Japón, me confirman que este país está muy lejos de aprobar una ley que legalice su consumo, porque la cultura japonesa es restrictiva y «cuadrada» según indican.

Japón cuenta con una población muy envejecida. De los 127 millones de habitantes, un cuarto tiene más de 60 años. Las previsiones apuntan a que la tendencia irá en aumento. Según las Naciones Unidas, el 32% de los japoneses tendrá 65 años o más en el 2100. Este incremento de la edad, además de afectar la economía, también influye negativamente en el bienestar general. Por eso los partidiarios de legalizar la marihuana buscan su aprobación porque con la marihuana se podría hacer frente al dolor de enfermedades como el cáncer o la esclerosis múltiple y, de paso, reducir el gasto médico.

La droga digital y el museo de la marihuana japonés

Las «drogas» en Japón podrían estar volando en el aire y frente nuestras narices. Acá si te sumerges en un edificio comercial, puedes ver cómo la adicción a los video juegos y máquinas de sacar «premios» está presente en todo momento.

Si estás en cualquier lugar, está presente esa luz que ilumina el rostro de un oriental que se comporta, como si no existiera nadie más a su lado. Verlo me recuerda a las escalofriantes historias de Juji Ito, o a los desesperados y hermosos relatos de Hiromi Kawakami, que a gritos suplican comprensión y diálogos de amor, siempre sutiles, como se ven ellos, y como los veo yo, delicados, solos y bellos.

Junichi Takayasu, es uno de los principales expertos de cannabis en japón, y en 2001 inauguró el primer y único museo dedicado a la marihuana del país que se ubica en Nasu, Prefectura de Tochigie.

Este museo pretende difundir la historia y la importancia de la planta que tuvo en este país. Takayasu, su creador, se interesó en el cannabis desde que tenía 3 años y fue a través de un libro ilustrado con ninjas entrenando, saltando por encima de plantas de marihuana. Ahí los ninjas debían saltar cada día más alto porque el cannabis crecía rápidamente. Kenji Nakagami, un novelista japonés, relataba en uno de sus libros que existe una vieja creencia en la zona que dice que la gente que saltaba una planta de cáñamo sin estar espiritualmente preparado moría, puesto que para saltar esto se debía realizar un salto ninja.

Según el historiador de principios del siglo XX, George Foot Moore, los viajeros japoneses utilizaban históricamente la planta para presentar pequeñas ofrendas de hojas de cannabis en los santuarios de carretera para garantizar viajes seguros. También en la poesía haiku, las palabras claves que describen las etapas del cultivo de cannabis denotan la temporada cuando el poema se establece.

Takayasu levantó un museo sobre su historia en la cultura japonesa, cuya influencia va desde ropa y armas, pero su motivación parte por investigar sobre el mundo nipón cannábico. Para Takayasu es preocupante pensar sobre la percepción negativa que tiene la sociedad japonesa sobre el uso del cannabis, según explicó para una entrevista realizada por un medio de comunicación.

«Temo por el futuro del cannabis, solo queda una persona en todo japón que conoce los métodos de la elaboración textil de cáñamo; esta persona tiene 84 años». Del mismo modo dijo que «con la derrota del país en 1945 y la tutela de Estados Unidos en los siguientes años, pasó a ser un material prohibido y la producción tradicional cayó en muchas regiones, el número de cultivos de marihuana en 1950 superaba la cifra de 25.000. Varios expertos en cannabis apuntan a que la prohibición fue apoyada por los intereses de Estados Unidos en un intento de cerrar la industria japonesa de fibras, abriendo así el mercado a los materiales artificiales como el poliéster y el nylon, fabricados en suelo americano».