El absenta abrió una puerta hacia otro lugar, y sigo ahí
John Moore, ex miembro de los influyentes The Jesus & Mary Chain, y fundador junto a Sarah Nixey y Luke Haines del proyecto de pop subversivo Black Box Recorder, es también un solista intenso por derecho propio. «It’s Hell Out There», su nuevo álbum, nace producto de una temporada en el Infierno que casi termina con él.
Insomnio, alucinaciones, y un choque con la muerte son algunos de los ingredientes para «It’s Hell Out There», el nuevo álbum del británico John Moore. Se trata de una travesía por el Infierno que además fue documentada por el fotógrafo Brian David Stevens -un amigo de John- y que da origen al libro «There’s Always Death To Fall Back On».
«La canción principal del disco, la que le da el título, la he estado escribiendo por 15 años», cuenta Moore, ex miembro de The Jesus & Mary Chain en la época de «Psychocandy» y «Darklands», y con quienes ha salido de gira en más de una ocasión. «Estaba tocando la parte de guitarra y tenía una cierta idea de qué se iba a tratar la canción. Mi idea era que fuera como un reporte noticioso con todas las cosas malas que estaban pasando. Tenía versos sobre el Brexit, pero después apareció Trump y ya casi la canción está desactualizada, así que tengo que escribir versos nuevos», ríe. «Las cosas simplemente empeoran. Quién pensaría que el Brexit llegaría, que Boris Johnson sería el primer ministro o que Donald Trump sería el presidente». John se detenía cada cierto tiempo, porque siempre sentía que faltaba algo más que agregar, un nuevo verso plagado de malas noticias.
Sin embargo, el año pasado, John optó por cerrar la canción y darle forma con lo que tenía hasta entonces. La decisión llegó tras una temporada de insomnio y pensamientos centrados en la muerte que casi terminan con la suya propia. «Eso me ayudó porque, cuando me recuperé, me dije que realmente tenía que hacer no más esta canción. No podía estar esperando el momento idóneo, solo tenía que terminar la maldita cosa y seguir adelante. Entonces, cuando se la mostré a unos amigos, me decían ‘oye, ¡pero llevas años tocando eso!’, y les decía ‘sí, ¡pero recién la acabo de terminar!’ y es como, bueno, tenía que tener el conjunto adecuado de versos para ella y lo que pasó el año pasado me ayudó a atar los cabos sueltos. Así supe y entendí de qué se trataba. Es una de esas canciones que casi la tienes, casi la entiendes, tratas de sacarla del éter, pero de alguna forma la vuelven a tirar hacia adentro, y entonces te resulta volverla a rescatar y, cuando la grabé -cosa que pensé que iba a ser casi imposible-, en realidad fue algo bastante rápido de hacer, lo logré en un par de días».
LA VIDA ES INJUSTA
En 1998, y junto a Sarah Nixey -quien hoy es su ex esposa- y Luke Haines -de la banda The Auteurs- Moore dio vida a Black Box Recorder, un proyecto de pop subversivo cargado de sarcasmo sobre la vida en Inglaterra. Su disco debut, «England Made Me» tenía como uno de sus singles principales la canción «Child Psychology», donde el coro era clarísimo: «la vida es injusta. Mátate o supéralo». Moore, conviviendo por años con trastorno bipolar y sufriendo períodos de insomnio recurrente a lo largo de su vida -medicados, por cierto- comenzó a tener alucinaciones el año pasado, cuando se encontraba trabajando en «Billy Fury Way», una de las canciones que hoy integran su nuevo disco.
«La canción ‘Billy Fury Way’ fue la que inició todos los problemas. Luego de muchos días de no dormir, comencé a alucinar -porque no había dormido en mucho tiempo- y en la pintura que yo había hecho del puente del viaducto del Parque Hampstead Heath, que tengo en mi muralla, veía una figura ahí en medio del puente, que estaba con una linterna haciéndome señales. Yo estaba seguro, obsesionado con la idea de que eso significaba que me iba a morir muy pronto. Y empezó a aparecer esta canción, ‘Billy Fury Way’, que en un principio iba a ser una canción sobre vivir al oeste de Hampstead, algo casi como ‘Penny Lane’ de los Beatles, hablando del barbero y el carnicero, onda, diciendo, ‘éste es mi barrio’. Y luego se puso cada vez más y más oscura, y grabé eso en el mismo momento. Hice varias tomas hasta que fuera perfecta, la grabé una vez con guitarra acústica cantando al mismo tiempo, luego le puse sintetizadores y ¡listo! Cuando la hice estaba completamente loco. Yo he estado viendo psiquiatras por años, porque soy bipolar y sufro de insomnio periódicamente, lo he tenido por años. Pero, de todas formas, se puso serio todo y me dieron medicamentos para ayudarme a dormir, y me ayudaron. Pero también casi me ayudan a dormir para siempre (ríe), pero no lo hicieron. No sé si el disco causó esa oscuridad o si la oscuridad causó el disco, pero fue un tiempo muy creativo (ríe)».
Una noche, de la nada, Moore decidió tomar más pastillas de la dosis recomendada para dormir. Dos más incluso de la dosis letal. Su pareja se dio cuenta de la situación cuando lo vio tratando de escribir en un papel -bastante aturdido ya- una nota para sus seres queridos. Tras recuperarse de aquel intento de suicidio, decidió trabajar como nunca en terminar el proyecto. Una de las canciones en las que venía trabajando hace años, «Life Is a Fucking Fiasco», terminó por cambiar de tono gracias a ello.
«En el caso de ‘The North Sea Fishermen’, esa canción la había estado escribiendo por años. Si revisas mis cuadernos de notas siempre los versos están cambiando, saco palabras, las reemplazo, o vuelvo a poner las mismas meses después. Solo necesitaba que yo cambiara un poco el ritmo. En mi departamento tengo esta foto mía junto a Bo Diddley, y la estaba mirando y es me fijé en él. Así que quise ponerle un ritmo a lo Bo Diddley, que funciona perfecto. Bo Diddley es mi ángel guardián así que hay hartas así. ‘Life Is a Fucking Fiasco’ la había escrito hace mucho tiempo, pero no sabía mucho qué hacer con ella. Tenía la mayoría de la canción lista y luego regrabé las letras, cambié algunas palabras y así pareció encajar de una forma mucho mejor. Cuando la hice, originalmente, era como un relleno y tal vez era más sarcástica. Su último verso era ‘anda y bebe hasta morir’, pero en realidad ahora es ‘por favor, no bebas hasta morir. No te mates, no lo arruines, las cosas no son tan malas como parecen, simplemente no te destruyas’. Tiene un mensaje positivo al final, pero hubo que pasar por muchos problemas y complicaciones para darme cuenta de que no todo es tan oscuro como pensaba. Estar vivo es mejor que no estar vivo».
Hay un infierno allá afuera
«Billy Fury Way», la canción que terminó por llevar a John al Infierno, nació inspirada por un mural que el músico descubrió en las cercanías de su casa, en un pasaje. Era un retrato, hecho por un artista callejero anónimo, de Billy Fury, la estrella de los primeros días del rock and roll y cuya vida terminó a los 42 años producto de un ataque al corazón. Oriundo de Liverpool, vivió a la sombra de los Beatles en cierta forma, igualando su récord de 24 éxitos y llegando a estar durante 332 semanas en los charts de Reino Unido durante los años 60. En la canción de John en su honor, se menciona el hit de Fury «Highway to Paradise» y Paddington Green, la zona de Londres en donde Fury murió, en el St. Mary’s Hospital. El mural, en medio de un callejón oscuro y de mala muerte, era una imagen potente para John. Por lo mismo fue terrible el hecho de que, semanas después de su descubrimiento, desconocidos comenzaron a pintar cosas encima, terminando por cubrirlo completamente.
«Casi pensaba que era algo religioso, como Jesús crucificado. El mural lo pintaron encima dos veces, lo vandalizaron una y otra vez hasta que lo terminaron por pintar de negro. Después hicieron otro mural de Fury en el mismo lugar -que no era tan bueno como el primero- y ese no duró nada, lo pintaron de negro casi inmediatamente. Pero yo sé que cuando paso por esa muralla, Billy Fury sigue estando ahí. Yo lo sé y nadie más sabe que está ahí».
¿Crees que, en cierta forma, esto de pintar de negro el mural de Billy Fury es una metáfora de cómo bloqueamos los pensamientos oscuros? Intentamos olvidarnos del hecho de que todos vamos a morir pero, aunque pintemos encima, eso sigue estando ahí y puede volver en cualquier momento.
Sí, si caminas por el callejón de Billy Fury tu muerte llegará, y llegará bien pronto. Es un lugar peligroso, horrible, donde la gente va a inyectarse, a cagar…o a escribir canciones (ríe). Pero bueno, ahora estoy escribiendo y lo que sale ahora es ligeramente más agradable, pero sigo escribiendo sobre la muerte de alguna forma. Estoy escribiendo una canción sobre el criquet. Fui el otro día al Lord’s Criquet Ground. Me llevaron al pabellón del Marylebone Criquet Club, a ver la Long Room, y era hermosa. Una de las pinturas ahí se llama «Death Row», porque los hombres que aparecen retratados ahí sentados viendo el criquet son muy viejos. Y pensaba que esa sería una hermosa forma de irse: estar ahí sentado viendo el criquet y simplemente te vas, te mueres, y comienzas nuevamente (risas).
Es interesante el hecho de que las canciones que datan de hace mucho tiempo -como «It’s Hell Out There» o «The North Sea Fisherman» cuajen tan bien con las composiciones recientes, sin quebrar la atmósfera intensa del álbum. Parece que hubieran estado esperando para estar juntas.
Exactamente. Tengo muchas canciones que no he lanzado aún pero que he grabado. No sé qué tanto hacen eso mismo otros cantautores, pero yo guardo las cosas. Tengo como una bodega de canciones y me pongo a pensar cuándo será el momento de hacer algo con ellas. He estado escribiendo canciones por años y siempre escribo más de lo que necesito. No puedo detenerme, incluso si quisiera. Yo pensaba que este disco, «It’s Hell Out There», iba a ser lo último que iba a hacer, pero las canciones ya están volviendo otra vez y sigo despertándome en medio de la noche para ponerme a escribir. No me deja parar, sea lo que sea. Si no escribiera canciones nunca más, aún tengo suficiente para editar un par más de discos».
Y la instrumentación, ¿la tienes clara de antes?
Así es, una de las cosas principales en este disco es que tengo un Roland Guitar Synth porque no puedo tocar teclados muy bien, pero puedo tocar teclados desde una guitarra y hacer ruidos raros. Si escuchas «Billy Fury Way» y «Fantic Dreams», hay teclados ahí pero están tocados en una guitarra. También hay un Casio SK1 que es un teclado de samplers que me compré por 10 libras en 1998 en una tienda, y ese lo uso en todo lo que hago. Si escuchas la canción «If The Beatles Had Never Existed», todas las voces al final las toqué con ese teclado. Puedes grabar tu voz y acelerarla o apurarla. Y es maravilloso, no tenía idea de que este teclado fuera tan raro y valioso. Lo llevé a una tienda a ver si lo podía arreglar y en un minuto todos los tipos del mostrador llegaron y me preguntaban cuánto quería por él, habían estado tratando de buscar uno por años, era como el Santo Grial. Y me costó 10 libras, pero tiene todo lo que necesito. En realidad, tienes que trabajar con lo que tienes. Yo tengo buenas guitarras y teclados baratos, y tal vez escribo algunas canciones teniendo en mente las limitaciones de lo que tengo a mano. No lo sé, si veo algo que me gusta en una tienda de segunda mano -que suele valer poco- esos teclados generalmente siempre tienen un único sonido bueno que puedes usar. La mayoría de los sonidos que tienen será basura pero siempre habrá un sonido que valdrá la pena comprarlo. Y aún tengo pedales de fuzz de la época de Jesus & Mary Chain (ríe) y los uso todavía. No conecto los pedales de fuzz a los teclados, aunque puede que lo haya hecho en el pasado, pero no me recuerdo haberlo hecho en este disco.
Tengo entendido que tu vecino de arriba hace meditación budista. ¿Se asusta con los ruidos?
No puedo culparlo. En todo caso no grabé todo de noche, sino me hubieran arrestado (risas). También hice hartas cosas con el iPhone, de hecho. Pensaba que vivo a un kilómetro de Abbey Road y estoy haciendo una canción sobre los Beatles y estoy creando Abbey Road en un iPhone. Los instrumentos que puedes obtener con apps para iPhone son extraordinariamente buenos y la máquina de ritmos también salió de ahí. Estaba intentando tener esa vibra tipo Suicide. Es un disco moderno en cierta forma, porque mucho de él está hecho en un iPhone.
En «Fantic Dreams» se nota exactamente ese toque a Suicide, con la caja de ritmos frenética. La mezcla de sintetizadores y guitarra acústica es muy envolvente.
Es un hermoso accidente. Es el cuarto que tengo, el cuarto donde vivo y es una forma natural de grabar, muy intensa, que toma mucho tiempo y concentración. Y no es muy agradable para otra gente porque estás casi como en un trance cuando trabajas. Casi todo lo toqué yo, excepto por las baterías en «October Rose» -que las hizo Brian Young, de Jesus & Mary Chain- y en «Life Is A Fucking Fiasco» -que las hizo Tim Weller, de Black Box Recorder- Está también un amigo tocando piano en una canción y una amiga en el violín. Eso se tocó en estudio y lo terminé acá. Todo el resto en el disco soy yo. También Sarah Nixey canta vocales al final de «The North Sea Fisherman» y «Fantic Dreams». No está muy fuerte en la mezcla, pero está ahí, quería que estuviera como yo la escucho, que es flotando siempre en la cabeza, como siempre lo hace, hermosamente. Marie y Joanne hacen vocales de acompañamiento en «Fantic Dreams».
Hace poco salió el boxset «Life is Unfair», que tiene todos los discos de Black Box Recorder y rarezas. ¿Estuviste trabajando en compilarlo junto a Sarah poco antes de trabajar en este nuevo álbum? Lo relaciono porque el sonido de los teclados acá es muy parecido al de aquellos trabajos.
Sí, aunque el boxset de Black Box Recorder no tiene que ver directamente conmigo. Ayudamos a compilarlo para la gente del sello One Little Indian el año anterior. Acaba de salir y han hecho un trabajo hermoso. Estamos felices con eso. Discos como «The Facts of Life» nunca salieron en vinilo hasta ahora. Es un grandioso trabajo el que han hecho, pusieron mucho esfuerzo en esto y no podría ser un epitafio más agradable para Black Box Recorder. Este teclado, el Casio SK1, está en todo el primer disco -«England Made Me». De hecho está en todos los discos, en «The Facts of Life», en la canción y en el disco entero, son los mismos instrumentos. Tuvimos un cierto juego de instrumentos que siempre usábamos. Es mi teclado y aún lo uso porque no tengo otro (ríe). Debería estar en el Rock and Roll Museum, en el Rock and Roll Hall of Fame.
SIEMPRE ESTá LA MUERTE
Con la salida inminente de su nuevo material discográfico, John Moore necesitaba una fotografía para prensa y convocó a su amigo Brian David Stevens. Pero, sin quererlo, en el esfuerzo nació la idea de construir un libro que narrara el proceso creativo del disco. «A Brian no lo había visto en muchísimo tiempo. Vino, me tomó una foto y después empezó a tomarme varias más. Luego quería sacarme fotos en varias partes del departamento, así que regresó al día siguiente e hizo lo mismo por varias semanas. Nos dimos cuenta de que algo se estaba construyendo y él dijo que deberíamos hacer un libro. Pensando acerca de qué se podía tratar, le dije que yo llevaba siempre un diario. Suelo hacer notas en mi iPhone, anoto pensamientos, ideas y letras ahí. Siempre escribo todo, así que yo estaba viendo algunas cosas que había escrito y se las envié. él me dijo que era fantástico y que con las fotos funcionaba todo perfecto. Es triste, es oscuro pero también es bien honesto».
Para Moore, la honestidad era un factor importante. «Yo siempre quiero decir la verdad. Es una idea muy mala decir mentiras porque siempre te van a pillar. Si no tienes nada que ocultar, nadie puede atacarte. Y aunque la verdad no sea agradable, aunque sea dura, siempre hay una forma -tal vez no al principio- pero hay un forma en que las cosas terminan teniendo sentido. Si das un paso al lado de la situación y la observas desde la distancia puedes comprenderla mejor, y yo me he entendido a mí mismo mucho mejor después de lo que me pasó el año pasado. Así que, es un libro, tiene fotos grandiosas, y una de las cosas que más me gusta es que yo estaba tan mal que perdí un montón de peso así que me veo bien flaco (ríe). Desde un punto de vista vanidoso está bien y es sobre la vida, sobre el amor, sobre el daño y sobre la locura y también sobre escribir canciones. Es la historia sobre cómo «It’s Hell Out There» fue escrito, porque realmente empezó a emerger de noche, no podía parar, no podía dormir por meses y por un instante me volví completamente loco con la privación del sueño y lo que sea. Me convertí en un escritor automático y simplemente no podía parar. Sabía que aunque me sintiera mal tenía que continuar y cuando todo colapsó pensé, bueno, esto es todo. Fui al Infierno, cogí el disco, volví (ríe) y espero no volver nuevamente. Creo que me siguieron de vuelta los demonios y los fantasmas, pero ya están tranquilos, aunque estén ahí esperando en la esquina».
El demonio verde
Cuando nació Black Box Recorder, a fines de los años noventa, John Moore se convirtió en el hombre que volvió a llevar el Absenta a Reino Unido. Durante mucho tiempo se tenía la convicción de que el trago del hada verde estaba prohibido en Gran Bretaña, pero Moore se encargó de hacer las averiguaciones legales y los procedimientos necesarios para convertirse en el importador del producto, inspirado básicamente por su consumo personal.
«La Absenta, en esa época, definitivamente me ayudaba a pensar, a ser reflexivo. Escribí muchas canciones en ese período. Si escuchas mi disco «Lo Fi Lullabies», esa es la era del Absenta. Cuando revisito esas canciones me acuerdo de estar sentado en mi departamento viendo al sol ponerse por la Westway, tomando Absenta, siendo joven y poético. Creo que realmente me ayudó, y sí, tal vez impidió que yo saliera y socializara, pero me gusta estar en casa. Me gusta mi propia compañía. Ciertamente las cañas del Absenta eran horribles (ríe) pero antes de llegar a eso todo era maravilloso. Sentía que me conectaba con los artistas y poetas de hace cien años, y sentía, tenía esta idea acerca del plano astral y del éter y de cómo las cosas siempre están flotando y, si sabes bien dónde mirar, puedes llevarlas un poco hacia tu propio mundo. Creo que el Absenta, en particular, era una forma de hacer eso. Creo que abrió una puerta hacia otro lugar, y sigo ahí (ríe)».
¿Has pensado en volver a él, como inspiración?
No lo he probado en mucho tiempo, pero no te aseguro que no lo haga de nuevo. Ahora prefiero el vino de todas formas. No tengo el dinero para beber como solía hacerlo, y mi ingreso no es tan desechable como solía serlo. Tengo una hija, tengo compromisos financieros, pero sí, me gustaría. La última vez que pensé que había bebido Absenta fue una ocasión en que estaba en casa de mi madre, me desperté en la mañana y tenía una caña terrible. Tenía este sabor a semilla de anís en la boca y estaba aterrorizado porque no me acordaba de nada de la noche anterior, pensaba que me había emborrachado con Absenta y no me acordaba qué había hecho. Pero después me di cuenta de que mi madre tenía una pasta de dientes con sabor a anís, y al quedarme con el gusto de la pasta al dormir desperté pensando que lo había bebido (ríe). No es algo que bebería en su casa, al menos.
Sobre esto de conectarse con los artistas de antes, en tu disco están las canciones «If The Beatles Had Never Existed» y «No One Listens To Music Anymore». En la primera hablas del cuarteto de Liverpool y su impacto, y la segunda habla de David Bowie. ¿Sientes nostalgia por la música de antaño?
Sí, así es. Probablemente es algo terrible de decir, porque sé que hay música grandiosa haciéndose hoy. En «No One Listens to Music Anymore» -que igual tiene un título provocativo, porque sé que sí lo hacen- yo estaba tratando de pensar, después de que Bowie murió, acerca del momento en el que alguien pasa de ser una persona normal -que tal vez se casa, tiene un trabajo y una vida normal- a ese punto en que cruza hacia el otro lado y ya no hay vuelta atrás. Pensaba en el momento en que David Jones se convirtió en David Bowie -la superestrella- porque, en su mente, eso ocurrió mucho antes de lo que terminó siendo en realidad. Me lo imaginaba tomando el Tube rumbo a Soho a mediados de los 60s, en un Londres donde todo es un poco gris. Yendo a una disquería y pensando en cómo se le volaba la cabeza con algunos discos y en cómo se iba gestando y desarrollando hasta que, de pronto, para él ya no hay vuelta atrás: ya eres David Bowie, la estrella de rock más grande que jamás existirá. Pensaba en Van Morrison y cuándo le pasó eso a él. El Rock and Roll los escogió tanto como ellos a le escogieron. Pensaba sobre el punto en que el Rock and Roll puso sus manos sobre ellos y les dijo «ya, estás con nosotros ahora, no vas a volver».
¿Crees que en el caso de Bowie el punto sin retorno fue cuando George Underwood le dio el puñetazo que le hizo terminar con la pupila izquierda permanentemente dilatada?
Me gustaría pensar que fue así (risas). Bueno, esa fue una riña de colegio por una chica. Pero yo nunca he visto que a alguien más le pase algo igual a eso por una riña. George Underwood le hizo un regalo. Podría haber sido un ojo negro, pero le dio una diferencia física a todo el resto y eso le ayudó en su camino. Cuando yo estaba casado con Sarah, cuando había nacido Ava -nuestra hija-, vivíamos en una casa en Kilburn y resulta que en la casa de al lado había una placa azul que decía que había vivido David Bomberg -el pintor favorito de Bowie-, y yo me preguntaba si alguna vez Bowie había viajado hasta Kilburn a visitarle en esa casa. Son muchos ingredientes puestos juntos para hacer una combinación especial, muchos artistas tienen grandes combinaciones de influencias, pero nadie como él.
¿Cuándo dirías que el Rock and Roll te escogió a ti?
El 23 de diciembre de 1964, la noche que nací (ríe). Hay una canción de Muddy Waters que dice, «cuando era un niño pequeño, a la edad de 5, mi madre me dijo ‘hijo, tú serás la más grande estrella jamás viva'». Yo creo que me escogió cuando tenía 10 años y comencé a tocar «Hoochie Coochie Man». Fue cuando dejé de tomar lecciones de guitarra con un profesor, porque un amigo de mi papá vino a la casa y me dijo «¿Por qué demonios tocas eso? ¿Por qué no tocas esto otro?» y me dio unos discos. Tocar canciones de Muddy Waters y Bo Diddley cuando yo tenía 10, ese es un tremendo comienzo, no puedes volver. Pasé de tocar «Oh, Where has my little dog gone?» a tocar «I Just Wanna Make Love to You», a los 10 (risas).
Hace unos años escribiste una novela. ¿Qué tan similar es ese proceso a escribir un disco atrapante como este? ¿Es igualmente solitario?
Diría que escribir un libro es mucho más agradable. Hacer un disco no es agradable. Algo de ello sí, pero ya está en tu cabeza y tienes que sacarlo y ponerlo en el computador y pasarlo a una cinta. Es algo tedioso, es una labor muy intensa, requiere mucha concentración, y no me gusta trabajar en el computador. Me gustaría siempre grabar a la antigua, con alguien que te registra en el estudio y ya. Pero hacerlo de esta forma es trabajoso. En cambio con el libro escribes y escribes y tu mente va viajando. Puedes pausar, puedes contar cuántas palabras llevas, ver cuánto te falta para terminar. Puedes escribir poniéndote metas todos los días, incluso disciplinarte sin freír tu cerebro. Con este disco, me freí el cerebro. En «Fantic Dreams», grabé por 23 horas sin moverme y, bueno, si te sientas en la misma posición por unos minutos ya te va a comenzar a doler la espalda así que en algunos momentos tuve que ponerme en cuatro patas porque me dolía la columna y no podía estar en una sola posición. Me gustaría pensar que no haré otro disco en estas mismas condiciones, en esta misma habitación, pero sé que lo haré. En mi mente, sería ideal si alguien me diera dinero por ir a un estudio y llegar y grabarlo todo en sesiones, ese sería un proceso hermoso. Pero sé que no va a pasar. La única forma en que ocurra es volviendo al computador y meter mi cabeza de lleno en ello, romperme la espalda, tomar calmantes, tener insomnio de nuevo tal vez. Ser un compositor y un músico no es algo tan agradable.
Es como ser un minero, con la gran diferencia de que la gente sí necesita de verdad el carbón.