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Clubes Cannábicos en Chile: ¿nueva regulación con Ley Antinarcos?

 ¿Qué pasa con los clubes cannábicos, cultivos colectivos o dispensarios en Chile con  la modificación a la Ley 20 mil contenida en la Ley Antinarcos? Usuarios y actores en este mundo plantean sus certezas e inquietudes al respecto.

 

Por Fernando Santibáñez.

Tras la aprobación de la indicación de la Ley Antinarcos que despenaliza el cultivo personal de cannabis medicinal, cabe preguntarse qué pasará con los Clubes Cannábicos en Chile. Clubes que también son conocidos como dispensarios, ya que entregan cannabis a sus socios.

Los Clubes Cannábicos en Chile son, en realidad, asociaciones de cultivo colectivo, regulados por la ley 20.500 de participación ciudadana. En ellos, todas y todos los miembros o socios son dueños de lo producido por la organización. Esto supone, desde que comenzaron a funcionar, que no existe comercio ni tráfico.

El dinero que ingresan los socios va directamente a la mantención del club, asociación o corporación. Así, el pago no es para comprar el cannabis. Quienes integran este club acceden a su marihuana según las cantidades que indica su prescripción médica. Todo aquel que integre el club debe ser paciente medicinal. Contar con receta y no tener antecedentes penales son parte de los requisitos mínimos para acceder a ellos.

 

 

Los comienzos

 

Greenlife y Dispensario Nacional fueron los primeros clubes cannábicos en Chile que se conformaron legalmente como tales entre 2015 y 2016.  Luis Quintanilla, representante legal y fundador de Dispensario Nacional, asegura que son tres hitos los que dan origen a estas agrupaciones. “Uno fue el cambio en el Decreto 84 del Ministerio de Salud el año 2015 en el segundo gobierno de Bachelet. Allí se reconoció el beneficio terapéutico del cannabis en todos sus formatos, permitiendo a los médicos prescribirla”, relata.

“El segundo hito fue el fallo de Triagrama, el colectivo del doctor Milton Flores que falleció hace muy poco. Él fue condenado también, la incautaron sus plantas y era un colectivo de uso espiritual del cannabis. Llegaron con un fallo a la Corte Suprema y ganaron. En ese fallo les reconocían no solo el uso espiritual del cannabis sino la colectividad. Un grupo podía beneficiarse de la planta”, agrega Quintanilla.

En último término, el activista y cultivador apunta a la regulación uruguaya. En la república oriental nacieron los primeros clubes cannábicos producto de su regularización en 2015. ”Con un formato bastante parecido, personas jurídicas sin fines de lucro, todo se reinvierte, no existe venta.  Existe un circuito cerrado de autoabastecimiento de usuarios que debe ser privado y exclusivo. Entonces, esas tres cosas se juntaron y nosotros dijimos esto es lo que hay que hacer”, añade.

El camino no ha sido para nada fácil. De hecho, en agosto de 2022, Quintanilla ingresó a Prisión Preventiva a Santiago 1 tras ser formalizado por cultivar sin autorización. El allanamiento ocurrió en agosto de 2021. Ya habían sufrido uno en 2017. Actualmente Luis Quintanilla está con arresto domiciliario total como medida cautelar, tras varios meses en prisión.

 

¿Qué viene?

 

Actualmente son cerca de 300 los cultivos colectivos en Chile que están constituidos. Los datos son de la Federación Chilena de Cultivos Cannábicos, Fechic, aunque son cerca de un centenar los que están activos. Eso sí, hay cerca de quince grandes dispensarios que concentran antigüedad y número de usuarios constantes.

Luis Quintanilla asegura que, personalmente como asociación, se sienten “contentos con la nueva normativa”.  El representante de Dispensario Nacional lo asumen, eso sí, como un primer paso. “Nos hemos dado cuenta que post-normativa igual ha estado un poco complicada la cosa. Hemos visto fiscalizaciones en las carreteras. Los medios igual se han dado un show mediático en torno a usuarios que pillan con moledores, con cosas así. Entonces, claro, falta. Yo creo que los años que siguen de ahora en adelante son bastante importantes. Hay todo un rol pedagógico que hay que seguir”, afirma.

Andrés Muñoz es representante legal de Almannabis. Se trata de un cultivo colectivo que se emplaza en la región de la Araucanía y que nace en 2018. Su antecedente es Cañete Cannabis, un club cannábico que no prosperó, pero que sentó sus bases. “Cuando nos creamos, inmediatamente se generó una visión, una misión, una forma de hacer las cosas. Antes de iniciar cultivo, de atender personas, nos fijamos en todo este tema valórico y todo lo que tenía que ver también con una buena aplicación de la ley en nuestro entender”, destaca.

Muñoz explica que eso es lo que pretenden perpetuar en su trabajo como cultivo colectivo.  “Desde un inicio hasta ahora dijimos que íbamos a trabajar un dispensario de cannabis medicinal. Tenemos un proyecto que es el el centro Centro de Bienestar y Desarrollo Alma (CBD Alma). También tenemos un tercer proyecto que está relacionado al turismo terapéutico y eso queremos iniciarlo el verano que viene”, adelanta.

El representante de Almannabis tiene expectativas claras respecto de la nueva ley. “Esta ley, según como yo la interpreto, nos abre camino a los dispensarios gringos. Si uno lee con atención, se puede llegar a interpretar que mientras la persona sea mayor de edad, sepa usar cannabis y tenga una receta ya está. No tiene para qué tener una membresía o ser socio de algo. Y los dispensarios se vuelven mucho más flexibles desde ahí creo yo”, dice.

Y aclara que ante el cuestionamiento si eso puede irse de las manos que “no, que se va a volver gringo, para el que sea pillo y tenga harto stock. De hecho yo a eso apuesto. Estos 5 años para nosotros han sido súper social y comunitario. Ahora viene el tiempo donde nosotros podemos expandir nuestro modelo y generar ingresos, generar empleo. Nosotros venimos hace tiempo postulando el sistema a las filiales. Yo prefiero, antes de que se abran nuevos clubes, que existan filiales, de todos los clubes ya más serios”.

 

¿Qué cambia?

 

Mariela Hernández, presidenta de la Fundación Latinoamérica Reforma (LAR), tiene una visión crítica de la ley. “Yo no lo llamaría una regulación del uso del cannabis, porque la verdad es que una regulación implica una normativa, un reglamento. Permitirá el consumo, el porte, el cultivo de plantas de cannabis en la atención de un tratamiento médico. Ya no tienes que pedir un permiso en el SAG para poder hacerlo. Si cada cultivador va a pedir ese permiso, no hay oficina, personal, dinero para abarcar esa cantidad de tramitación. La receta médica reemplaza este permiso, eso es todo, a eso le llamamos la regulación”, afirma.

Respecto del futuro de los clubes, Hernández plantea algunas dudas. “Lo más complejo es determinar cuántos números de socios debería tener un club. Ese es un punto crítico, porque es súper fácil que un club se tiente a tener 100 o 200 asociados. Esto ya sale como del término de la asociación por un bien común. Pasa como a tener una especie de idea o de imaginario comercial. Y ahí es donde está el problema”, asegura.

Y dice creer “que se debiera dar en una reglamentación de parte del Estado. Porque los clubes no se van a poner nunca de acuerdo en eso. Porque hay muchos intereses privados. Hay mucha gente que me contacta y me dice, mira, estoy pensando en un negocio canábico, algo comercial, y estaba pensando hacer un club. No va comercial con club cannábico. Está enmarcado en la ley 20.500 de asociación de personas, pueden postular a fondos, pero en este caso no puede ser comercial”.

Almannabis, de hecho, ha ganado dos fondos públicos para proyectos. “Hemos ganado dos, pero hemos postulado a unos 15. Entonces, es un ejercicio frecuente de nosotros con respecto a quizás otras organizaciones. Con esto del fondo de Fortalecimiento de Organizaciones de Interés Público (FOOIP), uno de los requisitos era estar catastrado. Hay varias cosas que se pueden hacer como para que los clubes vayan conquistando espacio en lo público-privado”, asevera Andrés Muñoz.

 

Educar

 

Para Luis Quintanilla, “el siguiente paso es educar a la población. El usuario de cannabis pre normativa era un usuario bastante piola, digamos. Que tiene que tener mucho ojo con sus vecinos. No porque tenga miedo de estar cometiendo un delito, sino porque la misma normativa y la ambigüedad de la te dejaba a perjuicio del vecino y del fiscal de turno. Con esta nueva normativa yo creo que es súper importante que el usuario cambie ese chip de estar escondido. Que entiendan que ser usuario no tiene nada de malo. Empezar a compartir con el vecino los aceites, el ungüento, la crema. Solos nos vamos a dar cuenta que muchas otras personas también han escuchado o saben algo al respecto”.

Además, agrega: “Estoy seguro de que los usuarios hoy en Chile saben mucho más que gente en el Ministerio Público, en el Poder Judicial y en el mismo Senda y Minsal. Y te lo puedo decir firmado, porque en mi experiencia, el mismo jefe estupefacientes y psicotrópicos de la Fiscalía, don Luis Toledo, cuando estábamos discutiendo la ley antinarco en la Comisión de Seguridad Pública, manifestó y declaró textualmente que ni él ni la Fiscalía tienen idea de cómo reconocer las plantas hembras, de las plantas machos. Que no son botánicos para hacer ese tipo de cosas”.

Por ahora, la nebulosa de los cultivos colectivos en Chile tiene un nuevo elemento que la despeja. La receta médica como documento suficiente para legalizar el cultivo. Es cosa de tiempo para que se vea el real impacto en la persecución del narcotráfico y la libertad de cultivar cannabis, hasta ahora, para pacientes medicinales. Los antecedentes están en pleno proceso de producción. La necesidad de dispensarse va en aumento.