DrogasEntrevistas y ReportajesEstilo de VidaInternacionalMedioambienteOutdoorsReportajesSociedad

Filomena y la leche de campanita

El floripondio, una de las especies más venenosas que existen, ha sido utilizado desde tiempos ancestrales para rituales y prácticas mágicas. La sugerente forma de sus aromáticas flores y sus potencialidades alucinógenas han generado un sinfín de leyendas a su alrededor. Hay quienes también han encontrado usos prácticos, como Filomena, campesina de un caserío rural de los andes tropicales, quien creó un hermoso bosque donde actualmente pastan sus vacas.

El campanchu, como lo llaman en Perú, es una especie nativa de Sudamérica, original de la cordillera andina y que se fue extendiendo por toda América Central. A principio del siglo XVIII fue catalogada como Datura arbórea y posteriormente botánicos alemanes la incluyen dentro del género de las Brugmansias. Aunque su denominación científica es Brugmansia arbórea, es poco conocida con esta nomenclatura. Se le ha dado gran variedad de nombres en diferentes regiones. Popularmente se le conoce como campanita, planta de la luna, huacachaca, borrachero, cacao sabanero, guanto, cornucopia, trompeta de ángel, reina de la noche, entre otros.

Actualmente se ha naturalizado en casi todo el mundo. Su particular belleza ha hecho que muchas personas la siembren en sus patios. Se reproduce fácilmente por esqueje o estaca. En climas húmedos y suelos bien drenados puede alcanzar unos 15 metros de altura y hasta unos 10 metros de diámetro. Sus flores varían de blanco a diferentes matices entre rosa, amarillo y salmón. Crecen de forma descendente con forma acampanada y expiden un dulce aroma penetrante.

Aunque la declaran como especie extinta en estado silvestre, es muy común encontrarla creciendo de forma espontánea y natural a orillas de la carretera, cerca de las riberas de los ríos.

Además de su cualidad ornamental, este arbusto es un alucinógeno de gran potencia, ya que contiene alcaloides tropánicos, tales como la hiosciamina y la escopolamina. En las Enseñanzas de Don Juan se describe cómo preparaban una bebida, a partir de la raíz, para realizar viajes astrales. Algunos jóvenes deseosos de experimentar preparan té de sus flores, lo que es muy peligroso por sus altos niveles de toxicidad.

Por lo general, los efectos aparecen a los 15 o veinte minutos de su consumo, afectando directamente el sistema nervioso. Puede provocar vómitos, taquicardia, somnolencia, vértigo, agitación, convulsiones, ceguera y alucinaciones. Actúa sobre el sistema motor, por lo que las personas padecen de dificultades para moverse. La mayoría relata que experimentan trastornos en la percepción del espacio y del tiempo. Algunas personas experimentan la necesidad de estar en lugares abiertos y en contacto con la naturaleza. Los efectos pueden durar más de dos días. Es común que provoque amnesia, por lo que muchos no recuerdan lo que sucede con exactitud. La sobredosis de sus componentes puede ser mortal o dejar secuelas graves como psicosis y parálisis. Tan solo el roce puede causar dilatación en las pupilas. Se debe tomar precauciones, pues su consumo puede tener consecuencias fatales.

Se han reportado algunos casos de adolescentes que han fallecido después de entrar en coma tras consumir diferentes partes del arbusto. Su toxicidad depende de la dosificación y del lugar de la planta donde se extrae el alcaloide. He conocido sobrevivientes de intoxicaciones de floripondio que no vuelven a tener la misma percepción de la realidad. También va depender de la persona que lo consuma, pues no todos reaccionan de la misma manera.

De forma más metafórica se dice que dentro de ella habita el águila del mal que puede llevarte y nunca traerte de vuelta. Hay quienes sostienen que el hecho de que esta flor crezca hacia abajo hace que conecte con una energía telúrica asociada a lo demoníaco, a diferencia de los hongos que al crecer hacia arriba nos conectan con los dioses.

Pero además de sus efectos narcóticos, esta especie, puede ser utilizada como medicina. Sirve como vermicida, en casos de asmas y hemorroides. La escopolamina se usa en las formulaciones para tratar el Parkinson.

Las abuelas las colocaban debajo de las almohadas para soñar. Se afirma que inclusive permanecer bajo su sombra puede conectarnos con su poder mágico. En los andes venezolanos, donde se le conoce como campanita, pueden verse grupos de campesinos jugando y apostando bajo su sombra. Una vez le pregunté a uno de los más ancianos su relación con la planta, me confesó que solían fumar los pistilos secos de la flor. De esta forma provoca una ensoñación mucho más suave que él té de sus hojas.

En estas zonas, andinas tropicales, también se le ha dado un uso práctico. Filomena, conocida dentro de su comunidad como la nona, la sembró para cercar el terreno donde tiene sus vacas. Cansada de ver cómo sus animales rompían una y otra vez los alambres de púas, decidió hacer una cerca vegetal tomando varias estacas de este arbusto. Debido a la humedad de este tipo de clima, es muy común que los palos que se usan para cercar terminen retoñando, como sucedió precisamente con estas varas, convirtiéndose, con los años, en una tupida pared de campanitas. Esta cerca viva no solo le garantizó el encierro de sus vacas, también le proporcionó una agradable sombra donde sus animales pueden pastar plácidamente.

Más de tres generaciones se han alimentado de esta nutritiva leche de contextura espesa, gozando de una salud extraordinaria. Es muy distinta la leche de estas vacas, que han crecido en espacios abiertos, alimentadas con verduras como apios, zanahorias y pasto de diferentes clases; a las de aquellas que son ordeñadas mecánicamente, que viven hacinadas y hasta pueden padecer mastitis. Sin contar con los químicos que se le añaden para su uso comercial.

Aunque muchos campesinos venden leche fresca a sus vecinos, la familia de Filomena la usa solo para su consumo. Principalmente para los más pequeños, quienes suelen acompañar a su abuela en las labores de ordeño, transmitiéndose este saber de una generación a otra. Actualmente obtienen un aproximado de 6 litros diarios. No es recomendable consumirla cruda, suelen hervirla previamente. A veces le añaden manzanilla o hierba buena, que además de darle un agradable sabor, la hace más digerible. También se usa para preparar atoles, bien sea de maíz o de otros cereales, convirtiéndose en un alimento altamente nutritivo. El calostro, la primera leche que da la vaca después de parir, se le considera la más alimenticia. Es de color amarillo y es más espeso. Cocinado con papelón (edulcorante hecho a base de la caña de azúcar) es delicioso.

Cuando se hace queso de forma industrial por lo general se le agrega una pastilla para cuajarlo. Filomena, por el contrario, sabe preparar el cuajo de forma tradicional, sin la necesidad del uso de químicos, tan perjudiciales para la salud. Para su preparación mezcla el cuajo de la vaca (parte del estómago) con sal, alumbre, naranja amarga y semillas de mostaza.

En una ocasión unos de los vecinos, llevado por sus prejuicios hacia las campanitas, la amenazó con llamar a la guardia nacional para que las podara por tratarse de una droga. Sin embargo, en primer lugar, no existe ningún decreto en Venezuela que prohíba este arbusto y segundo, no es por sus propiedades psicotrópicas que se tiene en estos terrenos, sino por su cualidad ornamental, su sombra, y como cerca. De hecho Filomena cuenta cómo las personas que la consumen se vuelven como locas.

Es curioso ver que las vacas no se comen ninguna parte de la planta. Las flores al marchitarse se pudren en el suelo y expiden un olor muy desagradable, tornándose como una masa negra. Filomena describe que parecen chimo (pasta comestible de tabaco de consistencia espesa y color muy oscuro) No entiende cómo personas son capaces de ingerir esta flor cuando probablemente se pone así en el estómago.

Lo que era una cerca, ahora es un bosque hermoso. Es innegable que parece un sitio mágico, sacado de un cuento de hadas. Filomena también es un personaje encantador, de una belleza característica de las personas que portan una sabiduría ancestral. Conoce el uso de un sinfín de variedades de plantas y sus propiedades medicinales, lo que la hace ser independiente de la industria farmacéutica. Con respecto a la campanita, señala que sus hojas pueden usarse como compresas para aliviar los dolores lumbares.

Diferentes investigadores, fotógrafos y cineastas se han acercado a Filomena por ser un personaje pintoresco, además de gozar de gran reconocimiento dentro de su comunidad. Su forma de vida natural es una alternativa sustentable frente al modelo de consumo y la congestionada vida urbana.

En una oportunidad una estudiante de artes audiovisuales, atraída por el encanto de Filomena y el bosque de ensueño, decidió hacer un documental sobre este personaje y sus prácticas diarias. Al adentrarse en el valle rodeado de campanitas, la joven comenzó a sentirse mareada. La nona le ofreció un vaso de leche para que se mejorara. La estudiante cuenta que no sabe cómo llegó a su casa ese día. En vez de bajar por la montaña caminando, sentía que podía dar grandes saltos, como si flotara en el espacio. Relata que podía distinguir los diferentes cantos de los pájaros y que los colores parecían más nítidos.

Hasta ahora los familiares de Filomena no han descrito ningún tipo de variación en su percepción como consecuencia del consumo de esta leche. Puede que la estudiante, acostumbrada a los espacios cerrados de la ciudad, se haya sugestionado por las leyendas, el ambiente mágico y la experiencia de estar en la cordillera. También es posible que se sintiera embriagada por el narcótico aroma de sus flores y que la leche de estas vacas que pastan bajo la sombra de esta mágica planta haya potenciado el efecto.

Lo que no cabe la menor duda es que el floripondio emana un poder especial con su sola contemplación. Quizás sea más recomendable meditar bajo su sombra que consumirlo directamente. En este sentido es sabio escuchar a las abuelas.