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Bienvenido al mundo Guachupé

Hace 19 años, cuatro jóvenes estudiantes del Liceo Lastarria: los hermanos Nelson y Rodrigo Alveal, Tomás Maldonado y Robinson Acuña, se juntaron para dar origen una de las bandas nacionales más importantes y reconocidas del momento: Guachupé, grupo que se presentará este 1 de diciembre en la Expoweed 2018 y que con la rareza de sus ritmos y con lo cotidiano de sus canciones, conquistó a cientos de personas que hoy conforman una de las hinchadas más reconocidas por su diversidad generacional, futbolera y cultural en general.

Por Arak Herrera G. Fotos: Gentileza de La 22 Hinchada Guachupé

Los intereses personales de «el Mono» se relacionan a la búsqueda de la felicidad, lo cual se vincula directamente en su caso con lo laboral: «ser feliz tocando música», afirma Robinson Acuña, guitarrista de Guachupé.

Al «Topo», Nelson Alveal, lo conoció en 1990. Específicamente en quinto básico en una pequeña escuela, ubicada en la comuna de Estación Central: el Instituto Anglo Chileno. Llegó allí tras cambiarse de casa y dejar su vivienda en Las Condes. «Cuando entré a la sala estaba Nelson. Al toque nos hicimos amigos. Mi vieja me decía que no me juntará con él. Era problema seguro», recuerda «el Mono», quien también es diseñador y padre de dos niños.

Ya en octavo básico, la madre de Acuña optó por una mejor educación para su hijo. Lo cambió al Liceo José Victorino Lastarria, donde un año antes había emigrado Nelson, su gran amigo y en ese entonces compañero de nivel en el colegio.

De Estación Central, Nelson Alveal se fue a vivir a Maipú. El destino quiso lo mismo para «el Mono» y su familia. Vivían en Avenida Pajaritos, a tres paraderos. La vida siempre, inexplicablemente, los mantuvo unidos. Desde los 13 a los 17 años fueron compañeros.

Hasta ese entonces solo eran ellos dos. «Yo sabía que existía ‘Gigio’. ‘Gigio’ era un personaje que andaba siempre con cotona y algo para comer», asegura entre risas Acuña. Rodrigo Alveal, alias «el Gigio» es el menor de la banda.

Pablo Piola, un amigo del barrio, era el que motivaba a Acuña para que fuesen a ver a los Chancho en Piedra. Fue en una de esas tocatas donde se reencontró con su amigo Nelson en los pasillos. «El Mono» justo había dejado de tocar con su banda de ese entonces y Nelson buscaba un guitarrista. Estaba tocando junto a su hermano «Gigio» y Tomás Maldonado, otro joven estudiante con quien jugaban a la pelota en el Lastarria. Quedó en llamarlo a su número de casa, pues no tenía celular. Acuña no le creyó mucho, pero al pasar un par de semanas, el llamado llegó y su madre lo recibió:

«Te llamó tu compañero Nelson Alveal. Me dijo que llegues el sábado a las tres de la tarde. Que lleves tu guitarra y amplificador». Allí comenzó todo.

Bienvenidos al mundo Guachupé.

Las primeras tocatas

Tomás Maldonado (39), es el vocalista del grupo. Le fascina el fútbol. En Chile es de Palestino y en Argentina de Independiente. Desde chico tiene esta dualidad e iba a ver a ambos clubes al estadio.

El humor al interior de Guachupé es raro. Tangalanga, el humorista argentino, es un gusto en común entre ellos. Maldonado cree que los unió.

No se queda quieto. Le gusta andar en bicicleta, leer revistas o cuentos. En general, lecturas fáciles porque se desconcentra rápido. Maldonado es crítico y observador, estudio dos años periodismo en la Universidad Bolivariana.

La diversidad de cada integrante también se percibe en el ritmo de sus canciones. No tienen un estilo definido. En un principio inventaban términos que al final no tenían sentido: Ska Funk Rock, por ejemplo.

Los primeros dos años, los cuatro integrantes tocaban para primos, amigos y compañeros de universidad; eventos a los que asistían aproximadamente 60 o 70 personas. El Festival Balmaceda 115 en el año 2002, según Maldonado, fue un acercamiento importante con el reconocimiento público. «Ahí apareció en Banano Funk, que fue como el primer hincha de la banda Guachupé e hizo una bandera». Ahí empezó la primera camada con el «Nico Fly», «el Flami» y «el Banana», explica el vocalista de la banda. De allí el salto fue hasta el 2008, donde se forma y consolida la conocida barra o hinchada Guachupé.

Realzando lo cotidiano

Nelson Alveal tiene 39 años y es el baterista en Guachupé. Le gusta leer novelas de detectives o libros de filosofía y escuchar música. Él y su hermano son los más buenos para fumar weed dentro de la banda, según los integrantes e hinchas

«Dicen que el tiempo pasa y lo cura todo y aunque el perro se ha muerto la rabia está los que hablaron de igualdad hoy se roban el dinero de los demás», dice en su letra En la Trampa, la canción favorita de Nelson Alveal: «es una canción simple. Con una melodía bonita. Decir cosas complejas de manera fácil. Hay un arte en eso».

A su amigo Mono le gusta la canción Rostros. Mientras que a Maldonado el disco La Triste Realidad completo. Le gusta, porque en ese momento no sabían lo que estaban haciendo, así como también, por su vinculo con Lucho Ardilla, integrante que falleció en 2012.

Nelson y su hermano Rodrigo vienen de la Patagonia, por lo que su relación con Argentina es estrecha. Quizás fue por eso que al llegar al Lastarria se llevó tan bien con Tomas. Compartían sus gustos por los dibujos de barras de fútbol y el humor. «Había cosas de las que nosotros éramos súper críticos y teníamos ganas de exteriorizarlas», explica Nelson. «Realzar valores de lo cotidiano», precisa. El público de Guachupé es de todos lados y de todas las edades. Guachupé es uno solo.

Seguir adelante

Rodrigo Alveal es el cultivador en Guachupé. Es el bajista de la banda. Empezó a tocar desde los 13 años, cuando se juntaban en el segundo piso de su casa. El también conocido como «Gigio» asegura que la idea del grupo era hacer algo distinto. A encontrar personajes. A que le pasaran cosas raras en su vida cotidiana. Nunca dimensionaron lo que son hoy en día.

Los quiebres en las bandas pueden ocurrir por múltiples factores. En el caso de Guachupé esto no ha ocurrido. No obstante, en 2012, si hubo un replanteamiento de si continuar tocando o no. ¿ La razón? La muerte de Luis Adriazola, vocalista y guitarrista del grupo.

El también conocido como «Lucho Ardilla», tuvo un accidente en moto rumbo Peralillo, el 18 de enero del 2012. «El nos hizo replantearnos si seguíamos tocando o no», asevera Gigio, quien explica que Adriazola se integró después a la banda. Llegó por su amigo Tomás Maldonado, quien lo conoció en el Instituto de Música. «Se fue siendo un integrante de la banda», señala Maldonado.

«Era mágico. Tenía tacto. Cuando se fue dijo: ‘Me voy de Santiago. Tengo una energía rara. Me voy para Pichilemu», recuerda el Mono.

Nelson Alveal es silencioso, preciso y directo: «yo encuentro súper bonito que lo que nosotros hacemos desde chicos, desde estar en una pieza queriendo hacer nada, buscándole el enganche a la adultez, haga feliz a mucha gente. Pero yo quiero que esa gente entienda que nosotros también a veces tenemos malos días y que eso también es parte de ser auténtico y que lo valoren como honestidad. Cuando ellos van con cara de culo para que Guachupé les saque una sonrisa, a veces también es un dámela tú pos loco», sostiene el baterista.

A comienzos del 2017, un nuevo golpe llegó para la familia Guachupé. Patricio Valenzuela, reconocido hincha de la barra, falleció tras caer a las líneas del metro. Los integrantes de la banda , al igual que sus compañeros de hinchada, lo recuerdan.

Tomás Maldonado cuenta una anécdota en Cosquín: «empezó una lluvia que te llegaba hasta las rodillas. No podías caminar y este weón va, se saca la polera, se pega en el pecho y dice, ‘Tomás, llévame’. Eran como tres kilómetros. Iba con su mejor amigo y yo con la silla pasando entre medio de todos con el barro y así lo lleve hasta fuera. Fue la última vez que lo vi. Cuando me enteré me pegó bastante, porque era una persona que estaba en las peores, te llenaba de alegría».

Nelson se ríe y cuenta cuando en una tocata estaba «el Patito» en silla de ruedas y tiró arriba del escenario. Todos gritaban que era un milagro, mientras él disfrutaba y sonreía junto a su banda favorita.

Hinchas: familia Guachupé

Actualmente, Vanessa Marín (31) está cesante, lo que la hace estar un 100% dedicada a la hinchada Guachupé y a sus dos hijos.

José Sovino (33) es publicista, pero trabaja en una empresa de ingeniería. En «su otra vida», la entretenida, le gusta la cerveza y sus días se resumen a puro Guachupé.

Marín conoció la banda en 2002. «Yo seguía a la banda Sinergia, los Chancho En Piedra. Motivada iba a las tocatas desde chica. Ese año fui a Balmaceda en Estación Mapocho y ahí se presentó Guachupé en las bandas emergentes. Sacó segundo lugar y me gustó. El tema que tocaron me quedó muy pegado: ‘Hoy te conocí’ «.

«Hoy pudo ser un día especial, todo lo planeado lo tuviste que arruinar. No entendiste las promesas, me tengo que conformar. No poderte olvidar es algo tan habitual…», concluye la canción.

«Mucha gente que conozco de la hinchada plantea que las canciones les han permitido salir adelante de algún problema. De la depresión, por ejemplo», cuenta Vanessa.

Sovino conoció a la banda en esta misma tocata. Al entrar a esta barra, explica que «hay que tener dos cosas bien claras. Uno, vas a perder a tus amigos de la vida, porque aquí vacilamos de lunes a lunes y lo otro, que es una escuela de música. Conoces una cantidad de bandas».

El concepto de hinchada Guachupé se originó en Cosquín el año 2008. No solo en Chile este grupo nacional tiene hinchas, en México también hay miembros, que han viajado por la banda que los llena y motiva.

«Buses de la libertad»

«Yo llevo sacando buses para Guachupé hace seis años. He sacado más de cien», asegura Sovino. Actualmente, la hinchada crece y crece. Sólo la página de la barra tiene más de 10 mil seguidores. En febrero, más de cien hinchas viajaron a Argentina junto a la banda.

Cuando se celebraron los 100 años de Matanza en Iquique se hizo una tocata en la parte trasera de un camión. Eran gratuita y fueron cerca de 40 asistentes. » Ahora si es gratis van 1000″, asevera Sovino.

Para cada evento y viaje, los integrantes de la hinchada deben pagar sus gastos. Ellos como organizadores sólo se mueven con posibles rebajas en tocatas hablando con los productores. Los buses de la hinchada son los de la libertad y se dividen por generación: el de los abuelos, buses familiares y el de los jóvenes. «El viernes sacamos las micros para el Costa Azul, como terminaba en la madrugada. La cosa es que le pasamos a pagar 10 lucas de más al loco del bus. Y que le iba reclamar si le debo como cinco vidrios», cuenta entre risas Sovino.

Cada bus tiene un encargado. Dentro del desorden los hinchas son responsables. Botan su basuras en bolsas, limpian. Se cuidan entre ellos. «Antes solo se fumaba marihuana, no cigarro», recuerdan Sovino y Marín, mientras se comen un completo italiano y beben cerveza en un local de Plaza de Armas, un domingo por la mañana.

Uno de los elementos característicos de los miembros de las hinchadas son las camisetas que nacieron en 2012. «Había un loco seguidor de Guachupé que trabajaba en Loto y se contactó con la banda y les propuso el negocio. Yo creo que venden más camisetas que los equipos de fútbol. Yo creo que está entre el Colo, la Cato y la U y después está Guachupé», explica Sovino.

Las proyecciones de los hinchas son que la barra siga y cada vez se sume más gente. Los hijos de Vanessa, al igual que muchos otros niños y niñas, acompañan a sus padres a las tocatas de Guachupé. Viajan en los buses de la hinchada. Ellos no son de un equipo de fútbol, son de Guachupé.