Keta, Special k, K, o Kit Kat son algunos de los nombres con los que a esta droga se la conoce en las calles y en los ambientes nocturnos, pero más allá de una droga dura inventada para tranquilizar caballos, esta sustancia también se usa como fármaco para tratar enfermedades como la depresión. Solo en Chile, una de cada cinco personas sufre un trastorno depresivo. Con una sola sesión de ketamina, los pacientes pueden experimentar semanas de bienestar psicológico.
Cuando escuchamos hablar de ketamina, lo normal es que pensemos en ella como una droga dura vinculada a los más excéntricos carretes nocturnos. Y es que precisamente, es la peligrosidad de esta droga cuando se usa para divertirse, lo que le ha dado esa temida fama. Algunos consumidores hablan del “agujero K”, un potente efecto alucinógeno en el que se experimenta una sensación cercana a la muerte, donde muchas personas pierden la capacidad de moverse durante horas.
Y es como para tenerle miedo, ya que la ketamina fue inventada para uso veterinario en 1962, cuando el químico estadounidense Calvin Stevens sintetizó esta droga para anestesiar y sedar animales, principalmente caballos. Algunos años después empezó a utilizarse para tratar algunas enfermedades en humanos y fue después cuando se comenzó a usar como droga recreativa. En grandes dosis la ketamina causa un potente efecto sedante y alucinaciones. Se puede consumir de forma intravenosa inyectándola, pero lo más normal es consumirla aspirada por la nariz como la cocaína.
Sin embargo, en dosis mucho más bajas, la ketamina puede ser la solución para muchas personas que han probado todo tipo de fármacos para conseguir salir de la depresión y ninguno les ha funcionado. Son muchos los estudios que se han estado realizando con la ketamina y una de las cosas más sorprendentes es que funciona a muy corto plazo en personas que no han conseguido nada con otras drogas psiquiátricas como el famoso Prozac, el Lamictal, la Duloxetina o el Lexapro.
En Estados unidos no está aprobado el uso de ketamina por la FDA (la Agencia estadounidense para el control de alimentos y drogas) pero sí que existen ciertas clínicas especializadas donde se puede administrar ketamina “sin marca” a los pacientes con depresión.
El procedimiento que se sigue es simple, a los pacientes se les suministra una solución con ketamina de manera intravenosa durante unos 40 minutos y normalmente después se hace una sesión terapéutica de integración, un periodo en el que el terapeuta ayuda a los pacientes a procesar lo que están experimentando. Brian Kearney, un paciente estadounidense con tendencias severas al suicidio contaba así su experiencia: “definitivamente me ha cambiado la perspectiva. Lo que me hace seguir adelante es no tener esos pensamientos suicidas ahora. Miro atrás y pienso: ¿cómo he podido pensar en quitarme la vida? Eso es estar muy mal de la cabeza”.
Investigadores de China descubrieron que la zona del cerebro que genera pensamientos negativos, la habénula lateral, ve interrumpida su actividad con la ketamina. Los impulsos eléctricos en ocasiones en forma de “ametralladora” de la habénula, dejan de emitirse gracias a la ketamina.
Sin embargo las propiedades contra la depresión de esta sustancia aún necesitan mucha investigación y que se cree un registro internacional de todos los experimentos y estudios que se están realizando, para llegar a conseguir que la ketamina sea una sustancia regulada y su uso para solucionar enfermedades psiquiátricas tan graves como esta esté al alcance de toda la población.