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Informe del colegio médico: Cuando la evidencia no alcanza

¿Cómo evaluar, valorar o ponderar el informe del Colegio Médico sobre el uso medicinal del cannabis? Como dice la canción «depende… todo depende». Si se lo juzga como instrumento para fijar una posición lapidaria sobre el uso medicinal del cannabis de parte de los galenos e incidir en la discusión en curso en el Senado sobre el mencionado proyecto, el objetivo está 100% logrado.

Si uno esperaba que dicho posicionamiento se centrara en los aspectos fundamentales que involucraban este debate como por ejemplo, la calidad y cantidad de la evidencia científica y médica sobre los usos medicinales del cannabis; la mejor forma de regular una práctica cada vez más extendida sobre el uso medicinal entre la población; el resguardo de la salud de las personas usuarias, sus derechos humanos y el rol que jugarían los médicos en dicho proceso, por mencionar algunos, el documento aclara poco y nada sobre estos temas.

Tratamos de leer el texto de manera lo más desprejuiciada posible. Pero el informe simplemente, no lo permite, porque casi desde el primer párrafo, queda claro para dónde va la micro o, mejor dicho, para dónde algunos quieren que vaya, aunque sea en contra del tránsito.

Nuestra primera reacción fue esperar a encerrarnos a desmenuzar el informe frase por frase, chequear cita por cita, consultar a distintos expertos, antes de emitir algún juicio, pero el nivel de sesgo y desprolijidad (por decirlo suavemente) es de tal magnitud, que aunque igual haremos esa pega, el propio informe nos entregó en bandeja los primeros argumentos para confirmar que el documento en cuestión está más cerca del panfleto que de un estudio y análisis técnico riguroso como debió haber sido. He aquí algunas primeras observaciones.

PARA EMPEZAR… UN APERITIVO DE MAL GUSTO

Que a partir del segundo párrafo se deje de hablar de «cannabis» para pasar en adelante a llamarla lisa y llanamente «marihuana», es realmente impresentable siendo este un documento supuestamente técnico hecho por médicos.

No se trata de ponerse respingones o formalistas, se trata de algo más de fondo. «Marihuana» es uno de los nombres coloquiales más populares con que se conoce la cannabis y su uso cotidiano incluye sin distinción una muy amplia gama de variedades, tipos, derivados, e incluso, y he aquí parte de la gravedad de asunto, cosas que aunque populares, están lejos de poder ser consideradas «cannabis» siendo, en el mejor de los casos, algún tipo de sustancia a base de cannabis y por lo mismo, sus efectos y eventuales riesgos, nada tienen que ver con la cannabis propiamente tal y mucho menos si de lo que estamos hablando es de cannabis medicinal que es de lo que se supone trataría el documento. Partimos mal.

CUANDO EL TAMAñO IMPORTA

Considerando que la cuestión medicinal en torno al cannabis debía ser lo central del informe, y dada la complejidad del tema, uno hubiese esperado que buena parte de este se dedicara a dilucidar estos aspectos. Sin embargo y a simple vista, queda claro que pesar de lo que digan, esto no fue lo central.(ver tabla 1)

• Más de un tercio del texto corresponde a formalidades como la portada, índice, bibliografía, etc. Incluido un resumen ejecutivo de todos los «por qué no» y que, dada su extensión, más que resumen, parece un énfasis que pretende «guiar» la lectura del documento desde un comienzo.

• Casi un cuarto del texto lo ocupan pseudo análisis de legislación comparada y otros aspectos leguleyos que sorprenden no solo por lo impreciso, sino porque aparece desproporcionado considerando que no es el campo de expertise de los doctores.

En estos dos ítems, ya se nos fue más de la mitad del texto.

¿Y la exposición de argumentos y evidencias científicas y médicas sobre el uso medicinal del cannabis?

Pues bien, el capítulo llamado «Marihuana Medicinal», el bistec del plato, ocupa un magro 10% del documento incluida una brevísima historia del uso medicinal del cannabis. Y lo que es más grave aún es que el acápite «Evidencia de la utilidad clínica de la marihuana medicinal», representa apenas un 4% de todo el informe.

Tal como lo leen: en poco más de una página los autores del informe cuentan, explican, desarrollan y demuestran los «por qué no» al uso medicinal del cannabis de manera absoluta y lapidaria.

Cuento aparte es el capítulo dedicado a los supuestos «Daños por Marihuana» que además de inexacto y aludir básicamente a prácticas de uso no medicinales, es más largo que todo el capítulo dedicado al uso medicinal.

BOCATTO DI CARDINALE

Como dijimos, en los próximos días nos avocaremos a un análisis exhaustivo y detallado. Aquí solo les dejamos un tentempié de párrafos seleccionados a la espera del contrainforme final.

¿EL HUEVO O LA GALLINA?

«Debido a su potencial dañino y adictivo, y ‘a su escaso o nulo valor terapéutico’, la Convención única sobre Estupefacientes, clasifica a la planta de cannabis en la lista I y IV, restringiendo su uso» (pág. 8)

Dar como supuesta prueba de los eventuales peligros del cannabis la convención del 61′, es como invocar el bando número 1 de la junta militar para demostrar la «gravísima crisis económica, social y moral que está destruyendo el país», como rezaba el primer comunicado de los golpistas.

Una somera revisión de la historia del prohibicionismo que caracterizó el siglo XX en materia de drogas, de la cual la mencionada Convención del 61′ es solo su cristalización a escala global, poco o nada tuvo que ver con razones sanitarias siendo promovida más bien por intereses geopolíticos, económicos, raciales y morales de la época, incluida la crisis política interna que vivían los EEUU en los 60′. Para saber esto no hay que ser doctor: basta ver cualquiera de los varios documentales que están en Netflix.

Y sobre el tema medicinal en particular, el informe se hace un autogol al reconocer más adelante que la estructura molecular del THC y el CBD, el principal cannabinoide asociado al uso terapéutico de la planta recién vino a ser determinada entre los años 63 y 64, es decir, dos años después de que la Convención del 61′ hubiese decretado por secretaría su «escaso o nulo valor terapéutico», obviando de pasada, que el sistema endocannabinoide existente en los seres humanos, fuera identificado con claridad recién en la década de los 80′.

SUTILEZAS DEL LENGUAJE

«Los estudios muestran que entre el 9 y el 30% de los consumidores de cannabis desarrollan un trastorno por consumo de marihuana» (pág. 9) Según el informe, esto lo dice el NIDA en el documento «Marijuana. Drugs Facts» del año 2018. Lo que los autores del informe olvidaron decir es que lo que en realidad dice dicho informe es que «La investigación sugiere que entre el 9 y el 30 por ciento de los que consumen marihuana pueden desarrollar algún grado de trastorno de consumo de marihuana».

Existe una enorme diferencia entre decir que los estudios «muestran» v/s «sugieren», entre «desarrollan» v/s «pueden desarrollar» y entre decir «desarrollan un trastorno por consumo» a decir «desarrollan algún grado de…».

¿Sutilezas del lenguaje? No lo creemos.

MáS CONSUMO Y MáS CUIDADOS

«Esta prevalencia (la prevalencia año) ha ido en aumento, observándose un aumento del consumo del 215% en los último 6 años…» (pág. 10)

«215%» es un número grande, por cierto. Lo que la afirmación no aclara es hasta qué punto ese porcentaje representa un aumento real (casos nuevos) o más bien es un sinceramiento producto de la normalización que ha acontecido respecto del cannabis, es decir que ahora, más gente se atreve a reconocer su consumo.

Pero más importante aún es que existen otros datos en la misma fuente de dónde sacó esta cifra, que los expertos «olvidaron». Mientras las declaraciones sobre consumo de cannabis en el último año se disparaban hasta el infinito y más allá, los datos sobre «severidad en el consumo» caían en la dirección completamente opuesta. Es así como para el mismo período, el indicador de «dependencia» cayó un 9%, el de «abuso» un 31% y el de uso «problemático» un 18%.

Una situación similar ocurre con los datos sobre consumo en escolares del último estudio del SENDA. Obviamente, eso tampoco lo dijeron.

¿CUáNTO AGUANTA UN MéDICO?

«La actual ley 20.000 no penaliza el uso de ninguna droga ilícita en forma privada, lo que no quiere decir que lo autoriza, sino que más bien ‘la intención es no tratar a un consumidor como un delincuente’. El porte en la vía pública para uso personal y próximo en el tiempo y el consumo en la vía pública de cualquier droga ilegal, donde la marihuana está incluida, está sancionado como falta (multa, o derivación a prevención o tratamiento por medida judicial, nunca cárcel) …» (pág. 20)

El informe está en lo correcto cuando afirma que el porte y consumo en la vía pública de drogas controladas constituye solo una «falta» así como también el cultivo para uso personal sin la autorización pertinente. Los detalles que los «expertos» obviaron es que desde que la ley 20.000 fue promulgada en febrero del 2005 y hasta diciembre del año 2018, más de 500 mil personas han sido detenidas por las «faltas» de porte, consumo o cultivo para uso personal, que eso representa más del 60% de todas las detenciones por infracción a la ley de drogas y que más del 80% de estas faltas corresponde a la figura de «delito flagrante», es decir, sin investigación judicial previa ni trabajo de inteligencia alguna.

Obvian también los expertos doctores que, de esas 500 mil personas en estos 15 años, cientos y tal vez miles, sí estuvieron presas. Algunas por años, otras por meses, semanas y días. Muchas de ellas usuarias medicinales.

Y aunque no hayan estado presas en Colina I, aunque sólo hayan sido detenidas por horas, cabe preguntarse ¿cuánto tiempo tardaría un médico en sentir que, por haber cometido una «falta», sus derechos han sido conculcados, sus conductas criminalizadas, y que han sido violado sus derechos más elementales? ¿cinco minutos? ¿diez tal vez?

EVIDENCIA DE LA MALA EVIDENCIA

«La fundación Epistemonikos (…), trabajó para sintetizar toda la evidencia existente sobre los efectos del uso medicinal del cannabis y sus derivados, siendo la revisión sistemática mundial más exhaustiva realizada hasta la fecha. De acuerdo a los resultados obtenidos concluye que: «En base a la investigación científica existente, es posible concluir que no existe ninguna condición en la cual los beneficios derivados del uso de cannabis o productos derivados sean superiores a sus efectos adversos y riesgos» (pág. 6)

Como ya dijimos, el capítulo dedicado a demostrar la supuesta falta de evidencia sobre los usos medicinales del cannabis tiene una plana en todo el informe y el párrafo antes mencionado es destacado como la guinda de la torta probatoria no sólo a nivel nacional sino «mundial» según los autores del informe.

Aparte de llevar varios meses tratando de entrevistar a la gente de Epistemonikos, buscamos en Google información sobre tamaño descubrimiento, pero no encontramos ninguna noticia internacional que hiciera mención al estudio. Con esto no queremos decir que no se haya hecho un trabajo sistemático y de gran envergadura, pero creemos que no corresponde adjudicarle relevancia y peso «mundial» si no encontramos repercusión alguna en medios extranjeros. Tampoco encontramos nada al respecto en Wikipedia ni en la página del «Rincón de Vago».

MUERTES Y CANNABIS:
AQUí SE FUERON AL CHANCHO

«En cuanto a muertes relacionadas con drogas… La principal droga relacionada con muertes son los opioides… La marihuana es la segunda droga relacionada con muertes en casi la mitad de los países en que existe estadística al respecto» (pág. 9)

A pesar de que esta afirmación nos produjo arcadas, como somos serios, nos pusimos a buscar por toda la red algún estudio o informe que confirmara esto incluida la vaga fuente que se entrega al respecto. «Algo así se sabría», nos dijimos, «si así fuera Canadá no habría regulado el uso recreacional», pensamos. Y tal como lo suponíamos no encontramos dato alguno que sugiriera que el uso de cannabis está relacionado con algún tipo de índice o ranking de mortalidad por uso de drogas y muchos menos ocupando el «segundo lugar». Sin ir más lejos, un informe del año 2018 de las Naciones Unidas llamado «Global Overview of Drug Demand and Supply», de la página 21 a la 28 hace mención a las muertes atribuibles a uso de drogas donde se constata que no se menciona la palabra «cannabis» ni ninguna asociada como una causa directa o indirecta de muerte por uso de esta sustancia. Otro tanto ocurre con el documento «Cannabis: efectos sociales y para la salud del consumo sin fines médicos» de la OMS y la OPS del año 2018. Ninguna referencia, cero, nada.

Con lo anterior no descartamos que exista algún nivel de mortalidad indirecta por diversas causas (como narcotráfico), pero afirmar que «el cannabis es la segunda causa de muerte por drogas», es lisa y llanamente falso y deja en evidencia como este informe del Colegio Médico busca no sólo mantener sino profundizar el estigma sobre el cannabis, el oscurantismo, a pesar de la verdad.

Continuará….