Apnea deportiva: mucho más que aguantar la respiración
100 metros de profundidad. Lo mismo que mide un edificio de unos 30 pisos. Alrededor solo agua y oscuridad. Y un control absoluto del cuerpo y la mente, para no colapsar y poder volver a la superficie. Largos minutos sin respirar, concentración máxima y una paz interior extrema. No hay espacio alguno para el miedo, solo para el silencio.
Por Iciar Sábada De Salcedo
He de reconocer que la primera vez que hablé con un apneísta sentí terror. Igual que los alpinistas y escaladores que viven por y para ascender las montañas más altas del planeta, no entendí muy bien porqué alguien habría de entrenar y trabajar tanto para estar en completa soledad a decenas de metros de profundidad. Pero después de leer harto sobre el tema, me di cuenta de que los profesionales de esta disciplina en ocasiones no tienen ni siquiera palabras suficientes para describir la sensación de plena felicidad que se siente cuando uno está allá abajo.
Sin embargo, para llegar a esa felicidad plena hay que trabajar harto y con cuidado. Hay que dejar de lado muchas cosas y mucho por lo que luchar, ya que conseguir un sponsor que te patrocine y poder dedicarte plenamente a la apnea es algo prácticamente imposible. Y luego está uno de los mayores enemigos de los buceadores, el temido «black out» o pérdida de consciencia. Esto pasa cuando tiene lugar el síndrome de descompresión, que no es otra cosa que la formación de burbujas de nitrógeno dentro del cuerpo causadas por la alta presión de estar a tanta profundidad. Además, cuando una persona se sumerge a mucha profundidad, la presión del agua empieza a afectar al cuerpo. De manera instintiva, el diafragma se contrae intentando respirar, lo que hace que se bombee más sangre al cerebro. Los latidos del corazón se reducen a unos 12-15 por minuto y la capacidad pulmonar pasa de 5 litros a 1.
Sebastián Lira, chileno que ha batido varios records nacionales y que fue el segundo sudamericano en conseguir superar la barrera de los 100 metros de profundidad, nos trata de explicar con palabras qué es lo que pasa cuando uno consigue tremenda hazaña: «a los 100 metros tienes que entrar un poco en trance. No me acuerdo mucho de lo que pasa abajo, todo pasa lento pero rápido, tienes el cuerpo mega relajado y apenas tocas fondo debes empezar a nadar hacia arriba. Así que te tienes que desapegar de cualquier tipo de emoción y enfocarte solo en nadar eficientemente, en hacer lo que has entrenado.»
Para llegar a esos 100 metros también se puede disfrutar del free fall, una especie de caída libre bajo el agua y que impresiona bastante al verlo como espectador: «el free fall es una conexión gigante con tu cuerpo donde debes estar súper relajado y sintiendo la presión del mar hacer lo suyo en ti. Es como hacer caída libre pero en cámara lenta y sin adrenalina, una experiencia mucho más detallista y consciente, aunque no por eso mejor, solo diferente», comenta Sebastián.
En la apnea hay muchas modalidades y records, según sea por el sistema AIDA (Asociación Internacional para el Desarrollo de la Apnea) o por el CMAS (Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas, que tuvo como presidente al mismísimo Jacques Cousteau) y de si se hace en piscina o en mar abierto. El record de profundidad según AIDA con solo una bocanada de aire en los pulmones y una monoaleta lo tiene el ruso Alexey Molchanov que ha llegado a bajar 129 metros. Alexey lo lleva en la sangre, pues es hijo de la plusmarquista y conocida como reina del buceo, Natalia Molchánova, que lamentablemente desapareció en aguas españolas en el 2015.
Esta muerte fue muy sonada dentro del mundo de la apnea y volvió a poner sobre la mesa los peligros de lo que muchos consideran un deporte extremo. Pero según los que lo practican, siguiendo los estándares de seguridad y teniendo claras las barreras personales y los riesgos, no tiene porqué ser más peligroso que cualquier otro deporte. Como cuenta Sebastián, si te sales de esos estándares de seguridad es cuando «estás poniendo en riesgo tu vida, pero si estás buscando empujar tus límites, debes tener criterio para saber cuándo frenar, entrenar más y volver a intentarlo. Es un camino a largo plazo».
Parece que estas pasiones, aunque impliquen riesgos, son muy difíciles de abandonar. Y hablando de apasionados por la apnea, en Chile parece que hay muchos. Las competencias en nuestro país siempre están a rebosar de participantes de todas las edades que quieren llevarse a casa un record nacional. Los venezolanos también son buenos buceadores y con la inmigración, muchos instructores han llegado a Chile para compartir su conocimiento y hacer crecer este deporte. «La disciplina y pasión que veo en los apneístas chilenos me ayuda caleta y siempre trato de compartir todo lo que sé. Si me duermo un semestre, paso al olvido en el circuito internacional y eso ¡me encanta!», remarca Sebastián.
Aunque los medios de comunicación ocupen la gran mayoría de su tiempo deportivo en informar sobre el futbol masculino, no quiere decir que otros deportes no tengan también una alta presencia social y de mujeres. La apnea en Latinoamérica y en el mundo en general es fuerte, aunque no lo veamos todos los días en los noticieros. Y aunque la figura de la mujer también se vea eclipsada, bajo el agua hay más mujeres que hombres peleándose los títulos mundiales.
Y es que las mujeres apneístas tienen algunas ventajas, como ser naturalmente más flexibles que los hombres a la hora de adaptarse corporalmente a la profundidad o ser, generalmente, más cautelosas a la hora de tomar riesgos. Pero como cuenta Amber Bourke, apneísta australiana, hay una idea preconcebida de que la mujer no debería tomar parte en ninguna actividad peligrosa: «me critican harto por dedicarme a esto. Recibo cientos de comentarios del tipo ¿para qué lo haces? La apnea en general es un deporte mal comprendido y siempre es concebido como algo mucho más peligroso de lo que en realidad es.»
Amber coincide con Sebastián en que los riesgos hay que saber tomarlos y tener bien claro cuando el cuerpo nos manda señales de alerta. Además el mar, como la montaña, es impredecible: «las condiciones pueden cambiar en un instante y tienes que saber reaccionar. Las corrientes, la mala visibilidad o el oleaje pueden ser muy peligrosos para los apneístas», expresa Bourke.
En marzo de este año Amber llegaba a convertirse en la primera mujer en llegar a los 73 metros de profundidad sin aletas, record que le fue arrebatado por perder la consciencia durante 1 segundo una vez llegó a la superficie. Sin embargo dice que no ha perdido la motivación para nada: «aunque no conseguí el record, al final estaba muy contenta de haber llegado tan lejos. Para mí, eso justifica el intento y me probé a mí misma que soy suficientemente capaz para conseguir un récord del mundo. Estoy más motivada que nunca de volver a intentarlo.» Las competidoras se van pisando los talones, pero parece que es algo más personal que otra cosa. «En la apnea, al final acabas conociendo a todo el mundo y muchas veces te toca competir contra tus propios amigos y tienes tantas ganas de que ganen ellos como de ganar tú», comenta Amber.
Aparte de la superación personal, las grandes maravillas que se esconden bajo el agua obviamente son motivación suficiente para no dejar de sumergirse. Paisajes submarinos que parecen de otro planeta o la posibilidad de nadar junto a una ballena o manta raya gigante, hacen que la experiencia sea bastante impactante. Además, normalmente los lugares donde los apneístas pueden entrenar suelen ser sitios paradisíacos con playas espectaculares.
La capacidad de estos deportistas de llegar a tales profundidades y aguantar tantos minutos sin respirar viene dada por un arduo trabajo y entrenamiento. Sesiones de yoga, relajación y aprender a oxigenar el cuerpo son las cosas que permiten a los súper humanos como el español Aleix Segura, estar sin respirar bajo el agua durante 24 minutos. Tener siempre al lado un compañero que vigile y escuchar siempre al cuerpo, son otras de las cosas que hacen que este deporte pueda ser la forma de vida de muchas personas. Opinar de lo desconocido es muy fácil, lo difícil es atreverse a seguir una pasión sin que nada más importe, como lo hacen estos deportistas de las profundidades.