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Entre pito y faso la rebeldía florece compartiendo

A pesar de leyes castigadoras y la creciente amenaza del TPP-11, el proyecto Awka Semillas cruza fronteras gracias a su bandera de lucha: Semillas en rebeldía, baratas para quien quiera, gratuitas para quien necesite.

Las mesas de los growshops chilenos cuentan con un sinfín de marcas de semillas cannábicas. Generalmente de Estados Unidos y Europa, estos productos pueden costar hasta 30.000 CLP. Chile tampoco se resta de esta industria, pero según Aarón Núñez, «Son reenvasadores, más que todo. Vemos un banco que tiene 15, 20 variedades y dice ser chileno, de cajón están comprando las semillas o son semillas muy mal estabilizadas».

Aarón sabe de lo que habla, después de todo, él también tiene un growshop. Sin embargo, este ingeniero forestal de la Universidad de Chile busca cambiar el panorama a través de un proyecto paralelo que, a su parecer, les permitiría a los chilenos encontrar semillas de calidad a bajo costo.

Este proyecto es Awka Semillas.

La rebeldía en el autocultivo

Aarón consigue grandes cantidades de semillas tradicionales en el mercado y procede a realizar cruces, basándose en las cualidades genéticas del padre y la madre. Pero para Awka, el trabajo de crear una mejor cepa de cannabis es colectivo. Las semillas que salen «las prueba la gente,» dice Aarón, «de esta forma nos evitamos el riesgo de tener un galpón gigantesco con mil plantas. Además nos ahorramos costos de luz, agua, fertilizante, porque a la larga la persona que pone los costos es aquella a la que le regalas las semillas».

Hacer de Awka un banco comunitario no es solo por razones prácticas. Con un nombre que en mapudungún significa «salvaje, bravo o fiero», el espíritu detrás de crecer estas semillas es el de rebeldía. No hay un permiso del SAG de por medio. «Aquí en Chile solo a Fundación Daya se lo han otorgado. Nosotros estamos haciéndolo igual, haremos un banco de genéticas increíble sin necesidad de un permiso pagado, la gente podrá hacer su propio aceite en sus casas, salen del sistema y compran menos a las farmacias».

Todavía quedan precios por fijar, pero por el momento, Aarón planea vender packs de 4 semillas feminizadas por 14.990 CLP. Sin embargo, cualquier persona que esté dispuesta a comprometerse a registrar los cambios de la planta puede ponerse en contacto y recibir semillas gratuitamente. «También estamos barajando la posibilidad de hacer un listado de gente que tenga problemas médicos, que nos envíen sus recetas o diagnósticos y a ellos les regalaríamos packs también».

Desde inicios de este año el interés comenzó a crecer. Hoy, Aarón todavía tiene cientos de mensajes sin poder responder.

«Les damos un formulario donde responden cómo van a cultivar, con qué condiciones. Generalmente buscamos si es indoor o exterior». Sin embargo, los voluntarios deben comprometerse a trabajar en conjunto y enviar constantemente fotos de la planta, de manera que Aarón pueda registrar la productividad, cantidad de resina y potencia. En caso de que la información indique niveles ricos de estas características, él puede comprobarlo cultivando esa misma semilla. Es por este arduo proceso que Awka ofrece por el momento un catálogo acotado: AK-47 y una cruza de Chemberry con Pineapple Haze.

Los voluntarios se extienden a lo largo de todo el país. Los más al norte están en Arica, los más al sur en Puerto Varas. «No nos quisimos arriesgar más al sur por el tema climático, no te permitía sacar algo en exterior». Importante, sin embargo, es que el voluntario tenga experiencia en cultivo, de modo que pueda ayudar adecuadamente en la selección.

Actualmente, Awka cuenta con 100 voluntarios, de los que cada uno tiene 6 semillas. «Ese número es bajo, quiero llegar a tener a miles de personas cultivando, para hacer una selección tangible y más verídica».

Unión trasandina

El cultivo colectivo no se limita a las fronteras. Otro país en el que Awka cuenta con voluntarios es Argentina, donde Nestor Curiqueo es su brazo derecho.

Si bien ambos países presentan vacíos legales que dificultan el libre tránsito de la cannabis, en Chile al menos existe la Ley 20.000 que permite el autocultivo medicinal y la Ley 20.500 que permite la libre asociatividad (aunque en muchas ocasiones reprimida) para la creación de dispensarios.

En Argentina, sin embargo, cualquier cultivo es tipificado como tráfico y se establecen duras penas que pueden llegar hasta 15 años. La excepción es que estas acciones se realicen para investigaciones médicas y científicas bajo el aval de la autoridad sanitaria nacional. Si bien la Corte Suprema de Justicia de ese país dictaminó el fallo «Arriola» en 2009, que consideraba inconstitucional la penalización de posesión de drogas destinadas para consumo personal, como la cannabis, los jueces no están obligados a acatarlo.

Cabe mencionar que 52 de los 100 voluntarios que tiene Awka son de Argentina, país que, a pesar de la represión, tiene una cultura cannábica fuerte. Desde Córdoba, Nestor comenta: «Cuando llegué había un par de growshops que luego cerraron. Hace poco abrieron y nuevamente lo cerraron». Si bien la venta de semillas está prohibida, de todas maneras existen redes de cultivadores y mercados comunitarios.

«Hay un colectivo que se llama Mamá Cultiva,» sigue, «una agrupación de mamás que tienen niños con otras capacidades o nacieron con problemas, y a quienes les dan aceite. Pero para eso tienen que conseguirse las semillas o viajar para Chile o ver a gente que vende en redes de cultivadores». Con más de 170 mil seguidores en Facebook, esta popular organización activista ofrece información, consejos legales y cursos.

Sin embargo, las trabas legales actuales de ambos países no son la única oposición a la que podría encontrarse este proyecto comunitario de semillas en rebeldía.

El TPP-11, la sombra que se viene

Tras su polémica aprobación en la Cámara de Diputados, el Acuerdo Transpacífico o TPP-11 se encuentra actualmente en discusiones en el Senado, donde podría votarse durante las siguientes semanas. Aarón no es una excepción entre todos aquellos que han tratado de informarse acerca del tratado con resultados poco fructíferos. Después de todo, este documento de más 2.600 páginas es casi inaccesible. Aarón estima que, de aprobarse, Awka podría enfrentarse a «posibles demandas de empresas cuyas genéticas yo use y que las tengan patentadas».

Patricia «Dedos Verdes» Núñez, cuidadora de semillas y activista contra el TPP-11, sabe claramente lo que ocurriría en caso de que Chile decidiera adherirse: Automáticamente se activará la participación de Chile en la UPOV 91, Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales.

Según esta Unión, «una variedad está protegida por un derecho de obtentor, para reproducir o multiplicar la variedad con fines comerciales es necesario disponer de la autorización del obtentor».

Otra palabra para «obtentores vegetales» es «empresas transnacionales» como Bayer/Monsanto, que actualmente produce para exportación en Chile, pero que después de este tratado podría empezar a producir para consumo interno. Gigantes como este serían capaces de patentar sus semillas a modo de propiedad intelectual, restringiendo no solo el uso de estas, sino que también nuevos usos de productos conocidos, nuevos métodos y procedimientos para utilizarlos.

«No podríamos trasladar ni intercambiar ningún tipo de semillas, tendríamos que estar siempre comprando, ya que habría un registro», explica «Dedos Verdes». Este registro, que actualmente existe en el SAG, pasaría a funcionar como un sistema de patentes tras la aprobación del TPP-11. «Hemos sabido de gente que está esperando a que esto se apruebe, porque ya tiene diez tipos de quínoa registrada. Entonces los pueblos originarios quedarán sin quínoa».

La UPOV 91 rige actualmente en países como Argentina, India y Colombia. «En Colombia hubo suicidios en grupo por campesinos,» lamenta «Dedos Verdes», «y en India estos se tiraron a los ríos a morir».

Cannabis TM

Por el momento no existen registros de semillas de cannabis actualmente en el SAG, pero esto podría estar por cambiar. La segunda transnacional cannábica más grande del mundo, la empresa canadiense Canopy, abrió el año pasado en Chile su subsidiaria Spectrum Cannabis, donde realiza investigaciones farmacéuticas.

Esta empresa está postulando actualmente a más de 80 patentes en el extranjero. En su país, Canadá, donde el TPP-11 fue aprobado, la Oficina Canadiense de Propiedad Intelectual tiene más de 500 postulaciones por marca registrada para el cannabis.

Australia, otro país adherido al tratado, cuenta con un sistema de Derechos de Obtentores de Plantas, que funciona a modo de sistema de patentación. Aquí el obtentor tiene los derechos exclusivos de comercio de una planta registrada por un periodo de 20 años. De aprobarse el TPP-11 en Chile, es solo cuestión de tiempo para que esfuerzos como el de Awka empiecen a tener problemas.

Si bien la oposición al TPP-11 ha reunido popularidad en las últimas semanas, la comunidad cannábica se ha mantenido al margen. Aarón no está al tanto de ninguna agrupación cannábica que haya manifestado expresamente un rechazo. «Te diría que la comunidad cannábica en Chile es un porcentaje bajo el que está comprometido».

El pasado 18 de mayo estaban planeadas marchas a nivel internacional contra Bayer/Monsanto y, en el caso de Chile, contra el TPP-11. Sin embargo, «corrimos la marcha al día después para que no se juntara con la del cannabis,» explica «Dedos Verdes», una de las organizadoras de la manifestación, «porque comprendemos que los que van a marchar a la de legalización no irían a la de Monsanto».

Dicho y hecho: El sábado 18 de mayo la manifestación Cultiva Tus Derechos reunió a 20.000 personas en Santiago. Mientras tanto, la marcha contra Bayer/Monsanto, si bien se realizó en Santiago, Valparaíso, Linares, Valdivia y Puerto Montt, no reunió a tanta gente, con poco más de 200 personas asistiendo en la de la capital.

De aprobarse el TPP-11, ¿podríamos realmente cultivar nuestros derechos?