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[Columna] Una historia que nos une al cannabis

El cáñamo quillotano es parte de la identidad en la agricultura del país. Aun cuando hoy exista la convicción por negarlo y aceptar un modelo neoliberal que impacta en el mal uso de los recursos naturales.

Revisar los pasajes de la memoria de Chile es descubrir un sinfín de contradicciones.

En 1961, el Gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez adhirió a la Convención Única de Estupefacientes de las Naciones Unidas, firmada por 70 países en New York. El objetivo era dejar atrás los diversos tratados fiscalizadores aceptados hasta la fecha e incorporar un instrumento único con un enfoque más prohibicionista al uso de ciertas sustancias. Un cambio de perspectiva que apuntó hacia los derivados del cannabis, el opio y las hojas de coca.

Nuestra participación en la conferencia, que -para muchos- marcó un hito histórico de la posguerra, dejó en el olvido una inmensa tradición cañamera reconocida en otros rincones del mundo. Una labor popular de origen agrícola, que comenzó en el Valle de Aconcagua, tuvo su esplendor durante el proceso de mestizaje en Chile, en los años de la Colonia, y que concluyó con la restricción de una herencia cultural.

En efecto, el cáñamo quillotano es parte de la identidad en la agricultura del país. Aun cuando hoy exista la convicción por negarlo y aceptar un modelo neoliberal que impacta en el mal uso de los recursos naturales.

Internacionalmente se ha aceptado la definición de cáñamo para referirse a la fuente de fibra industrial que se obtiene de la planta de cannabis. Distinto a la marihuana que se distingue por su propiedad psicotrópica. Pero, más allá de las diferencias entre sus variedades, el cannabis es considerado en la actualidad como el cultivo más beneficioso para el planeta por su uso integral y las cualidades ecológicas en su desarrollo.

Diversos estudios han señalado a la planta de cannabis como una alternativa eficaz a la deforestación, debido a que cuenta con las propiedades para regenerar el bienestar de la tierra sin desgastar el suelo. De hecho, en 1998 la compañía Phytotech Lab, junto al Instituto Ucraniano de Ciencias Agrícolas, iniciaron una investigación al sembrar semillas de cáñamo alrededor de la planta de energía nuclear abandonada en Chernobyl. El resultado comprobó que la planta de cannabis posee una alta capacidad para absorber y acumular metales contaminantes en el terreno cultivado. Así fue como los investigadores acuñaron el término fitorremediación.

Pero a lo largo del siglo XVII, en las tierras de Quillota de Chile, las semillas de cáñamo se cultivaban para la confección de productos náuticos de la Real Armada Española, además de artesanías, redes de pesca, cuerdas de desembarco y aspilleras. También se originaron oficios asociados a la construcción naval, como los sogueros, labradores, rastrilladores y calafates.

Diferentes publicaciones y bibliografías de autores chilenos, entre los siglos XVII y XVIII, resguardan antecedentes sobre el cultivo de cáñamo y la fabricación con fibras naturales. Es más, en aquellos años España era dependiente del producto nacional, hasta que dejó de ser rentable el costo de envío de la materia prima.

Arranca de cáñamo a mano. Cáñamo: apuntes para historiar una agroindustria chilena. Juan Caldichoury | Instalaciones destinadas a la elaboración del cáñamo y maderas. Fuente: Indalecio Anabalón y Urzúa.

En 1877, y tras recibir un premio en una exposición en París, el ex Intendente de Santiago Benjamín Vicuña Mackenna, describiría el cáñamo quillotano como el mejor del mundo. Pero hoy desconocemos parte de aquella identidad. Es más, la legislación vigente prohíbe el cultivo de cannabis.

El cultivo y la producción de cáñamo en Chile se desarrolló hasta el año 1960 en los valles de Aconcagua. Después de eso, comenzó su declive: A partir de diferentes decisiones gubernamentales, se eliminó la herencia cultural de generaciones y se dejó atrás un antiguo oficio patrimonial.

En la actualidad, los mercados mundiales han revalorizado los productos naturales, ecológicos y locales, promoviendo sistemas de producción sustentables y sostenibles. Una tendencia que ha incentivado investigaciones científicas en torno a la planta de cannabis, por sus potenciales beneficios medicinales y sus propiedades ecológicas.

Entonces, ¿por qué en Chile no se avanza hacia el desarrollo de una industria de cáñamo? Es cosa de tomar en cuenta la experiencia cultural que nos precede, incentivar la conversación sobre la regulación de la planta de cannabis en una nueva política de drogas, y -quizás- así recuperar nuestra tradición cañamera.

Fuente: La independencia se hizo con cáñamo, Soft Secrets