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Ex Senador Nelson Ávila: CHILE PREDICA PERO NO PRACTICA

Son muchísimas las personalidades públicas de los más diversos ámbitos, a quienes debemos agradecer por haber aceptado aparecer en esta publicación y aportado así al avance que hoy vivimos en materia de debate. Si todavía aparecer en Cáñamo es un atrevimiento ¡Imaginen lo que era hace 5, 7 o 10 años atrás! De toda esa larga lista hay alguien que no podíamos dejar fuera de la presente edición aniversario de Cáñamo: el ex senador Nelson Ávila. Por ese entonces, igual que ahora, era conocido y popular, pero además, era Senador. El único parlamentario que apoyaba la causa en aquel entonces y que nos acompañó el 3 de mayo del 2005 para el lanzamiento de la Revista. Fue portada de Cáñamo en la edición número 10 del año 2006. El primer político en posar para nosotros. Pero su jugado aporte en pro de la causa, no se ha limitado a nosotros ni a esto. Por eso cuando pensábamos en la portada de aniversario, nos pareció que nadie mejor para representar estos 10 años de existencia y avances, que el propio Don Nelson.

Por Claudio Venegas /Fotos Ronny Belmar

En su momento, e incluso desde antes que este pasquín viera la luz, don Nelson no solo fue el primero en alzar la voz desde el Parlamento, y a través de los medios, criticando y exigiendo cambios a la política de drogas, sino que además, por mucho tiempo, fue el único. Cuando el tema no era moda, cuando pocos se atrevían a hablar, con una Ley 20.000 recién estrenada y el prohibicionismo campeando, él lo hizo. Hace tiempo que no conversábamos con él. Nos juntamos, nos pusimos al día, y aquí está, junto a nosotros, 10 años después. Siempre con su hablar pausado, meditado, florido, lleno de imágenes y alegorías.

 

¿A qué está dedicado hoy?

–Como te digo…, viviendo en Rinconada de Los Andes, en un parcela plantada con nogales, y en este minuto estamos en plena cosecha, coincide con la temporada.

Esa es una actividad de familia; mi padre, mis abuelos, agricultores de toda la vida y yo deserté del campo muy tempranamente y nunca tuve la voluntad de insertarme de modo pleno. De ahí que fue mi esposa la que tuvo que tomar bajo su responsabilidad la continuidad del negocio, y yo simplemente le colaboro a ella, sobre todo en momento de mayor demanda de apoyo como en es esta.

 

Política, ¿Partido Radical?

–Sí, pero mirando los toros desde la barrera.

 

¿Echa de menos?

–Echo de menos haber estado en este minuto, en que un alud excremental se vino sobre el mundo político. Entonces por orgullo personal y tal vez haciendo un homenaje a la concepción ética de esta actividad, me habría gustado mostrar mi rendición del Servel en cuanto a ingresos. Ahí no se ve ni un aporte secreto o reservado, con excepción del de mi suegro que nunca tuvo ese carácter.

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¿Esto es “caiga quien caiga”?

–Sin ninguna duda.

 

Pero si es “caiga quien caiga”, de la Presidenta para abajo, nadie queda parado…

–Es muy difícil porque el sistema institucional que nos rige, alojó en su seno el germen de la corrupción y lo fue reforzando a través de pactos espurios que se hicieron en algún momento en los propios gobiernos de la Concertación; de ahí surge esta figura de los aportes reservados que no es otra cosa que un soborno.

 

 Insisto, y considerando las circunstancias y sin emitir un juicio más aventurado sobre intenciones, cohecho o lucro personal, en formas irregulares de financiamiento de la política, ¿están involucrados de la Presidenta para abajo? Entonces, ¿quién queda parado?

–La expresión más acertada sería afecte a quien afecte. Caiga quien caiga es una ilusión que por desgracia no será practicable con la legislación que tenemos. Quedarán en pie, pero a lo menos que todas las salpicaduras sean visibles, y que también sean objeto de la fumigación que el sistema requiere para quedar mínimamente aseado, mínimamente adecentado y presentable de cara al futuro. Que deberá ser objeto de transformación, además.
“ME HUNDIRÍA POLÍTICAMENTE”

 

Nelson Ávila, comenzó a levantar la voz en contra de la política y la Ley de Drogas cuando se discutía la Ley 20.000, sin participación ciudadana, y que luego fue aprobada por una amplísima mayoría para entrar en vigencia a comienzos del 2005. Misma época en que vio la luz esta Revista y que el activismo daba sus primero pasos. O sea, cuando estos temas aún no eran tema y en medio de un gran consenso prohibicionista.

 

Hoy día es mucho más comprensible y esperable que parlamentarios propongan medidas de cambios en materia de drogas, pero cuando usted lo hizo, no era para nada evidente. ¿Cómo fue que se le ocurrió irse en esta volada en aquel entonces? ¿Por qué?

–La verdad es que todo esto surge en el contexto de una lucha que yo entendía fundamental para un hombre desprejuiciado, y es que las personas tuvieran la posibilidad de decidir por sí mismas, frente a las drogas en general, pero en particular, consideraba un absurdo completo que se demonizara a la marihuana. Yo nací a la vida en medio de las plantas de cannabis que cultivaba mi padre en el valle de Aconcagua. Hasta ahí llegaban los hippies de la época a buscar, a esas montañas que se formaban en las eras, como le llamaban. Y no existía el tráfico porque la oferta sobrepasaba largamente a la demanda y entonces cada cual sacaba lo que necesitaba y lo hacia aquel que de verdad, por diversas razones, quería darse un gusto. Yo la probé sin ningún tipo de represión por parte de nadie.

 

¿Porque su papá tenía marihuana ahí?

–Porque él era un productor de cáñamo, él vendía la fibra a una industria que tenía su asiento en San Felipe, y todo lo que era el subproducto de aquello y de la semilla, quedaba botado en el potrero. Es decir que lo que hoy sería un paraíso para cualquier consumidor, en aquella época se daba de manera completamente natural.

 

En su juventud, y considerando lo que me cuenta, ¿usted fue volao?

–Ocasionalmente fumaba, pero porque veía que estas personas que venían de Santiago, normalmente, lo hacían. Pero nunca adquirí hábito alguno y siempre lo miré como una forma sencilla, económica de generarse un momento de recreación. Entonces me golpeaba fuertemente y me repugnaba mucho esta actitud punitiva hacia un producto totalmente natural, que tenía muchos menos efectos perversos que otras sustancias, incluso que el tabaco. Entonces por supuesto que esto tenía que tener una explicación y adentrándome algo en la búsqueda de los fundamentos que podrían encontrar para perseguir a quien fume marihuana, me encuentro con que fueron intereses económicos lo que dieron origen a esta persecución infame de la que ha sido objeto el cannabis históricamente.

 

¿Y cuándo decide lanzarse con este tema?

–Yo empecé a plantear este tema muy tempranamente, incluso antes de presentar el proyecto propiamente y hacerlo público. Yo venía en círculos más cercanos planteando esto y me aconsejaban que era absolutamente suicida salir con un planteamiento de esta índole, y menos con un proyecto, que eso era ya hundirme políticamente.

 

¿Qué le dijeron en su familia sobre tirar este cuento?

–Lo calificaron una locura, que iba a poner en riesgo mi capital político, que en ese minuto era muy potente, debido a unas denuncias extraordinariamente publicitadas; yo tenía un cartel de fiscalizador implacable. Entonces todo eso lo iba a poner en riesgo y lo iba a dañar irreversiblemente con un proyecto que solo iba a contar con el apoyo de unos cuantos locos.

Nelson, portada 97

Usted siempre incomodó a sus colegas de la Concertación de ese entonces. Debe haber tenido más de un “enemigo político”. ¿Le decían algo ellos?

–Esos se alegraron, porque estaban completamente convencidos de que yo me iba a hundir políticamente con una propuesta de esta naturaleza.

 

¿Le dieron batalla interna o lo dejaron ser para que se hundiera?

–Yo diría que primero intentaron combatirme, derechamente, pero luego después pensaron que a lo mejor era más conveniente soltarme y que cayera en el abismo.

 

¿Hay algún nombre que usted recuerde en particular que lo combatiera en esta línea?

–Diría que muchos consideraron que le hacía un daño al partido con una postura de esta índole y que por lo tanto era un irresponsable; es decir, todos los calificativos imaginables surgieron en ese minuto.

 

¿Y desde el Gobierno? ¿De qué tan arriba le llegó el reto?

–A nivel de ministros, obviamente. Incluso recuerdo que hubo expresamente una reunión a la cual fui convocado, para ver una forma de que esto no continuase adelante, porque un miembro de las bancadas de gobierno no podía estar precisamente sacando un tema que contrariaba absolutamente la política que pensaba implementar el Ejecutivo.

 

El Conace de la época, ¿lo contacto en ese tiempo?

–Pero después desistieron porque en esa época todo el mundo estaba de acuerdo en que yo era incontrolable. En el tema de las denuncias muchas veces intentaron frenarme, porque varias de ellas afectaban al propio gobierno. Entonces no era usual en la historia de la fiscalización parlamentaria, que los diputados de gobierno cuestionasen al Ejecutivo del que eran solidarios o deberían serlo.

 

Es lógico que los parlamentarios siempre piensen en sus potenciales electores antes de impulsar una causa o proyecto, pero en aquel entonces, ni siquiera era un tema abierto a nivel social. ¿Qué cuenta sacó usted en ese sentido? ¿Cómo percibió usted la opinión de electores?

–Yo sentí que había alcanzado un nivel de credibilidad y al mismo tiempo de conocimiento a nivel nacional, que me habilitaba para asumir en plenitud una convicción personal y darle el cauce que correspondía. Tenía ciertas interrogantes acerca de cuál podía ser mi futuro, haciendo una opción de esta índole, pero a poco andar me di cuenta, y fue a través de invitaciones que empecé a recibir principalmente de las universidades, que esta actitud había calado muy profundamente en la juventud. Yo era el único parlamentario que cuando iba a un foro, en alguna universidad, era aclamado. Por lo tanto empezaron a sentir que había una corriente de simpatía hacia lo que yo estaba planteando. Y me empezó a reforzar mucho el hecho de que más allá de la caricatura, lo que en realidad los jóvenes valoraban era que alguien hubiese tenido los cojones para ir al fondo del problema, esto es que el Estado deje de infantilizar a las personas y les conceda el derecho a decidir acerca de lo que pueden o no meter en su cuerpo.

 

¿Hay algún político lo haya apañado en ese tiempo?

Ni uno solo que me apañara, como tú indicas. Todos tenían serias reservas de la oportunidad de plantear esto, decían que no estaban dadas las condiciones y todos temían porque mi actuación pudiese más bien afectar al conjunto y particularmente dañar la imagen del partido. O sea, en ese instante la verdad es que había un clima extraordinariamente hostil.

 

Y su suegro? Enrique Silva Cimma fue fundador de la Concertación, ministro de Relaciones Exteriores, un importante y respetado político. ¿Él lo apañaba?

–El naturalmente que al principio me aconsejó que más valía que me abstuviera de un planteamiento de ese tipo. Lo decía de una manera muy práctica, “qué sentido tiene arriesgar tu capital político, que en este minuto es potente y salir con algo que no te va a dar ni un solo beneficio, ni un solo rédito, al revés quedar objeto a toda clase de cuestionamientos”.

 

¿Cómo ve hoy todo lo que está sucediendo versus 10 años atrás?

–Yo celebro que recién, más tarde de lo que suponía, comience alguna gente a emerger de entre la montaña de prejuicios que todavía sobrevive a nivel del Estado particularmente, y también en parte de la sociedad chilena. Sin embargo, como este es un país que nunca ha sido ajeno ante la injerencia de lo que viene desde fuera, también están muchos reflexionando acerca de los efectos nefastos que tiene una política de drogas impuesta por Estados Unidos y que está causando estragos, particularmente en México. Y para qué decir en Colombia, en donde todos los poderes del Estado se rindieron y se pusieron de rodillas frente a un narcotraficante, que fue el que más se beneficio de la estupidez de la prohibición y de la represión.

 

¿A qué se debe la nula participación del Ejecutivo?

–Para mí es un enigma indescifrable el como la institucionalidad de cierta gente ejerce un poder extraño sobre quienes la ocupan, y muchas veces los termina mediatizando y alterándole sus intenciones y sus propósitos. Yo estoy seguro de que la Presidenta se convenció del absurdo que todavía implica aplicar una política de drogas tan miope como la que tenemos. Sin embargo, ya ocupando el poder, como que los resabios del pasado la terminan envolviendo y morigerando todos sus intentos hasta prácticamente hacérselos desaparecer. Yo también echo de menos una conducta proactiva del Ejecutivo en esta materia. ¡Cómo todavía no aprenden de lo que en estos momentos está ocurriendo en México! Un país devastado absolutamente por el narcotráfico, que ya se les ha hecho incontrolable, donde el poder de corrupción de las mafias ha llegado a un punto en que se hace irreversible. México tiene un destino amenazado exclusivamente por una estúpida política de drogas. Cómo todavía no se aprende de esa experiencia.

 

¿Es nuestra sociedad hipócrita, cínica, doble estándar?

–Me temo que sí. Chile es un país que predica pero no practica y donde la hipocresía, se ha institucionalizado.

 

Y hoy día, ya alejado de la primera línea política, Nelson Ávila, ¿se fuma algo de vez en cuando?

–Por supuesto que en algún momento de solaz se reencuentra con las raíces de su niñez y le rinde honores a lo que fue la actividad más importante de su padre.