Entrevistas

El angustiado es la figura arquetípica de la delincuencia, del perdedor, del caído, del derrotado

“El angustiado es la figura arquetípica de la delincuencia, del perdedor, del caído, del derrotado”

Mauricio Sepúlveda es Psicólogo y Doctor en Antropología. Durante años  se ha especializado en la investigación cualitativa en los consumos de drogas, las significaciones de la violencia y la construcción de las identidades de género en las culturas juveniles. Dentro de su extenso currículum  se encuentra el primer trabajo etnográfico sobre pasta base en Chile. Han pasado varios lustros desde que realizara ese estudio junto a Cristian Pérez y Álvaro Gaínza. Quisimos entender el proceso de investigación que se llevó a cabo y cuál es su mirada acerca del consumo de pasta base de cocaína.

Por Cárlos Martínez

¿Por qué decidiste hacer un estudio etnográfico sobre la pasta base cocaína?

Por lo biográfico y lo propiamente investigativo, porque uno tiene preguntas. La investigación en cualquier campo se guía por una urgencia de intentar responder algo. Nací en el norte de Chile y mi adolescencia la viví en el inicio de los ochenta. Entré a enseñanza media en el  80 y salí el 84. En ese periodo ya se consumía muchísima pasta base en el norte. Y no tan solo se consumía en  los lugares más excluidos, también se experimentaban como consumo en otras partes. Los adolescentes, en la enseñanza media y  a la par que experimentaban con cannabis algunos experimentaban con pasta base de cocaína. El 85 me fui al sur  y tenía este dato biográfico que siempre me llamó la atención.  A veces pasaba por zonas urbanas marginales  y era un poco la imagen de zombies caminando. En esa época aún no podía politizarlo porque no tenía herramientas  para hacerlo. Pensaba que era una arena de caídos, un contracielo por así decirlo. Era un lugar de muerte, oscuro. Era una configuración de la ciudad por donde se iba ciñendo una suerte de peste. Ya en la universidad seguí pensando en esto y al mismo tiempo este tema se espectacuralizó, entró a los medios de comunicación, entonces el pastabasero,  el angustiado era como la figura arquetípica de la delincuencia, del perdedor, del caído, del derrotado. De este hombre que no pudo sumarse a este gran tren del progreso. El que no entró al mall y quedó a pata pelá por fuera.  Es en este escenario  y contexto que lanzan un llamado de la organización Sur Profesionales que en ese instante reunía a intelectuales de las ciencias sociales como Gabriel Salazar, José Bengoa y convocan a un concurso para investigadores jóvenes. Y nosotros con  Cristian Pérez y Álvaro Gaínza, presentamos  un proyecto para investigar en términos cualitativos y con enfoque más etnográfico. No se había hecho nada así. Trabajamos en la población San Gregorio y estuvimos casi un año con ellos y fue muy interesante, porque fue mi retorno de frente, pero ahora con una mochila de elementos que me permitían repolitizar mi experiencia directa con el uso de pasta base de cocaína. Ese fue el contexto en que hicimos ese primer estudio.

Siempre se pondera la objetividad como el elemento a tener en cuenta cuando se trata de una investigación. En la investigación que realizaste  ¿cómo abordaron la objetividad?

Es un tema complicado porque es parte del debate de la academia, por así decirlo, de los límites de mantenerse ético. Creo que es complicado mantener la distancia, sin duda uno tiene que abrirse a las afectaciones mutuas. Algo te pasa ahí. Las personas uno las empieza a captar más allá de fumar en  la pipa.

Claro, no es un objeto de estudio inanimado

No son la pipa. Son mucho más y desbordan la pipa. Conoces historias, peripecias de vida. Comienzas a entender la precariedad y qué significa vivir en ella, en los ciclos estacionarios del trabajo. A gastarse el poco dinero que tienen. Además te obliga a pensar  qué condena ser pobre y vivir en este país. Eso es heavy po weon. Uno ve todo eso y te desbordada el cuento de que en ese lugar no hay solo pipa y humo y como investigador te afecta y comienzas a decir hasta dónde administro mi distancia. Es cierto que no soy ellos. Pero es imposible no derivar en algo. Después de esa experiencia yo no fui el mismo, a lo mejor a ellos no les pasó mucho pero nos acompañamos en un tiempo en que uno entiende y luego yo seguí trabajando en esto: consumidores de heroína en Europa, contextos marginales y fui entendiendo los códigos de seguridad, de confianza.

¿Por qué es importante investigar sobre la marginalidad?

En ese momento en que empezamos a trabajar en esto pensábamos que la manera de criminalizar al otro opacaba cualquier posibilidad de entender también un sentido de una práctica. No podemos pensar que la práctica existe en naturaleza pura, la práctica está atravesada por la cultura, por las  instituciones y se hizo de esa práctica una práctica vaciada de sentido. Yo creía que era importante entender las significaciones que ponían en juego, los juegos que se ponían en juego en esas significaciones, porque uno también juega en esas significaciones, hay algo lúdico. No solo hay drama, la pasas bien en la noche fumando al lado de la fogata para pasar el frío, te entretienes buscando cenizas.  Nosotros creíamos que era políticamente importante decir más de lo que solamente las voces autorizadas decían. Siempre el otro aparecía con el testimonio arrepentido y avergonzado  del que quiere retornar y reunirse a la manada. Se redime en su palabra: perdí mi familia, vendí todo y ahora vuelvo y soy otro.  No lo pongo en duda pero no creo que sea lo único. En definitiva no existían espacios donde escuchar la voz de ese otro.

La soledad, la profecía autocumplida, redimirse a través de la rehabilitación, parecen ser algunos de los elementos transversales en los consumidores de pasta base.

Yo creo que hay una narrativa colectiva, donde uno no está tan afuera. Con los años te preguntas hasta qué punto las ciencias sociales son parte de este gran repertorio cultural narrativo y son una cuota más de esta gran relato de la pasta base y este relato que se construye a través de fragmentos. Entonces lo que pasó acá es que no hubo ni una posibilidad de  politizar ese elemento y fuimos capturados por una narrativa mesiánica donde la institucionalidad nos va a salvar. Piensa por ejemplo en el lugar de la mujer y como pierde su fuerza: de ser una mujer pobladora, la que sostuvo la lucha antidictatorial queda atrapada como la madre o la esposa que debe rescatar a su esposo o hijo de la pasta. Yo creo que estas narrativas hay que repolitizarlas.

En el año que realizaste este estudio etnográfico, la población de pastabaseros era joven. Según el estudio “Caracterización de personas que consumen pasta base de cocaína de forma habitual en la Región Metropolitana” (2015), la edad promedio del consumidor es de 37 años ¿te hace sentido esta cifra? ¿cómo ves a ese consumidor envejecido (La normalización, incluirlo en los hábitos diarios)?

El consumo de pasta base nunca llegó a tener una prevalencia tan grande a nivel de población general. Sin embargo, uno podría pensar que hay una subnotificación enorme. Sin embargo y teniendo claro los sesgos de estimaciones de población, acá hay otra cosa más que entender. Cuando se produce la emergencia de la pasta incorpora a gente joven.  Yo estimo que la subida más alta fue hacia el 95. Entonces no podemos disociar fenómenos de la matriz económica de productividad con su tránsito a la cuestión de los servicios, ese tránsito que es otro coletazo de la desindustrialización. Ahí se producen bolsones de poblaciones que van a quedar fuera de la reconvención. Jóvenes que quedan por fuera de las posibilidades integrativas. Son población excedental porque no tiene el fenotipo, el físico para vender AFPs, porque son morenos. Es población que va vivir una merma significativa en el tiempo.  Por un lado va a vivir el encarcelamiento porque cometerá pequeños delitos y  que son altamente criminalizados en Chile. No sabemos cuántos de ellos han muerto en las cárceles. Muchos de ellos están poblando las unidades de tuberculosis. Entonces es muy probable que muchos murieran en la cárcel, otros murieron por enfermedades. El resto son los que conocemos como usuarios crónicos, quienes realizaron algunos ajustes en su consumo para incorporarlo en su vida. Es decir que podís fumarte tus pipas el fin de semana o en la noche y después volver a tu casa. O que es un consumo cíclico, donde éste se gestiona y se da una pelea continua. Esa pelea además se da en el marco de una oferta de asistencia técnica terapéutica que no apunta a eso. En los últimos años recién hemos diversificado el objetivo terapéutico para generar estrategias de acompañamientos a personas que seguirán consumiendo. Pero antes no existía: era todo o nada o lo dejabai  o estabai cagao. Pero insisto que es un porcentaje de la población muy pequeño. Tiene un comportamiento como los usuarios de heroína en los países europeos: inician temprano el consumo y lo mantienen por muchos años.  Los primeras alertas de epidemia de la pasta base de cocaína fueron denunciadas a fines de los ochenta. Pasaron 20 años para que tuviéramos la primera caracterización realizada por el SENDA. Eso significa que la respuesta pública se hizo en ausencia completa de diagnósticos claros frente a esa población. Si no hay caracterización de la población cómo respondiste. Entonces acá la pregunta es  ¿Usted dejó morir? Usted no mató, de acuerdo, pero dejó morir porque  si yo te doy un servicio que no tiene nada que ver contigo, que no conoce tus necesidades y características ¿para qué te doy ese servicio?

¿Cómo se puede trabajar en la lógica de la rehabilitación con este tipo de consumidor crónico?

Para una población extremadamente marginalizada, excluida, existían programas interesantísimos. En Sao Pablo existía un lugar llamado “Crackolandia” a propósito del crack. Era en pleno centro de Sao Pablo donde personas comenzaron a vivir y habitar la calle. Ahí se hicieron programas interministeriales, todo un sistema de acompañamiento después era un programa carísimo, pero había una decisión política de decir son mil, pero son mil nuestros que valen igual que el resto. Entonces no los dejaron morir y se hicieron cargo. Esto fue durante la administración de Lula y Dilma, hoy eso está desmantelado. Hay otros dispositivos no tan complejos que tienen que ver con que la gente pueda incorporar de manera más regulada sus prácticas de consumo.  Por ejemplo, salas de consumo, utilizar pipas de vidrios para evitar que combustionen la pasta y el plomo de las pinturas de las latas de alumino.  Son estrategias de reducción de daños,  que pueden intervenir una población altamente resistente al cambio.

¿Cómo es la mirada a nivel latinoamericano con respecto a la pasta base?

Me reuní hace un tiempo con Héctor Suarez, Director del Observatorio Uruguayo de Drogas  quien me comentó que realizarán un segundo estudio sobre paco en Montevideo.  Esto  continúa y sería engañoso decir lo contrario. El problema está ahí, es cierto que la población ha envejecido,  pero también existen jóvenes que están consumiendo. En  Latinoamérica han visto la necesidad de tener estudios de carácter más comprensivo, mas contextualizados sobre el fenómeno de la pasta base de cocaína.  Sin embargo, los estudios más etnográficos, más cualitativos, algunos de corte fenomenológico  llegaron a un punto en que deben tener una mirada crítica sobre sí mismo para ver cómo sus propias narrativas están construyendo y hasta qué punto esas narrativas están atravesadas por un canon hegemónico. Sin duda el trabajo que hicimos sirvió mucho porque permitió demostrar que es posible trabajar con el monstruo, que era necesario trabajar con los monstruos y políticamente podía tener un efecto y combatir la idea homogeneizadora reduccionista de que allí no había cultura sino que solo pulsión física de alguien que está desviado.

¿Dónde crees tú que se debe poner énfasis  cuando se quiere trabajar en una política de reducción de daños?

En la reducción de daños hay que articular 3 niveles: vulnerabilidad social, riesgo y daño. La vulnerabilidad es fundamental. Entender por ejemplo las condiciones laborales, cuáles son sus itinerarios. Es probable que durante los periodos de noviembre y marzo se dispare acá en la capital, pero tal vez en región sea otro. Por lo tanto los diagnósticos son diferentes, por eso los dispositivos deben entender las lógicas en que las poblaciones se mueven.  Si no se entiende la vulnerabilidad no vas poder entender las lógicas situadas.