César Caillet: La marihuana tiene multipropósito: inspirar, relajar, bajonear, ver una película
Después de la sesión de fotos que dieron vida a la portada de esta edición, nos sentamos con César a conversar. Al poco rato, comienza a reflexionar sobre las drogas y se imagina un futuro donde los adultos puedan consumirlas sin el peso de la ilegalidad. Durante la entrevista mastica ideas sobre la educación, las pensiones de los jubilados, la salud y nos da su mirada de lo que ocurre en la Araucanía, espacio geográfico donde se crió. Esta es la conversación con el actor titulado de abogado, que probó su primer caño a los 30 y que hoy es uno de los rostros más importantes de la exitosa teleserie «Perdona Nuestros Pecados».
Por Carlos Martínez / Fotos: Ronny Belmar
Producción: Pablo Valenzuela y Equipo Cáñamo
Cuando contactamos a César Calliet nos dijo que quería salir en portada vestido lo más formal posible. Porque como usuario de cannabis, le interesa proyectar una imagen diferente a la que se tiene del consumidor de esta planta.
«Siempre había querido salir en Revista Cáñamo. Por su línea editorial. Además, porque es política, por eso quieres estar ahí». Nos sorprende César con su comentario, mientras se preparaba para las fotos.
Viendo la buena disposición del entrevistado, le pedimos que se fotografíe fumando un blunt que parece un bate. Él lo toma, lo prende, le da una calada y se disparan los primeros flashes. Nos damos cuenta que estamos frente a una portada potente, que tiene varios niveles de lectura, pero por sobre todo, nos pega por el lado de la normalización del consumo de cannabis y cómo resulta impactante ver una persona vestida de «punta en blanco» posando con un gran caño en la mano.
Además a esa imagen hay que sumarle que el rostro de esta portada es un actor de primera línea y parte del elenco de la teleserie más exitosa del último tiempo, Perdona Nuestro Pecados. Ahí César interpreta al empresario hotelero Ernesto Möller, personaje que -entre otras cosas- es padre de Mercedes (una profesora que mantiene oculta una relación con su mejor amiga), de Carlos y Horacio, que -a lo largo de la teleserie- se transforman en vendedores de cocaína en Villa Ruiseñor.
Teniendo esos datos, nuestra idea era perfilar la entrevista tomando
como punto de partida la amplitud temática que nos brindaban los
personajes, incluido el de César. Pero la conversación no necesitó el
pie forzado porque nuestro entrevistado no se valió de ese recurso
propio de muchos actores, que dejan hablar al personaje cuando la
conversación se acerca a temas complejos.
El derecho a fumar marihuana
Desde que entró a la universidad en Temuco, terminó derecho y se vino a Santiago a estudiar actuación, no paró. En esa época, trabajaba hasta los fines de semana en Zara para alcanzar a costearse su educación y la vida en la capital.
Por eso, una vez que termina la carrera de actuación y lo llaman para incorporarse al equipo de actores de la teleserie Los Pincheiras, sintió que era un triunfo totalmente merecido.
«Imagínate trabajar en una teleserie de Vicente Sabatini que era un ícono de las teleseries de los noventa que todos vimos. Yo egresando con 30 años y participando con un personaje chiquitito en Los Pincheiras y en el elenco estaba Delfina Guzmán, Alfredo Castro, Lucho Alarcón, Claudia Di Girolamo, Rodrigo Pérez, Pancho Melo. Y yo estaba ahí aprendiendo de todos ellos. Fue increíble.»
La carrera de César se daba paso a paso y consumir cannabis ni siquiera entraba en esta fórmula. Pero el tiempo le tenía reservado un encuentro con la marihuana justo después de su tercera teleserie consecutiva.
«Pasó un tiempo bien largo antes de que me llamaran para participar en mi cuarta teleserie. Y en ese rato me di cuenta que no tenía nada que hacer y hace años que no experimentaba esa sensación. Los primeros días fue rico, pero después no era tan entretenido. Así que me puse a fumar pitos con mis amigos, sin ningún prejuicio. Hice clic altiro con los caños. Del primer al último caño, el de ahora. Para mí la marihuana tiene multipropósito, si me quiero inspirar, relajar. Si quiero comer algo dulce, bajonear, si quiero ver una película como el Viaje de Chihiro. Para después del deporte. Por eso me parece tan absurdo que esté prohibida».
Y cuando habla de prohibición no sólo se refiere a la marihuana. «Yo en general soy de aprobar todas las drogas. Pero tampoco quiero que se malentienda. Si hay un weon vendiendo pitos a menores se debe ir preso. Yo estoy hablando de consumos de personas adultas. El alcohol, el café, el azúcar también son drogas. Pero el papá Estado se ha puesto de acuerdo que esas drogas sí se pueden consumir legalmente. Todos tenemos un tío Lucho que se toma unos copetes y que para algún matrimonio se pone chistoso. Eso a nadie le sorprende, nadie lo cuestiona. Sin embargo, si alguien en esa misma fiesta se fuma un pito, a esa persona se le cuestiona. Es más. Nunca he visto en los noticieros que alguien que consume marihuana mata de cinco hachazos en la cabeza a su mujer. En cambio, con el consumo de alcohol si sucede eso.»
César se entusiasma con la conversación y comienza a gesticular con sus manos. Ahora le da una vuelta de rosca al tema y se mete de cabeza a cuestionar el rol del Estado en la prohibición.
«No creo que el Estado de Chile realmente esté preocupado de mi
salud. Porque si lo estuviera, la gente no tendría la jubilación que
tiene. No habría asociados costos a la salud. Tampoco veo campañas
donde nos adviertan la forma en que nos alimentamos. Porque como vamos,
ni teniendo el sistema de salud suizo nos salvamos. Además, el tema de
la salud está en manos del empresariado como la mayoría de las cosas
importantes de este país. Entonces si al Estado no le importa mi salud,
¿por qué le preocupa que consuma marihuana? Si yo pago por mi salud, por
mi educación, pago por transitar por las carreteras. Si este país está
convertido en un mall, yo en esas condiciones debería tener derecho a
usar marihuana. Debería poder tener una planta en mi casa.»
Vivir en Temuco
Su niñez en provincia estimuló su creatividad. De sus viajes a la casa de su tía abuela en la zona cordillerana de Temuco, tiene recuerdos de largas jornadas de juegos, pero por sobre todo de inventar, ya que la falta de luz eléctrica de ese lugar siempre se transformó en una oportunidad, un nuevo juego. Esa desconexión, de alguna manera, influyó en su imaginación.
«Por suerte cuando chico no fui nunca televisivo, porque siempre tuve una conexión con la música porque a mí me permite hacer mi propio video clip en mi cabeza. La tele -en cambio- me da el videoclip hecho. Además, cuando niño me llevaron a cuanta obra de teatro infantil o no infantil hubo en Temuco. Yo siempre he querido ser actor, desde niño. Era como decir quiero ser astronauta. Pero siempre quise hacer esto, aunque estuvo relegado a un plano de fantasía porque me crie en los 80’s y en Temuco, donde no había una escuela de teatro. Entonces salí a los 16 años de cuarto medio y esa idea seguía ahí presente.»
Al entrar a la universidad, el interés por la actuación no se detuvo. Ni al terminar tampoco.
«Para bien y para mal todo lo que ves es un referente: desde Enrique Maluenda en el Festival de la Una, hasta estar en Londres y ver Billie Elliot el musical. Todo eso es tu referente. Bueno y cuando estaba más grande y estudiaba en la universidad de Temuco, trabajaba en el único Blockbuster y ahí me vi todas las películas.»
En Temuco se desarrolló gran parte de su vida. Esos años en el sur, le hace tener una posición bien clara con respecto al conflicto mapuche y los choques culturales que existen y que han impedido darle una solución a este tema.
«El tema mapuche se ha concentrado mucho en la idea de orden público y
si hay que aplicar o no la ley antiterrorista. El eje lo han intentado
centrar en eso y nadie dice que esa zona es ancestralmente de los
mapuches y que a ellos no les interesa que les den una tierra en otra
parte. Por eso tenemos que ser empáticos y entender que a ellos no les
da lo mismo que los cambies de sector porque tienen una relación con ese
espacio geográfico en particular. En ese espacio es donde están sus
ancestros. Pero ese espacio hoy día está convertido en un negocio
tremendo por las grandes madereras y que más encima es subvencionado por
el Estado de Chile y se plantan eucaliptus donde no se va a cultivar
nada más porque entiendo que el eucaliptus produce una acidificación del
terreno tremenda. Ese es el negocio que debería parar y decir, bueno
haremos una restitución histórica».
Si es adulto, que se pegue una punta si quiere
Como más arriba nos comentaba, para César la ilegalidad de las drogas es una de las grandes fuentes del problema. Nosotros como estamos interesados en el tema, le seguimos preguntando sobre la prohibición que pesa sobre determinadas sustancias.
«Yo no conozco ningún consumidor de cocaína que diga que no está jalando porque no tiene una mano. Todas las personas que consumen drogas ilegales lo siguen haciendo. Aunque sean ilegales, la gente lo hace igual. Te doy otro ejemplo, no soy un gran consumidor de alcohol y en la esquina de mi casa podría todos los días comprar una de pisco pero no lo hago, porque no me interesa tomar piscola. Pero según la lógica que impera con respecto a las drogas es que se accederá a ellas solo porque están disponibles. Eso es absurdo y es un argumento muy malo que nos tratan de meter.
La conversación daba para largo y solo se detuvo cuando nos preguntaron cuánto tiempo nos quedaba. Le hacemos la última pregunta y que tiene relación con el tratamiento que realiza la teleserie con respecto al consumo de cocaína. Se da un tiempo para responder y nos comenta que su mirada es más bien optimista con lo que está sucediendo con la incorporación de estos temas y otros y que de alguna forma son signos de que nuestra sociedad está madurando.
«Creo que se están dando ciertas luces de dejar de ser un país adolescente. Parte de ser adolescente es contarse historias y parte de ser adulto es decir estamos acá con nuestras virtudes, nuestras miserias, nuestros placeres, mirémonos a la cara y seamos más sinceros: fumamos pitos y hay gente que quiere pegarse unos puntazos de coca. Yo sé que inmediatamente saldrá alguien a decirme que la coca le destruyó la vida a su familia, pero ahí lo que pasa es que hay una adicción detrás y eso se va a dar siempre. Si esa persona no se hizo adicta a la coca se hará adicta al azúcar y terminará con diabetes o se dedicará a jugar compulsivamente».