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Flea, bajista de Red Hot Chili Peppers, habló de sus adicciones

“Puedo meditar, hacer ejercicio, rezar, ir a terapia”, escribe Flea, “o bien quedar con un dealer, conseguir un gramo por 50 dólares, y arreglarlo todo en un minuto, señala el músico en una publicada en la revista Time y a propósito de la crisis de opioides que se vive en Estados Unidos.

“Llevo flirteando con las drogas desde el día en que nací. Todos los adultos en mi vida regularmente se dopaban para olvidar sus problemas, y el alcohol o las drogas estaban en todas partes, siempre. Comencé a fumar marihuana cuando tenía 11, y luego precedí a inhalar, inyectar, ingerir y fumar durante mi adolescencia y mis veintitantos”, escribe Flea en una columna titulada “La tentación de drogarte es una auténtica perra”. En esta columna, aparecida en la revista Time, el bajista de Red Hot Chili Peppers habla de cómo vio morir a amigos de la juventud por culpa de las drogas, así como de sus propios estragos con el consumo de estupefacientes. 

“Intentar ser un buen padre me inspiró a cuidarme, y en 1993 comprendí que las drogas eran destructivas, que me estaban robando la fuerza vital, y las dejé para siempre”. La tentación de volver a ellas, sin embargo, nunca desapareció.

“Puedo meditar, hacer ejercicio, rezar, ir a terapia”, escribe Flea, “o bien quedar con un camello, pillarle un gramo por 50 dolares, y arreglarlo todo en un minuto. Lo que he tenido que aprender es a dar las gracias por mi dolor. Esa mentalidad me ha ayudado a no caer en la tentación de volver a consumir drogas”.

El bajista también habla en la columna sobre su reciente experiencia con el fármaco Oxycotin, y sobre como “el sórdido mundo de los narcóticos” ha sustituido a “los temibles criminales armados” por “proveedores de los servicios médicos”.

Tras un accidente de snowboard, a Flea se le recetó el mentado opiáceo –Oxycotin– por un tiempo de dos meses. “El prospecto te invitaba a tomar cuatro dosis diarias, y a mí el medicamento me ponía súper pedo”, escribe el músico. “Opté por tomar una sola dosis al día, pero aun así estaba ausente para mis hijos, mi espíritu creativo iba en detrimento, y empecé a deprimirme”.

“Después de un mes, dejé de tomarlo, pero podía haber conseguido fácilmente otra cajetilla”.

“Los analgésicos son necesarios, pero los médicos han de ser mucho más cuidadosos. Cualquier receta de opiáceos debe ir acompañada de un seguimiento, un monitoreo”, hace hincapié Flea. “Las grandes farmacéuticas podrían proveer de estos servicios destinando solo un pequeño porcentaje de sus enormes ganancias”.

“La adicción es una enfermedad muy cruel”, termina, “y la comunidad médica, junto al gobierno, debería ofrecer ayuda a todo aquél que lo necesite”.

Fuente: TIME