Dice que fumarse un “porro” cuando uno está bien “es el secreto”, que a la Argentina respecto a drogas le falta “el cinco pa”l peso”, y que la hipocresía y el temor al placer son las principales piedras de tope para la legalización, no sólo de los caños. Desprejuiciado. Kevin Johansen, cantante alaskeño-argentino, exuda libertad y sencillez. Buscando respuesta al origen y las consecuencias de las prohibiciones en los locos años 20 y en los teóricos del psicoanálisis, el cantautor que visitó Chile en octubre, desea que “podamos evolucionar algo”.
Por Renée Amargas / Fotografía: Francisco Jorquera
Archivos Cáñamo. Fecha original de publicación diciembre 2011, edición N° 56.
¿Cómo es tu relación con las drogas?
Y bueno… imagináte a alguien que fue criado hasta los 12 años en San Francisco, California. Creo que por esos años tiene que haber existido una enorme nube de humo de marihuana en el cielo de la ciudad, que inhalé involuntariamente. Mi historia es un poco como la del personaje de “Obélix y Asterix”. Viste, que cae en la marmita de chiquito y ya no necesita la poción mágica. Yo caí en la marmita y estoy como muy volado de por vida. Inhalé mucho y así quedé (comenta risueño y burlándose de sí mismo). Es una relación que vivo con mucha naturalidad, alejado del cuento del “fruto prohibido”.
Para conversar sobre drogas, Kevin rebobina las imágenes de su mente hasta su llegada a Buenos Aires, cuando se convirtió en lo que él llama un “argenteenager”.
“Llegué en una época donde todavía estaba la dictadura. Después se vino la democracia y con ella también llegó una época de más experimentación”, relata y confiesa que siempre fue “muy colgado”.
“Nunca tuve una personalidad muy adictiva. Fui más como un consumidor social, viste. Mi acercamiento a las drogas fue muy inconsciente. No fue algo buscado, sino que era cuando algún amigo aparecía con un porro, u otro que experimentaba con un ácido y te daba un cuartito”.
¿Recuerdas tu primer pito?
Sí. Tenía 15 ó 16 años. Fue en casa de un amigo, a la nochecita, había un porrito. Recuerdo que pasó algo muy divertido: quise bajar la música y, en lugar de hacer eso, acaricié los parlantes para disminuir el volumen. Mis amigos se rieron de mí profundamente y, al segundo, me di cuenta de lo que estaba haciendo. Y viví eso que tiene el porro, donde al segundo te da risa lo que hiciste. Mis primeras experiencias fueron algo muy social, no fueron ni siquiera vividas como algo clandestino. No tuve prohibiciones de parte de mi vieja.
Actualmente ¿Te fumas un pito de vez en cuando?
Sí, pero realmente soy un fumador social, no tengo la necesidad de fumar todos los días.
¿En qué momentos fumas?
Puede ser en un asado, un encuentro social. Para mí es lo mismo que tomar una copa de vino, un champán o una copa de pisco sour. Es algo que te pone bien y que se fuma cuando uno está bien. Me parece que ese es el secreto.
¿Te fumaste uno para componer alguna vez?
No, no sé, no tengo ni idea. Uno compone en todos los estados. La verdad es que no llevo un registro sobre el que después piense: “Esto lo compuse volado, esto borracho, esto lo compuse absolutamente sobrio o después de tomarme un jugo de cactus”. A veces pienso que estaría bueno registrar esas cosas, para saber cuándo y en qué estado compongo tal o cual cosa. Pero me gusta la lucidez también. Me gusta la droga de estar en movimiento, en tránsito, eso me mueve mucho a la composición.
En tu brazo izquierdo tienes tatuada una pipa ¿Tiene algo que ver con tu gusto por la yerba?
No, no, nada que ver. La pipa es de un cuadro de Mc Greef que me gustaba. Por supuesto que me encanta la pipa como objeto y además me gusta la gente que fuma en pipa, como “el Zurdo” (dice, recordando al octogenario baterista de la banda The Nada, la cual lo acompaña en sus conciertos). La pipa en mi brazo, en realidad, es un homenaje a la gente que fuma en pipa lo que sea.
HIPOCRESÍA Y MIEDO AL PLACER
“La represión es nefasta”, se explaya el músico. Y nuevamente retrocede en el tiempo en busca de respuestas. Piensa en “Los locos 20”, época que admira y en la que desearía haber vivido.
“Ese tiempo fue una revolución de post guerra, sexual y social, un momento muy interesante. Ya en esos años Louis Armstrong fumaba marihuana y le llamaba gold leaf (hoja dorada) a su porro”, se entusiasma contando, pero rápidamente vuelve sobre las prohibiciones.
“En ese período también la prohibición del alcohol provocó las mafias y que la gente estuviera matándose. Algo que ahora ocurre en México y en Argentina también. Vemos cómo operan esas mafias de película, matando y haciendo unas guerras impresionantes. Si hubiera menos prohibición, habría menos interés quizás, y capaz que hubiera menos locura alrededor del consumo”.
Hace poco más de un año en California se hizo un referéndum sobre el uso recreativo de la marihuana, pero no llegó a buen puerto. ¿Cómo analizas ese escenario?
Está bien que se inicien esos movimientos. En California, siete de cada 10 personas fuman, pero hay una hipocresía absurda, y me parece un poco triste que, ya en 2011, siga existiendo. Creo que, además del dinero, existe lamentablemente el trasfondo de quitarle el placer a otras personas. La pequeñez humana existe y es malísima.
¿Cómo evalúas la política de droga en tu país?
No estoy tan enterado de las normas sobre drogas en Argentina, pero creo que no se sanciona el consumo personal. Eso está permitido, pero no sé hasta qué punto, porque siempre hay quejas. Hemos conversado algunas veces con gente de la banda o con gente de la revista THC de Argentina, que habla un poco como Cáñamo y, bueno, la conclusión es que siempre falta el “cinco pa”l peso”. Pero creo que de a poco hay legisladores que se van dando cuenta y están a favor de la legalización. Así vamos avanzando de a poco contra la hipocresía.
Acá en Chile la ley te castiga duro por tener una planta en tu casa, pero te permite tener un arma Y bueno me parece pésimo. Obvio que cualquiera que no le hace daño a nadie, teniendo su plantita, debiera poder tenerla. Personalmente, no tengo una, pero tengo amigos que son cultores y agricultores eficaces de marihuana (suelta una carcajada) y no me parece mal para nada. En la banda The Nada, hay varios agricultores importantes. Toda esta prohibición me parece que tiene una razón monetaria un poco triste. El trasfondo de esto es la avaricia. Hay mucha hipocresía al respecto y, evidentemente, muchos intereses implicados. Es como una película de Scorsese, donde están todos involucrados y nadie se salva.
¿El trasfondo puede ser también el miedo del hombre a la libertad? Claro, hay un trasfondo ancestral de represión y de temor al placer. Debe ser algo genético que existe en todos, y en algunos dispara una especie de gen represor para con el otro. Lamentablemente hay gente que es represora y que tiene un trasfondo de temor al placer ajeno. Es muy curioso. Pero eso ya lo han elaborado mucho, desde Freud a Lacan. No voy a venir yo a teorizar sobre eso, que podemos leerlo en libros muy viejos. Esperemos que podamos evolucionar algo.
Tienes una hija preadolescente. Nos cuentas que no tuviste restricciones por parte de tu madre ¿Cómo piensas abordar el tema como padre? Bueno, creo que del mismo modo. Le explico que cualquier adicción es innecesaria. Me interesa que ella disfrute todo y, por supuesto, ver cómo anda, cómo la lleva. Pero, la verdad, la veo interesada más profundamente en otras cosas como la danza, la actuación y sus amigas. Después, lo recreativo viene solo. Siempre hay alguien que se toma un poco de alcohol o que se fuma un porro y, bueno, lo probará en su momento. Pero ahora tiene 13, creo que le falta. Aunque siempre hay algún precoz que tiene algo a mano y la tentará. O quizás ya fumó su primer porro y ni me enteré (finaliza bromeando).