Chile despertó. Ya no hay vuelta atrás. En medio de la ola de protestas que dieron lugar al mayo feminista en América Latina y Europa, sin duda alguna, una de las experiencias con mayor proyección ideológica ha sido la movilización feminista chilena. Con un mensaje que articula y acoge la diversidad, en poco más de un mes ha instalado y estimulado el debate público que hoy tiene a decenas de universidades y colegios en toma. Estuvimos en el inicio de la toma feminista en la Universidad Alberto Hurtado. Acá, la historia de la movilización que tiene a la sociedad chilena replanteándose el rol de la mujer.
Son las 18:00 horas del miércoles 16 de mayo. Está por empezar el consejo de Federación en la sala E11. Hay mucho movimiento en los pasillos de la Universidad Alberto Hurtado. Este miércoles no es como ningún otro. Hay más de un centenar de personas queriendo un asiento en el auditorio, para enterarse de los pormenores de la discusión sobre la propuesta que lanzó la federación acerca de las modificaciones al protocolo de abuso sexual.
El ambiente está revoloteado. Estudiantes van y vienen por toda la universidad. Comienza el consejo. La discusión está centrada en conocer las modificaciones que cada carrera hizo y discutió sobre el protocolo. “¿Qué hacemos con el protocolo?” “¿Cómo se exige?” “¿Nos movilizamos o qué hacemos?” son parte de las interrogantes que con fuerza algunas de las estudiantes comienzan a lanzar. El salón pronto se ve repleto. Hay tanta gente que se interrumpe la sesión para sacar las sillas y así lograr dar abasto a los estudiantes que quedan afuera.
El ambiente se siente caliente. El auditorio E11 está lleno. No hay respuesta a las interrogantes planteadas. De pronto, el momento que muchas esperábamos: una posible toma había sido votada en tres carreras. Se revolucionan los asistentes. Entre gritos y aplausos se plantea de lleno la moción: “La toma será inmediata. Los que quieran quedarse, que se queden. Los demás, a sus casas”.
Hay cerca de 300 estudiantes dentro de la universidad. Las capuchas están esparcidas por todos lados: moviendo sillas, sacando mesas, pegando pancartas. Terminan de salir los últimos guardias. Un lienzo con la descripción “UAH en toma feminista” se despliega desde el segundo piso del edificio de Erasmo Escala. Se alzan las voces de sus protagonistas, mujeres en la lucha contra el patriarcado, contra las conductas abusivas, pero también contra el dolor de haber tenido que compartir aula con abusadores. Se escucha un grito: “La revolución será feminista, o no será”. Ponen el candado. No hay vuelta atrás.
OLA FEMINISTA
Para la periodista y conductora de CNN Chile, Mónica Rincón, es importante que se entienda la diferencia entre machismo y feminismo. Hace algunas semanas, enfrentó la posibilidad de aclararlo, sentenciando que “el machismo busca perpetuar, finalmente, la desigualdad. El feminismo busca la igualdad entre hombres y mujeres. El feminismo no busca una superioridad”. Al mismo tiempo, agrega que ve al machismo como una fuente de desigualdad, y asegura que mientras cumple con su rol como periodista, no es activista de ninguna causa, “pero como persona, sí, me declaro feminista, porque no puedo ser neutral frente al abuso de poder y discriminación que sufren las mujeres” concluye.
Mónica Rincón me hace sentido. Sus palabras, su lucha por encontrar igualdad de derechos para las mujeres a través de la amplia plataforma que significa el periodismo. Nací en Chile, en una sociedad profundamente patriarcal, con serios y notables problemas históricos de desigualdad en variados ámbitos.
Y estuve todos estos años parada ahí, justo donde todo estaba maltratándome. Pero también nací y crecí rodeada de otras mujeres, que, al igual que a mí, le sucedían sin razón ni explicación alguna, abusos, no solo sexuales, sino también de poder en las distintas áreas en las que se desenvuelven. Esas mismas mujeres, valientes y empoderadas, empezaron a escribir la historia feminista. La historia de cuando la mujer sacó la voz y despertó para nunca más volver a dormirse frente al abuso.
Chile despertó. Ya no hay vuelta atrás. Durante la primera semana de mayo, diversas universidades públicas y privadas, y establecimientos de educación secundaria, comenzaron a escribir la historia de la ola feminista, a lo largo de todo el país.
TOMAS FEMINISTAS
Esas mismas mujeres abusadas y sometidas de ayer, se transformaron en las mujeres valientes y empoderadas de hoy. Las tomas feministas llegaron para quedarse. Tras años de abusos y maltratos guardados como un secreto a voces, las estudiantes se rebelaron, exigiendo protocolos contra el acoso y abuso sexual, terminar con la educación sexista, las discriminaciones y el machismo y las conductas patriarcales.
Decenas de facultades han permanecido firmes en toma durante semanas, lideradas por mujeres que impulsan cambios profundos y concretos.
El primer establecimiento de educación superior en iniciar una toma fue la Universidad Austral de Valdivia, el 17 de abril. Luego se sumó la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, y ya al 9 de mayo pasado, eran alrededor de 19 planteles que formaban parte de este grupo. A ellas se sumó la toma de la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica, hecho que fue catalogado como histórico, ya que no sucedía hace más de 30 años.
Fue este mismo hecho el que llevó a las tomas feministas hasta la palestra del debate público. Diversas opiniones comenzaron a divulgarse, no tan sólo en los planteles tomados, sino también en los hogares de los miles de estudiantes que vieron coartadas sus clases. Al interior de los establecimientos, comenzó a gestarse la disputa del espacio entre quienes querían seguir con sus clases y quienes ven en la ocupación la oportunidad de hacer los cambios.
Al respecto, Tomás Moulian, sociólogo y cientista político, es enfático en señalar que “ese camino de las tomas las puede desviar (a las estudiantes) de la tendencia central que deberían adoptar. En vez de tomarse la universidad, cerrándolas con sillas, habría que tomársela desde la palabra y citar a los profesores, estudiantes y administrativos a hablar, a discutir. Eso me parece que hay que agregarle a este movimiento que ha surgido, pero es interesante que esté donde está”.
Desde esta vereda, surgieron personajes como Javiera Rodríguez, militante gremialista y consejera superior de la Universidad Católica, quien se enfrentó a sus compañeras de toma aludiendo a todo el estudiantado al que representa y que no siente la toma como un método efectivo, asegurando que “Soy mujer, igual que ustedes, y no puede ser que se estén tomando mi universidad. La toma no nos representa”.
Esta polémica mantuvo a la UC en la cima de los medios de comunicación, luego de que se corriera la voz de que el movimiento estaba quebrado internamente. Y es que así fue. En muchos casos, y como suele ocurrir dentro de los movimientos sociales, las disputas y las diferencias de opinión siempre resultan ser el tema más sabroso para los medios. Pero, aunque la toma de la UC finalmente se bajó, en circunstancias discutibles, por haber llegado a acuerdos en el petitorio, el movimiento no decayó.
Del otro lado de la calle, se encuentra Lucrecia Martel. Cineasta argentina, autora de obras como La niña santa (2004), La mujer sin cabeza (2008) y Zama (2017), estuvo de paso por Chile tras una invitación que le fue extendida por organizaciones feministas. Martel entiende el proceso de las tomas como un método respetable, ya que, como afirma “estas no son unas loquitas que se están tomando las universidades para molestar. Son un grupo de mujeres que están haciendo un esfuerzo enorme y lo tiene que hacer cada una en su ámbito. Ellas encontraron su forma y yo lo respeto”, dice.
Pero fuera de lo que se pueda discutir sobre estar o no de acuerdo con la toma, se encuentra el hecho de quienes resisten en la ocupación de los espacios. Vuelvo a la Alberto Hurtado. La toma es separatista, como muchas otras, es decir, los hombres no pueden quedarse a dormir. Se propuso que asistan a las actividades desde las 10:00 de la mañana hasta las 19:00 horas. Hay ley seca y también lúcida: no se permiten drogas ni alcohol.
Durante las casi cuatro semanas que permaneció en toma, las actividades en pro de educar sobre el feminismo se hacen constantes. Todos los días se realizan conversatorios y se abre un espacio de círculo para hombres, donde éstos pueden aprender sobre cómo erradicar las prácticas machistas y patriarcales. Esto se replica en todas las universidades en toma: pase lo que pase no debe perderse el foco. La revolución será feminista e ilustrada.
LICEOS COMBATIVOS Y RESISTENTES
Habiendo recorrido algunas de las tomas universitarias, sintiendo la sororidad y el apoyo con el que las estudiantes mantienen los espacios, pero también enfrentándome a las distintas problemáticas al interior de las tomas universitarias, me dispuse a conocer la realidad de los liceos.
A diferencia de las universidades, los colegios no hicieron tomas separatistas, e incluso, liceos emblemáticos de hombres, como el José Victorino Lastarria mantienen en toma el recinto a causa de la ola feminista.
El primer escenario que encuentro es el de mantener los nombres en absoluta discreción: a pesar de ser justas las causas que se alegan, las estudiantes sienten miedo de lo que suceda una vez concluida la toma. Son cerca de las 21:00 horas. En la toma del Liceo 7 de Providencia, Catalina, quien está en el turno de la noche, me cuenta que, a diferencia de las universidades, como “los colegios pueden ser desalojados según dicte el alcalde, preferimos estar acompañadas por los que sabemos, son nuestros compañeros. Es importante no cerrarle la puerta a los hombres que quieren participar, mientras más seamos, mejor”.
A este, se suman otros 16 liceos en paro/toma feminista en la Región Metropolitana. Bajo la misma consigna de erradicar la educación sexista de los colegios, los pingüinos mantienen firmes sus posturas: no han cedido frente a la elaboración de protocolos. Catalina, asegura que como siempre ha sido, “los secundarios siempre resisten todo. Acá somos combativos, apañamos. Es todo o nada”.
Por su parte, otros establecimientos quisieron ir más allá de la paralización de clases con paros y tomas. Es el caso del Liceo Experimental Manuel de Salas, de Ñuñoa. Un grupo de estudiantes, todas ellas menores de edad en ese momento, dieron el gran paso hacia la construcción del primer protocolo escolar contra abusos sexuales en Chile.
Sembrando la semilla de la igualdad, y exigiendo el fin de la educación sexista en las aulas, estas estudiantes escribieron de su puño y letra un documento que busca proteger a todas las víctimas de abusos sexuales dentro del mundo escolar, ya que como asegura una de ellas, Pamela Rousseau, “todo lo que está pasando en el ámbito universitario y en torno a la educación no sexista parte a nivel secundario. Es brígido porque ahora estalla en las universidades, con las tomas y los paros, pero no tiene mucho en cuenta que esto parte de antes, ni siquiera es desde 2016, esto lleva años”.
Por: Valentine Cerda Mejías