Eugenio Arteaga es cineasta titulado de la Universidad del Desarrollo y artista por vocación. Vive en Los Trapenses, se presenta como un joven crítico de las relaciones de nuestra elite, asegurando desde su experiencia que “muchos jóvenes más abiertos de mente, están intentando salir de este mundo zorrón”. Ese reflejo quiso plasmar en la película que dirigió y que fue estrenada a fines de marzo, “Dead Candi”.
Por Valentina Cerda Mejías
Desde pequeño siempre tuvo facilidades para las artes plásticas y visuales: podía pasar horas y horas dibujando. Reconoce que siempre le encantaron las películas y series, por lo que pasaba muchas horas de ocio al día pegado a la pantalla. Por ahí por segundo medio, descubrió que a través del cine se podían encontrar sus dotes para las artes visuales con su gusto por las historias.
Es ahí cuando, junto a sus hermanos, decide armar su primer cortometraje: “era súper simple. Mis dos hermanos chicos jugaban al que pestañea, pierde. Y ese año empecé a hacer un montón de cortos con mis hermanos, y me empecé a motivar mucho con el cine, a meterme cada vez más, a ver los clásicos”, recuerda Eugenio.
También desde pequeño, nunca se imaginó trabajando en una oficina, ni teniendo un trabajo tradicional. Una vez que descubrió el cine, la atracción a este mundo se hizo irrefrenable. Empezó a sumergirse más y más, y a preguntarse si era lo que quería hacer realmente con su vida. En tercero medio tuvo la certeza, habló con sus padres para comunicarles la noticia y siguió abriéndose paso a su sueño.
El proceso de la universidad fue como un partir de casa. Ese proceso lo acercó a los amigos y al mundo de la marihuana y las drogas sintéticas. Fue precisamente este proceso personal que se encontraba viviendo, el que quiso plasmar en la cinta una vez que fue elegido director.
La primera obra de este cineasta, está inspirada en un crimen juvenil ocurrido en Las Condes hace algunos años. Eso sí, la historia fue “bastante modificada para la película”, advierte. También, agrega que da cuenta de una mirada crítica hacia una parte de la juventud chilena y su relación con los padres, mostrando cómo de alguna forma buscan desprenderse de ellos, desnudando el mundo de apariencias que componen un importante sector de la clase alta, y que siempre me llamó más la atención los procesos que estaba viviendo yo, que tenía que ver con empezar a fumar marihuana y conocer este mundo de drogas sintéticas; me gustó a través del cine darle un estilo más juguetón, más dinámico (a la idea)”.
La película se desenvuelve entre cambios abruptos que van dando cuenta de la asfixiante vida de los personajes que están siempre en constante movimiento, en medio de lugares que dan una sensación de desapego y soledad, todo eso coronado con un abismo de comunicación que no se llega a producir.
Eugenio quiere mostrar realidades y en “Dead Candi”, se devela una realidad de una clase social alta, que aun teniendo comodidades no logra sentirse plena. Presenta actualidad, en el sentido de intentar reproducir las vivencias de una generación que no busca ser entendida, sino visible.
Reflejo de un mundo presente y poco explorado
“Dead Candi” (2018), intenta mostrar la vida de excesos de alcohol y drogas y la soledad a la que se enfrentan a nivel familiar, jóvenes de clase alta. La escuela de Cine de la Universidad del Desarrollo, tiene un sistema de votaciones donde se elige el tema que será grabado: “Este es el proyecto de título, es como la culminación de nuestra carrera; el proceso para hacer la película tiene dos etapas: Primero se elige la idea de la película, cada curso hace solo una película, entonces cada alumno postula una idea y sale una de ellas elegida para convertirse en película, y después hay otro proceso donde se eligen los cargos. Ahí salí elegido director, nos cuenta Eugenio.
Lucas (Armin Felmer), el protagonista, tiene 18 años, es un joven introvertido e incapaz de expresar sus sentimientos, tiene una personalidad muy pasiva. Elías (Nicolás Durán) de 17, al contrario de su hermano, es extrovertido y sociable, siempre está en el centro de todo, es manipulador y tiene una personalidad explosiva. Al estar atrapado en una difusión familiar y en una especie de triángulo amoroso con la novia de su hermano, Lucas emprende un negocio de drogas, vendiendo gomitas “psicoativas”, junto a Elías.
“Dead Candi” es un llamado de atención a una realidad que es cada vez más habitual y que no se quiere afrontar, pero es al mismo tiempo una visión propia del director y de su experiencia personal. La película introduce en un angustiante mundo que parece no terminar, y que da cuenta de una sociedad con adultos que se niegan a asumir lo que sucede alrededor. En este sentido, Eugenio es enfático: “Desde que entré a la universidad he estado cada vez más en círculos de jóvenes donde hay cada vez menos adultos. Por eso la decisión de la mamá, a nivel de guión decidimos darle casi una personalidad de niña chica, porque es como muchas veces se comportan los papás”.
Al respecto del impacto que tuvo la película en el público, Eugenio reconoce que ha enfrentado las dos caras de la moneda, y asegura que desde ahí pretende seguir construyendo su crítica respecto de cómo se enfrentan las apariencias y las relaciones familiares: “La película ha tenido un proceso largo de tres años, por ejemplo, en el guion escribir sobre temas que a mí me tocan de manera súper personal, fue difícil, de repente quería, de repente no, incluso he escuchado comentarios, “ah, otra película de cuicos zorrones, y obviamente como que eso me llega súper personal, pero siento que este proceso me ha ayudado a aceptar mi propia condición, o sea, yo nací de clase alta y no lo puedo negar, y desde ahí, aceptando, puedo hablar sobre el tema y ser un aporte a las carencias que veo”.
La marihuana y los zorrones
Como les pasa a muchos, las drogas llegaron a la vida de Eugenio en la universidad. El hecho de no pasar tanto tiempo en la casa de sus padres, pero si compartiendo con compañeros de regiones en sus departamentos. Si bien, asegura que nunca se sintió parte de los llamados “zorrones”, tiene claro que su condición social lo llevó a estar en medio de un mundo que califica más bien como cerrado.
“En mi experiencia, ocurre que en la clase alta pasa más eso de que la marihuana es mía, así que la guardo y solo la comparto, quizás con mi mejor amigo, mientras que no sé, conoces a alguien que quizás no es tan clase alta, que compra un pocket y se saca el pito para ocho personas y le da lo mismo. Siento que tiene que ver con tu contexto familiar también”, cuenta Eugenio, aseverando que en general, a pesar de tener comodidades, a la gente de clase alta le cuesta el tema de la propiedad.
A pesar de esto, también reconoce que hay un grupo dentro de esta sociedad de clase alta que está intentando separarse del grupo de “zorrones”: “Desde mi experiencia, el mundo zorrón son jóvenes cuicos que quieren seguir siendo cuicos, porque aceptan su condición y se sienten súper cómodos en eso. Yo he intentado separarme un poco de eso y expandir, abrir mi cabeza, porque al final el mundo cuico es súper tradicional, cerrado de mente. Intentar separarse de eso creo que es lo que está representado en la película, jóvenes que ya no piensan lo mismo que sus padres, que les llevan la contra, y eso aumenta la tensión”.
Ese proceso de búsqueda de Eugenio calzó perfecto con la película, como también fue su cultivo “las plantas que salen en la película eran mías. Separaba las hojas, veía los tricomas, diferenciaba las cepas finas de las chilensis, fue todo un proceso muy lindo también, compartir”.
Eugenio Arteaga tiene sus convicciones claras. Su película no es solo el intento por mostrar una parte de la idiosincrasia de la juventud chilena ABC1, también “es una historia que transita por un variado espectro emocional cambiando constantemente de rumbo, sin advertencias previas, como la vida misma. Es una película con alma joven, rebelde y lúdica” y que “no pretende resolver los cabos sueltos, sino dejarlos abiertos”.
“Para mí el cine más que nada es una herramienta, una herramienta comunicacional extremadamente poderosa, pero no es un fin, entonces en ese sentido, el cine lo puedo utilizar para contar historias, para llamar la atención sobre un tema que yo sienta que tiene que ser comunicado”, y agrega que aunque el cine para él puede ser lo que sea, no cree haber encontrado todavía una misión determinada.