Dana Beal, activista: «La gente en la calle es la fuerza que lo cambia todo»
Dana Beal, creador de la Marcha Mundial de la Marihuana hoy pelea por el reconocimiento de la ibogaína como sanadora de enfermedades y recuperadora de adictos.
Dana elige una mesa cerca de la calle en un bar de Montevideo y antes de sentarse exige la contraseña de wifi. De ahí en más, comenzará un extenso monólogo al que no le faltarán videos y folletos que bregan por el reconocimiento de la ibogaína, una sustancia psicoactiva derivada de una planta africana, como agente del cambio y sanador de enfermedades. Sólo una frase en castellano saldrá de su boca oculta tras un mostacho amarronado: «Más café». Su verdadera adicción.
El destino de Dana está directamente ligado con algunos episodios y personajes centrales de la historia de Estados Unidos. Así lo explica el libro «La historia de la Ibogaína», una suerte de biografía personal «con algunos aditivos».
Nació en el mismo hospital de Ravenna, Ohio, adonde fueron enviadas las víctimas agonizantes del tiroteo de Kent State, donde cuatro estudiantes fueron asesinados y otros nueve heridos (uno de ellos sufrió parálisis permanente) a manos de la Guardia Nacional, que disparó contra los estudiantes que protestaban por la invasión estadounidense a Camboya, en el marco de la guerra de Vietnam.
Tiempo después, Dana estrechó su mano con la de John Fitzgerald Kennedy, cuando éste estaba en plena campaña proselitista, en 1960, recorriendo East Lansing y tres años más tarde llegó haciendo dedo al Lincoln Memorial de Washington para escuchar el inolvidable «I have a dream» de Martin Luther King. Tenía sólo 16 años. Dos meses después, él mismo congregaría a 2.000 personas en Lansing en una manifestación en repudio al Ku Klux Klan, días después de que mataran a cuatro niñas negras en una iglesia.
En paralelo, Dana tuvo un aliado tan exigente como oportuno: su salud. Una internación en un hospital psiquiátrico estatal debido a su temperamento errático le salvó de ser reclutado por el ejército para la guerra de Vietnam en la temporada en la que se dieron las mayores bajas. Más tarde escapó del hospital y consiguió un trabajo en Nueva York. No sería su única fuga.
El espíritu activista de Dana encontró en la Gran Manzana un escenario ideal. Inspirado en los provos holandeses, un grupo de estudiantes que intentaban provocar al sistema mediante la combinación de humor absurdo y agresividad «no-violenta» de inspiración gandhista, creó los provos de Nueva York, y comenzó a convocar a fumetas en Tompkins Square Park que con el paso del tiempo se fueron haciendo cada vez más grandes. Y si bien un juez consideró que los eventos no afectaban a terceros porque desde lejos nadie puede discernir entre un cigarro de marihuana con uno de tabaco, la policía colocó a un topo que comprobó que Dana llevaba ácido consigo y consiguieron detenerlo a fines de agosto de 1967. Unas 3.000 personas marcharon desde un concierto hasta el corral federal para pedir su liberación. Ahí comenzó la fama de quien, en 1999, crearía la Marcha Mundial de la Marihuana (o Global Marijuana March, según su nombre exacto) que hoy se realiza en todo el mundo durante el primer sábado de mayo.
«La marcha mundial de la marihuana es el contrapeso al cannabismo corporativo», determina su creador a Cáñamo, «porque las personas son lo último que se debe legalizar, no se puede legalizar la marihuana y decir que sólo las personas que no sufrieron por su prohibición o que fueron a la cárcel pueden conseguirlo. Y la póliza de seguro para que eso ocurra es la gente en la calle, la gente en la calle es la fuerza que lo cambia todo», describe en medio del verano uruguayo, país al que asistió en forma sorpresiva para dar una charla acerca de su actual sustancia favorita: la ibogaína.
Consultado sobre la enorme cantidad de personas que consumen alcohol en forma problemática durante las marchas que él creó, un tema que divide las aguas de la militancia en el Cono Sur, Dana responde que no es lo que se dice «un prohibicionista». Ni falta hacía aclararlo.
«No creo que puedas promover la causa prohibiendo nada. Pero al mismo tiempo tienes que tomar medidas. Tuve problemas por el alcohol. Tengo hernias dobles y estaba disolviendo mi cuerpo con el alcohol, y me gustaba cuando lo hacía. Decidí que quiero vivir, porque aún no he terminado con esta vida. Y así tuve que cortar con el alcohol», recuerda.
La figura de su fallecido amigo George aparecerá durante toda la charla. Según Dana, él fue el verdadero autor del libro firmado por Jack Herer «El emperador está desnudo». «George pasó los últimos años de su vida paralizado en la cama, con la mitad de su cuerpo inmóvil, los accidentes cerebro vasculares corren en mi familia. No quiero llegar a eso; si me voy a ir, quiero salir limpiamente», se propone Dana.
«El siguiente paso es la ibogaína»
El segundo encuentro con Dana se produce en un viejo club de Montevideo donde quien fuera bautizado con el mote del «Lenin del cannabis» brindó su exposición sobre ibogaína, al mismo tiempo en que una comparsa de tambores ensayaba para el carnaval.
«Ahora corto mi propia comida y no necesito de asistencias». La frase se escucha en un video que muestra a un paciente con mal de párkinson tratado en una clínica ubicada en la frontera entre México y Estados Unidos al que se le suministraron 4 miligramos de ibogaína dos veces por día durante casi un mes. El efecto está a la vista: el hombre, cuchillo y tenedor en mano, corta frutas sin complicaciones, emocionado.
México es uno de los pocos lugares en el mundo que no le ha cerrado las puertas a esta sustancia que proviene de la corteza de la raíz de la Tabernanthe iboga, una planta que crece en el centro de áfrica occidental y es utilizada tradicionalmente en ritos de paso y en ceremonias de sanación.
Pero también es un alucinógeno al que se le asocian unas 19 muertes, y que junto con el LSD y la psilocibina (hongos mágicos), está incluido en la llamada Lista I en Estados Unidos, o sea, sustancias que no tienen aplicación médica y que no son seguras para su uso, incluso bajo supervisión profesional. Según investigaciones, los efectos secundarios incluyen alucinaciones, pero también convulsiones y, en algunos casos, complicaciones cardíacas potencialmente fatales.
Dana quiere tratar con ibogaína a los pacientes de Uruguay, y también sostiene que es útil para salvar a los jóvenes de distintas adicciones, como la pasta base, muy presente en la sociedad uruguaya. Sin embargo, la secretaria de Pepe Mujica, consultada por Cáñamo a pedido de Dana, apenas marca el visto cuando se les invita a una charla. «Uruguay es el faro sobre el océano, el faro para los barcos que entran al puerto cuando hay niebla», asegura Beal.
«El siguiente paso es la ibogaína, y la gente me escuchará, no soy uno más, comencé la Marcha Mundial de la Marihuana, ¿por qué la empecé? Porque me sentí «normal» y la alianza de políticas de drogas estaba censurando cierta información», agrega.
«El cannabis debería reemplazar al alcohol y al tabaco», continúa, «es una pura cuestión de salud pública. Tenemos que cambiar esto de un mundo mayormente de tabaco y alcohol con un poco de cannabis, pero no a través de la prohibición, solo porque tenemos algo que es mejor. Lo que descubrimos es que la ibogaína en pequeñas dosis revierte la degeneración del Párkinson. Por lo tanto, la gente podría tomar un poco cada día y funcionaría».
Consultado sobre la eficacia comparada con el CBD, Dana respondió que «el CBD ya se usa para el párkinson, para el temblor, pero no hace nada para la parálisis de la patología. Después de tan solo un cuarto de gramo de ibogaína, repartido en un mes, 8 miligramos al día, durante 28 días, este tipo (por el del video) pudo abotonarse la camisa de nuevo, pudo usar un cuchillo y un tenedor, pudo escribir su nombre con una pluma otra vez. Sigue mejorando, eso fue una mejora del 30%, pero obtuvo una mejora del 70% después de dos meses», afirmó.
Y agregó: «Pero esto significa que vamos a tener que llevar esta otra droga al mundo, incluso sino hace que las personas dejen el bazuco, incluso sino fue bueno como tratamiento farmacológico. El Párkinson está muy extendido en el mundo, un cierto número de personas mueren, cerca del 1%. Esta es una enfermedad fatal progresiva. Así, el cannabis y la ibogaína realmente van juntos, tratando al Párkinson. Ya se unieron cuando se trataba de lidiar con drogas duras en el esquema de la marihuana. Pero el alcohol también es una droga dura, tienes que tener cuidado con eso».