En los ojos de Bárbara y Andrés, responsables de que exista en Santiago y la Araucanía el dispensario de cannabis medicinal “Corporación de usuarios de plantas medicinales Almannabis”, se puede percibir que la marihuana es algo más que un medicamento. Es una forma de vida, es el pegamento que mantiene unida a una comunidad en una sociedad que hoy en día ya casi se ha olvidado de preocuparse de su vecino. Juntos gestionan este dispensario del que dicen estar “orgullosos y muy seguros de que las cosas se están haciendo bien”.
La pareja hace un contraste cuanto menos, peculiar. Andrés es bien alto, grande, con el pelo largo y una extensa barba despreocupada. Bárbara, al contrario, es más bien chica y siempre está sonriendo, lo que no quita que en ella se pueda ver con harta fuerza el cambio que produjo en su vida y en la de su familia el uso del cannabis medicinal.
Bárbara es fonoaudióloga de profesión y empezó a acercarse al cannabis debido a que su madre padecía un cáncer. Contactó con Fundación Daya y ahí fue cuando se enamoró de la idea de poder cultivar tu propia medicina. Después decidió utilizar el cannabis para mejorar la calidad de vida de su hijo que, entre otros diagnósticos, tiene trastornos del desarrollo. Al ver lo que la sustancia había hecho con su madre y con su hijo, sintió la necesidad “de hacer algo más y poder ayudar a mucha más gente”.
Si bien Bárbara podría representar la parte más familiar de esta corporación, Andrés podría ser la parte más activista. Siempre ha estado a favor del uso recreativo y medicinal del cannabis y, por ende, ha sido un fiel participante de todas las marchas pro legalización y concentraciones habidas y por haber desde Santiago a la Araucanía.
Su relación y trabajo con el cannabis hizo que al final estas dos personalidades distintas, se juntaran para mejorar la calidad de vida de mucha gente. Detrás de esta corporación hay muchos meses de trabajo en los que, si bien Andrés y Bárbara son los que gestionan y han sido las dos personas más involucradas en el proyecto, también cuentan con el apoyo de otros profesionales como abogados, diseñadores y un contador.
Sin miedo a la constante amenaza de los allanamientos
Hace tan solo unos días, el CCM Dispensary (Club Canábico Maconha) sufría una incautación de su cultivo situado en Linares, en la que más de 1000 plantas fueron confiscadas, lo que supuso que en diciembre y probablemente enero, muchos pacientes no hayan podido continuar con su tratamiento. El riesgo a sufrir un allanamiento de similares características, es algo que en Almannabis tienen muy asumido.
“Todos los actores sociales vinculados debemos mejorar. Es la única forma en la que evitaremos el seguir siendo perseguidos, allanados y procesados y manifestamos nuestro apoyo constante a todos aquellos usuarios y organizaciones que se ven afectadas por la mal aplicación de la ley 20.000 por parte de las instituciones persecutoras y esperamos pronto nuestros políticos den una señal de amabilidad y que por ejemplo, aprueben la iniciativa de una ley de cultivo seguro, en pro de respetar y fortalecer la soberanía y el derecho personal al autocuidado, y con ello el autocultivo”, expresa Andrés.
Ambos están seguros de estar haciendo las cosas bien, de no estar incurriendo en ninguna ilegalidad y de estar dando pasos bien seguros, aprendiendo de los errores cometidos por otros. Como sigue relatando Andrés, “si las conductas de las personas y de los grupos organizados no son de tráfico y atienden a ayudar o aliviar la salud pública en vez de generar un daño, lo que están haciendo es apoyar a la ley y trabajar dentro de la ley. La ley de organizaciones sociales permite a la gente organizarse en torno al tema que ellos escojan. Nosotros hemos elegido las plantas medicinales y dentro de ellas también está el cannabis”.
Pero la Corporación Almannabis es una organización que tiene muchos más fines que solo cannabis, como sigue contando una apasionada Bárbara: “nos interesa generar bienestar en las personas y el cannabis es un camino espiritual, recreativo y sanitario.” Está muy alejada también de la idea de los dispensarios californianos, que funcionan como negocios generadores de plata, ya que no están trabajando para hacerse ricos. “Si te quieres hacer rico quédate en el mercado negro”, sentencia Andrés.
A pesar de que la ley no diga expresamente que estén haciendo algo ilegal, de que no se está traficando en el mercado negro y de que se está dando solución a un problema de salud pública, el miedo sigue estando presente en muchas de estas asociaciones: “si no hay más organizaciones como estas o más clubes en Chile es precisamente porque todavía hay miedo, porque todavía hay desinformación y porque todavía se nos persigue. Si llegan con una orden del juez tienes que dejarlos entrar. Muchas veces, aunque se justifique con la receta médica, puedes perder tus plantas. Es un riesgo que se sigue corriendo este país.”
Sin embargo, uno de los principales problemas en estos casos es la desinformación que existe en Chile a la hora de hablar de la legalidad del uso del cannabis, en la que ni si quiera las autoridades parecen estar bien informadas del proceder que indica la ley. Usuarios recreativos y medicinales cada vez se están empoderando más gracias a estar bien informados. Hace poco, tres adultos mayores salvaban su cultivo medicinal gracias a conocer sus derechos: tenían receta médica y los carabineros no acudieron al domicilio con una orden de un juez, por lo que tuvieron que marcharse con las manos vacías.
En Almannabis saben que existe el riesgo, pero no hay miedo: “nosotros estamos convencidos de que, si trabajas de forma legal y estás pagando impuestos como una farmacia naturista o una farmacia mapuche, podrías perfectamente dispensar cannabis. Es una planta más que ya está incluida en el arsenal terapéutico del Ministerio de Salud”, sigue contando Andrés y “no es necesario ser una transnacional o empresa farmacéutica, ya que en Chile la medicina herbal es ampliamente usada y respetada.”
El funcionamiento de los dispensarios “de barrio”
Almannabis tiene claro que quiere salir de la descentralización de la Región Metropolitana y que quieren cubrir la necesidad medicinal del cannabis a nivel local. En un futuro dicen, sería ideal poder tener más sedes que generen al menos 10 puestos de trabajo en las comunidades en las que se instalen los dispensarios.
Almannabis cuenta con una personalidad jurídica y su funcionamiento es muy similar al de otros dispensarios más grandes de nuestro país. Todo paciente que acuda a la corporación debe tener en mano su Rut y su receta médica, en la que un profesional de la medicina haya decretado que el uso del cannabis es el tratamiento que la persona en cuestión debe seguir. Con ello el paciente obtiene una membresía y su tarjeta de miembro de la corporación.
En Almannabis además hacen un riguroso seguimiento de los pacientes y tienen sus papeles al día y en regla. Para Bárbara la “fórmula es súper sencilla: si eres una organización sin fines de lucro, no puedes tener lucro. Hay que autorregularse y si hay que pagar impuestos, pagarlos.”
La calidad de la medicina entregada tiene que ser máxima y la corporación se basa en un cultivo totalmente orgánico. Las plantas para Bárbara son como hijas, y todo el proceso de verlas crecer y cuidarlas, que también es harto trabajo, es un proceso muy lindo para ambos. Que el paciente sepa lo que está usando y que sea algo de calidad, es primordial. En la calle hay cogollos que incluso han sido adulterados con partículas de plomo para aumentar su peso.
De momento, solo entregan la flor, aunque en un futuro esperan poder entregar aceites o extracciones, según lo necesiten los pacientes: “habría una segunda etapa en la que dispensaríamos flor y extracción. Principalmente rosin, que mediante el formato cápsulas se puede dosificar y dispensar sin problemas. La idea es que el miembro usuario reciba su medicina de manera inocua, que no esté contaminada. También está la voluntad de realizar iniciativas conjuntas a Receta Cannabis como seminarios, investigación, talleres, propuestas de desarrollo como turismo terapéutico, entre otras”, cuenta Bárbara.
Las flores se dispensan en un cuidado y bien pensado envoltorio, en el que se puede leer algo de información sobre la corporación y una pequeña advertencia: en caso de mal uso de este envase y/o su contenido, en acciones que constituyan faltas a la ley 20.000, Almannabis se reservará el derecho de presentar acciones legales contra el o los responsables.
Lo que está por llegar
El sueño de Almannabis es que en Chile se llegue a generar una conciencia social en la que el paciente pueda decidir cómo se quiere sanar y esta decisión esté protegida por la ley. Alguien que mejora su enfermedad con el cannabis, mejora también la calidad de todo su entorno familiar. Aunque para ellos la legalización es algo ya, prácticamente real y tangible.
La idea de seguir generando una asociación entre clubes y dispensarios de todo el país cada vez tiene más fuerza, y ya son algunas las corporaciones que están trabajando en generar esta red, que bien podría llegar a acuerdos como establecer un precio justo para todo el territorio nacional.
Ante el crecimiento y expansión de los gigantes canadienses del cannabis, como Canopy Growth y Aurora, lo tienen claro: “si llegan empresas de fuera a instalarse aquí nosotros queremos tener una vara puesta de lo qué se puede hacer y lo que no. La idea es que no lleguen a hacer lo que quieran”, afirma Andrés.
Como corporación, además quieren mejorar otros aspectos de la vida comunitaria a través de proyectos como el de “gestión de residuos orgánicos familiares” o la creación de un centro de turismo terapéutico. En definitiva, seguir trabajando para proteger a los usuarios, ayudando a que se ayudando a que se respeten las leyes que los amparan y poder seguir haciendo del cannabis “una forma de vida”.
Texto: Iciar Sádaba
Fotos: Jorge Rosales/Almannabis