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Breaking Grass:

Un viaje al alucinante desierto de Atacama, literalmente

Texto: Oliver Bertie Trotter. Fotos: Martín Palma Stade

El autor de esta serie es el fotógrafo Oliver Bertie, quien lleva varios meses viajando en una motorhome por Chile. Acá te mostramos parte de su serie fotográfica inspirada en Breaking Bad y de paso nos relata cómo fue esa producción y cuánto tuvo que ver en el viaje esos frugelés mágicos que consiguió su amigo. Acá la hoja de ruta en primera persona.

El fotógrafo Oliver Bertie (Coyote Wild) llevaba un par de meses viajando en una motorhome por Chile cuando se le sumó en viaje su colega Martín Palma (Longa). En conjunto realizaron una serie fotográfica inspirada en Breaking Bad la cual acá te mostramos. De paso, el coyote salvaje nos relata cómo fue la producción y cuánto tuvo que ver en el viaje esos frugelés mágicos que consiguieron. Acá la hoja de ruta en primera persona.

Llevaba cerca de dos meses viajando en motorhome, disfrutando un poco la costa central y, dentro de eso, iba teniendo conversaciones con mi amigo y ex compañero de pega, Longa (Martín).

– ¿Cuándo te vienes Longi? (así le digo de cariño, como si Longa no fuese suficiente sobrenombre)

– ¡Ya compré pasajes! Te caigo en la Ligua en unos días.

– Perfecto, te paso a buscar y nos vamos a San Pedro. ¡Acuérdate de las máscaras de gassss!

– ¡Llevo! Hey y nos drogamos mucho y trabajamos, pero trabajamos po weón! Fotos de los personajes… ¡Walter! Y yo puedo ser ¡Jesse!

– Que así sea, ¡amén! Le respondo a mi amigo.

Nuestro encuentro con los Frugelés

Llegué al terminal de buses de la Ligua a eso de las 10pm y ahí estaba el Longa, sentado en la vereda con esa sonrisa efervescente que tiene cualquier mochilero cuando sabe que va a empezar un viaje cósmico, inolvidable e irrepetible.

Charlamos un rato, nadie tenía prisa. Nos subimos al motorhome y mientras ponía primera prendimos uno que, como buen anfitrión, ya tenía rolado.

¿Los tienes longa? Le pregunté.

Acá los tengo compañero, me dijo. Extendió su mano y me mostró dos Frugelé. Así comenzó esta historia con rumbo al norte fuerte y derecho.

Hicimos una parada en Pichicuy por cervezas, chocolates, pan y que se yo. Dentro de ese «que se yo», este puto bastardo de mi amigo decidió comprar más Frugelés, cosa que teniendo en cuenta que teníamos los otros dos con LSD, nos iba a frikear la mente, y lo hizo. Maldito bromista. Los tuvo separados siempre, dijo, pero fue un juego osado, muy osado. Chistoso de todas maneras.

Bueno, estamos en Chile

Decidimos estacionar y dormir en una parada de camiones. Mala idea porque es como ir a acampar con Optimus Prime y todo el séquito de Transformers… y que todos ronquen. No es solo mala idea por este ruido de camiones que no para en toda la noche, sino porque dos tipos nos intentaron robar la moto que teníamos atrás del motorhome. Con el primer remezón pensamos que había sido un temblor. Inclusive busqué en internet para ver si había sido muy fuerte, pero no había nada. Luego hubo un siguiente remezón (como una hora después) pero esta vez vino acompañado de un sonido fuerte que intentó pasar camuflado bajo el sonido de un camión que se estacionó al costado. Nos bajamos para ver dos tipos rajando a una camioneta y partiendo pelando forro. Vimos la parte de atrás del motorhome y la moto estaba abajo de la bandeja que la porta, con los candados y cintas cortadas, lista para llevar. Bueno, estamos en Chile y no esperar algo así al menos de vez en cuando, es pecar de ingenuos.

La referencia y salirse de ella

Al otro día amarramos y aseguramos la moto de nuevo, nos rolábamos el mañanero y nos pusimos a manejar dirección norte con buena música a todo volumen para olvidar el mal rato de anoche. El Coyote Salvaje (así se llama el motorhome) no tiene aire acondicionado así que era ventanas abiertas y por ende, música muy fuerte. A la antigua, digamos. Entre una y otra conversación Longa bajó el parasol del copiloto y descubrió ahí la referencia de lo que iba a ser nuestra primera toma: una foto de Walter White en el desierto, pistola en mano, en calzoncillos con el motorhome humeante al fondo. Primer capítulo.

Tampoco lo queríamos hacer calcado. Me explico: Cada cierto tiempo me da por hacer alguna personificación. El proceso me proporciona un tipo de aprendizaje que es difícil de describir, pero finalmente siempre les doy un leve giro a los personajes para que sea, en algún sentido, algo creativo, quizás adaptar un poco el personaje al actor, de manera que genere algo más único y particular que la fiel copia. Acá quisimos homenajear esta serie (que en común encontramos que es la mejor que hemos visto) pero remplazamos la metanfetamina, la cual ninguno de los dos hemos ni probado, por algo en nuestro caso más cercano y tan homenajeable como la serie; la marihuana, the mary jane, la weed, la blessed, le pito creativo. Con esa visión fuimos manejando, mirando el paisaje, viendo qué fondo se parecía más al desierto de nuestra referencia. Suelo de tierra casi blanco y farellón de tierra rojiza al fondo. Es cierto que photoshop puede mucho, pero no hay nada como acercarse lo más posible a la idea original en cámara.

La foto ícono de walter

Viajamos así varios días con la vista fija buscando el paisaje para la foto hasta que un atardecer, pasado Chañaral, llegando a «la hora de la foto», nos cruzamos con el desierto de la referencia. Un solitario y árido llano de tierra casi blanca con unos montes pequeños y más coloridos en el fondo. No era igual, igual el lugar, pero si tenía el mismo espíritu, lo que para nosotros, lo hacía perfecto. Esa era nuestra locación.

Nos pusimos manos a la obra. Afeitarse la barba, bigote tipo Flanders, ponerse los atractivos calzoncillos de Walter, los calcetines con rombosman, camisa de profesor de universidad, lentes de cincuentón y pistola en la mano. Motorhome al fondo, lado izquierdo. Máscara al costado derecho. Ahí estaba metiéndome en el personaje, encarnando la dosis de desesperación y envalentonamiento que primaba en la escena original. Mientras tanto Longa fijaba el encuadre, acomodaba la máscara de gas y todo lo demás. En un equipo así de chico uno tiene que hacer desde la dirección de arte, luz, actuación, cámara, vestuario y todo lo demás. Eso es lo que convierte un trabajo así en algo tan intensamente personal.

¡Finalmente teníamos la escena! Después de meses de conseguirnos de a poco, los zapatos de Walter, los calcetines, los lentes, la pistola, el motorhome, ya teníamos el desierto de fondo, la atmósfera, la hora perfecta y Júpiter se había alineado con Saturno. No, de eso último no sé, pero demás que si. En fin, nos pusimos a disparar . Cientos de disparos, con leves modificaciones, pasando por sutiles cambios de intención. Mínimas variaciones de encuadre y ángulo hasta que ya finalmente sentíamos que teníamos la foto que queríamos. Luego sin perder mucho tiempo y junto a los últimos rayos de luz, nos saltamos a la foto donde Walter apunta al espectador/cámara con la pistola. Con esa segunda fotografía cerramos la sesión. Ese momento me gusta mucho; cuando se va el sol, se termina la jornada y hay espacio para ver que logramos tomar en cámara. Sasonando esa instancia, nos fumamos el porro de la victoria.

Muy astutuo zorro. Muy astuto.

En la noche preparamos algo para comer junto a una sopa de tomates y salimos a mirar las estrellas. Cuando nuestra mirada estaba divagando por ahí entre la oscuridad pudimos ver una silueta que se movía. No entendimos mucho que era hasta que reconocimos que era un zorro. Chico, inquieto y astuto como todo zorro, se movía de un lado a otro curioseando si habíamos dejado algo por ahí. Sabemos que no hay que hacerlo, pero somos jóvenes y alocados así que tomamos un poco de atún y se lo dejamos en un plato. Se demoró poco en acercarse y para nuestra sorpresa, se llevó el atún con plato y todo! ¡Nooo! Le gritamos instintivamente. Entendió que se estaba pasando de la raya y lo soltó. Se lo dejamos en el piso, recuperamos el plato y nos fuimos a dormir bajo el estrellado cielo nortino.

Al día siguiente seguimos al norte, camino a San Pedro. Junto al mañanero correspondiente, concluimos que estabamos bastante conformes y satisfechos con las fotos de Walter. Si bien teníamos otras 6 escenas que queríamos recrear de Breaking Bad, ya por lo menos sentíamos que reunir todas las cosas que habíamos juntado a lo largo de meses de Walter, no había sido en vano y eso me daba una sensación muy agradable. Si hacíamos más fotos, genial, pero ya teníamos al menos la foto icónica del personaje y eso estaba atómico.

Antofa no es malo

Dentro del roadtrip de 1.500 kms que nos estábamos pegando nos interesaba más pasar por lugares naturales que grandes ciudades. Aún así decidimos, sin mucho entusiasmo, desviarnos a Antofagasta por proviosiones y para pasar la noche. Para nuestra sorpresa Antofagasta se ha convertido en una ciudad a todo cachete y pasamos la noche estacionados en un mirador de arena que estaba escondido entre dunas frente al mar, un poco más al norte de La Portda, que estaba simplemente épico.

Al día siguiente nos despedimos con nostalgia de Antofa (pal los amigos) y tras manejar unas 5 horas llegamos a Calama. Cargamos agua y después de atravezar el parque eólico y buenos kilómetros de desierto llegamos finalmente a San Pedro.

San Pedro y su entrada marciana

Sinceramente creo que hay pocas entradas tan místicas y alienígenas como la que te recibe bajando a San Pedro; esas pequeñas montañas rojas a diestra y siniestra bordean muy de cerca el camino y entrada a este viejo-oeste-marciano. La acompañamos con la espacial banda sonora de Cowboy Bebop. Estacionamos y nos sentamos en un bar a tomar una cerveza y discutir los planes.

Me gusta mucho el equilibrio entre producción y distracción.

El que ya tuvieramos la foto de Walter significaba que habíamos alcanzado un piso base dentro de los objetivos del viaje en cuanto a producción al menos. Significaba otra cosa también; era hora de distracción, del viaje que va dentro del viaje.

Nos pusimos a conversar con un guía turístico y entre una y otra averiguación ibamos resolviendo donde era el lugar idóneo para viajar junto a esos misteriosos Frugelé.

Al día siguiente fuimos a visitar los lugares que nos tincában más y en todos (Valle de la Luna, de Marte, Piedra del Coyote, Cejar) había que irse del lugar a cierta hora del atardecer. No se podía quedar a pernoctar en ninguna atracción! Y no queríamos que un guardaparque nos echara a patadas en el punto máximo de estar drogados como un camello.

Un punto perdido en la glaxia

Finalmente nos fuimos a la mitad de la nada. No nos fuimos ni al Valle de la Luna ni a Marte. Era más bien un punto perdido en la galaxia custodiado por nadie lo que resultó ser la mejor opción. Nos salimos de la carretera al lado opuesto del Valle de Marte y nos metimos sin saber que ibamos a encontrar. Llegamos a un lugar que no parecía nada espectacular, era solo un punto del desierto con un farellón que nos podría cubrir del sol en algún punto. Si había una plataforma plana y una serie de asientos de piedra que hacían parecer al lugar un living de los picapiedras que si bien era bastante singular, reinaba un color café deslavado realzaba a la vista la falta de vida y de colores del lugar. Lo interesante apareció después.

Nos instalamos, dejamos todo lo innecesarios y livianos como pudimos, nos pusimos a caminar con dos caramelos Frugelé en la mano.

Andamos un poco y nos comimos con cautela medio Frugelé cada uno. Esperamos un poco (quizás no demasiado) y dijimos: Bah! Vamos por la otra mitad!

El viaje

Llevábamos un rato caminando entre rocas que de a poco se levantaban como olas de todos colores a la derecha y a la izquierda. Gradualmente todo agarró vida y color. No parábamos de maravillarnos con cada piedra y de cómo cada «paleta de colores», era aún más sorprendente que la otra. Tomábamos y mirábamos cada piedrecita con detención mientras avanzábamos hacia un eterno atardecer, inagotable y congelado en el tiempo para nuestro deleite. Nos invadía un pensamiento mágico de seguir irresistiblemente caminando hacia este colorido y vívido atardecer, lo que nos alejaba cada vez más del motorhome, y nos adentraba más en el desierto. Vimos un estiércol de caballo muy verde. Sabiendo que es principalmente pasto y que estaba bien seco me aventuré a tomarlo. Nos pusimos en cuclillas frente a él y al abrirlo descubrimos un verde tan intenso y hermoso que quedamos maravillados.

Ahí nos quendamos apreciándola, luego nos miramos y le dije a Longa: «¿te das cuenta que estamos viendo caca?» Y nos matamos de la risa hasta no poder más. Fue hermoso. Fueron sin duda (Decía: Y claro todo este era gracias a… (muy evidente, no?)) los Frugelé más especiales que habíamos comido.

Al día siguiente quedamos con una maravillosa sensasión de tranquilidad y sorprendidos de cómo un desierto deslavado y un cielo bastante uniforme se habían transformado en un mar de colores que se llevó de nuestros corazones todo trazo de ansiedad y nos dejó en cambio un festival de colores que revivió en nosotros la capacidad de maravillarse con simples piedras que a la hora precisa, vistas con el prisma adecuado, son cada una, galaxias por si solas.

Agradecidos nos despedimos del lugar y con calma volvimos al pueblo a planificar las otras fotos que nos quedaban en el tintero.

Las sillas milagrosas

Dentro de lo que recorrimos, una locación sólida y muy parecida a la que necesitabamos era el camino a Los Ojos del Salar, al sur de San Pedro. Cuando lo visitamos hace un par de días notamos que tenía unas explanadas muy buenas con unas escasas plantas tal cual como en la serie. Compramos cervezas y papa fritas (que eran netamente un tema de utilería -si, claro) y nos encaminamos para preparar las demás fotos. Lo único que nos faltaba eran las sillas sobre las cuales Jesse y Walter descanzaban fuera del motorhome. No las teníamos! Y no teníamos mucho que hacer al respecto. Yo solo tenía unos banquitos muy chicos. Decidimos proceder nomás e improvisar sin ellas, pero silenciosamente desié con todo que nos encontráramos con unas sillas botadas mágicamente camino a nuestro destino, por poco probable que fuera. Y por la salida que tomamos por defecto hacia fuera de San Pedro, contra todo mi estupor y alegría literalmente nos topamos con un centro de chatarra con un par de sillas viejas enviadas del cielo! No podíamos creen lo poco probable de lo que había acabado de pasar y, tal cual Jesse y Walter con el barril de metilamina del almacén químico, robamos lo que necesitabamos. Tiramos las sillas dentro del motorhome y salimos cascando. Adrenalina pura.

Acá solamente rapando a mi amigo en el desierto. Típico.

Una vez que llegamos a la locación, se produjó una rara escena donde estábamos al costado del camino y los turistas miraban sin entender porque una persona estaba rapando a otra en tan extraño lugar.

Y así entre una mañana y una atardecer, ya rapado como como una bola de billar (una pera), fuimos haciendo de lo que más nos gusta hacer y de lo que se trataba el viaje; dejar volar la mente (que es el sinónimo más elegante que encuentro para drogarse) y hacer fotos «pelacables» de autor.

Fue así como hicimos la foto de retrato de primer plano de Walter ya pelado y curtido mirando la cámara.

FOTO 04 (la foto 03 quedó fuera de la selección. La envío de todas formas por si precisan de ella para una mejor diagramación, pero yo creo que está bajo el nivel)

Luego hicimos la foto de Jesse Palkman y Walter Green dentro del motorhome que fue especial desafió por lo apretado del encuadre y porque por comodidad y utilería (teníamos una sola máscara) tuvimos que sacar las fotos por separado y unirlas en post.

Una foto que me gustó especialmente hacer fue la de Jesse y Walter sacada de mañana donde está Jesse con el bat de baseball y Walter Green con las bolsas de hierba al lado de su pie en vez de metanfetamina.

Hay una foto que quisimos hacer, aunque no venía de ninguna fotografía promocional en particular como las demás. Jesse y Walter con el motorhome de fondo. La encontramos justa y necesaria.

Ser el desierto después de hacer en el desierto

Por último hicimos una de las fotos que más me atrae de la serie porque habla de un espacio singular que solo algunas veces se daba entre los dos protagonistas. Jesse y Walter eran personajes abismalmente distintos que daba a pensar (a ratos daba la impresión de) que se aguantaban el uno al otro básicamente por el negocio que tenían en conjunto. Sin embargo, terminandas algunas jornadas, compartían uno que otro atardecer en el que sin mediar mucha palabra, se relajaban con una cerveza (en compañía mutua), contemplando la paz del desierto.

Sin forzar nada en absoluto, terminada esta foto en cuestión, guardamos solo lo necesario y se dio naturalmente que nos quedamos relajados con los overoles puestos, máscara en la cabeza, sentados en la sillas, fumando algún pitito, tomándonos las cervezas de utilería mientras admirabamos la plenitud del desierto. Alguno que otro auto pasó mientras caía la tarde. Qué impresión se habrán llevado al ver dos tipos con overoles y máscara de gas afuera de un motorhome?

La nuestra fue que habíamos rendido tributo a dos cosas realmente fabulosas, lo pasamos genial y nos quedamos con este tremendo recuerdo. Pito de la victoria para nosotros!