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Claudia Fernández, directora de “Alas Negras”, obra basada en el caso de Joane Florvil: Esta obra es un pretexto para hablar de nosotros como sociedad

Pronto estreno de montaje unipersonal de singular intensidad.

Actriz de extensa trayectoria, directora y profesora, Claudia Fernández revela en esta conversación las claves de su último montaje, la obra “Alas Negras”, donde a partir del caso de la muerte de la inmigrante haitiana Joane Florvil en Lo Prado (Santiago), se hace una mirada que va más allá del caso mismo, para indagar en el modo que tiene la sociedad chilena de asumir al diferente. Y lo hace llevando al límite la exploración actoral y de dirección, en uno de los formatos más desafiantes, que es el del monólogo unipersonal. Pero atención, que aquí no sólo se habla con palabras, sino que es el cuerpo entero el que comunica. Con la participación de la actriz Constanza Ojeda y la música de Arantza Araya, “Alas Negras” interpela desde una mirada femenina y afilada, a un país que debe aprender a convivir con la creciente migración, como un tema no sólo social, sino que en esencia comunicativo.

¿Qué es para tí como directora, la compañía “La Fábrica Teatro”?

A partir del referente del Teatro del Silencio, con el montaje de “Cinco minutos” basada en la canción ‘Te recuerdo Amanda’ (2010), se instala un lenguaje con un sentido de coro y gesto. En montajes posteriores, como “Ojos que suenan” (2010, nominada al premio Altazor por mejor dirección), estuve como directora y no como parte de esa compañía, o en el montaje “Dinamarca Sudaca”, que es una versión de Hamlet y Ofelia a la chilena, pude seguir explorando el punto madre, que tiene que ver con traspasar mi experiencia de actriz a los elencos que he dirigido. Dentro o fuera de La Fábrica Teatro, es esa visión la que une mis montajes como directora. Y esta es que la preponderancia de la actuación está en el cuerpo. Aun así, hay que considerar que he tenido otros montajes que no tienen que ver con este hilo, que es el que he seguido con La Fábrica, como “La vida doble” (2014), adaptación de la novela de Arturo Fontaine hecha por Marco Antonio de la Parra, con Paula Zúñiga.

¿Qué riesgos tiene un montaje como “Alas Negras”?

El riesgo evidente de un monólogo, que es el de trabajar un largo lapso de tiempo escénico con una actriz, lo que requiere un alto nivel de atención de las dos, para no perderse en el lenguaje, y en dejar la puerta abierta para que sucedan cosas. Además, la obra transcurre en un espacio limitado, pequeño, en el cual el cuerpo es relevante. Cuando hablo de “cuerpo”, no me refiero sólo a lo expresivo, lo gestual, sino que a un cuerpo vivo, dilatado, orgánico.

Cuando hablas de que el cuerpo tiene preponderancia, ¿sobre qué se ejerce esa preponderancia? ¿Sobre el texto?

Yo siempre creo que el texto es un pretexto. Un montaje no es el texto, como un montaje tampoco es el actor. Un montaje como “Alas Negras” tiene que ver con muchos lenguajes que son capaces de dialogar entre sí. Para eso, lo primordial es tener algo vivo, que es el cuerpo del actor, y trabajarlo desde un lenguaje donde el énfasis está en la emoción y en los sucesos que parten desde ese cuerpo. Yo no concibo la emoción como un pensamiento ni como algo intelectual, porque tiene que ver con eso orgánico que mencioné antes, y está sucediendo aquí y ahora. Eso que pareciera obvio es complejo de realizar si sólo te quedas en la técnica, si bien la necesitas para que eso sea perfecto. Esa contradicción a mi me llama profundamente la atención, lograr a la vez precisión en la actriz, pero que a la vez sea libre. Le digo siempre a mis alumnos: hay que ser esclavo de la estructura para ser libre.

¿Por qué el nombre “Alas Negras” para tu montaje?

Primero escribí un texto y luego me surgió eso como una imagen contradictoria. El color negro tiene per se una connotación negativa, y esto tiene que ver con algo que hace la diferencia. El color si es un tema. Es un tema que habla de la diferencia, sobre todo en un país como Chile, donde no estamos acostumbrados a gente que está migrando, donde todavía parece que el color de piel te define. Estas alas negras tienen que ver con la contradicción del vuelo, pero tener el peso del color de dichas alas. Todo lo contrario a la imagen convencional de una paloma de la paz, lo blanco, lo pulcro.

La obra está basada en el caos de Joane Florvil, una mujer haitiana que murió el año 2017, en un episodio que fue excesivamente mediático y feroz, donde la crítica tenía varias aristas. Supuestamente había abandonado a su guagua en un recinto público, y por no poder comunicarse, deja encargada su pequeña a un guardia. Esto desencadena una serie de hechos bien horrorosos que terminan con ella presa, despojada de su guagua, y Joane murió meses después en un hospital sin haber podido volver a ver a su hija. Ella fue discriminada por ser migrante, negra y mujer. Esos son los temas que me movilizan en la obra.

¿Cómo esta noticia se convirtió en una decisión artística tuya y de la actriz con que trabajas?

Desde el interés por temas que hablaran de lo femenino, investigamos mucho con Constanza Ojeda, la actriz, y lo vimos desde la contingencia y el modo en que se trató, especialmente en términos de lo mediático. La crueldad de las redes sociales, donde aparecemos como una sociedad salvaje, más allá de la prensa medianamente seria. Nosotros tomamos opiniones literales de esas redes sociales, y las incorporamos a la obra. Y esos textos nos están definiendo como sociedad. Esa es la manera que tenemos de pensar. Esta obra es un pretexto para hablar de nosotros. El pecado más terrible de Joane fue llegar a un país donde no manejaba el idioma y donde nadie se hizo el tiempo ni tuvo la empatía para escuchar la desesperación de una madre. Hay mucha truculencia entre medio. Se dice que ella se dio de cabezazos, cosa que está en cuestionamiento, por ejemplo.

Si hablamos entonces de una noticia trágica marcada por la incomunicación, ¿cómo abordaste eso estéticamente?

Me lo planteé en una escena que, a riesgo de hacer spoiler, aparece una actriz hablando un idioma que nadie entiende. Eso ya es un acto no sólo estético, sino que político, es una acción para ponerse en el lugar del otro. El teatro habla del pathos, de la empatía. La primera escena tiene que ver con eso. Pero cuando yo no puedo entender el lenguaje verbal, yo sí puedo entender otro tipo de lenguaje. Y si puedo leer la desesperación de una persona por hacerse entender, la angustia de una madre, la necesidad de ser escuchada. Hay otras lecturas posibles. A veces entenderse tiene que ver con el interlocutor, y acá parece que ahí está la problemática, con nosotros. Ella se está comunicando, está haciendo su mayor esfuerzo, pero si tienes una pared delante, la comunicación no funciona. La obra se sustenta en gran parte en la capacidad del espectador de ir procesando esa información, codificarla, desde una predisposición a comunicarse, a entender. Yo siempre creo que la vía sensorial, la vía emotiva, es la más expedita para llegar al espectador.

“Alas Negras”

Del 21 al 31 de agosto, 20:30 horas

$ 4.000 general

$ 3.000 estudiantes

Espacio Infinito

Esperanza # 536, Barrio Patrimonial Yungay

RESERVAS AL Nº +56 9 4938 7365

Contacto de prensa:

Pablo Padilla Rubio

  • 56 9 9346 7323

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